Saturday, April 12, 2025

Los muchachos de la base

 

Jorge Etcheverry

No había nada más que discutir. Felipe H sacaba entonces unas hojas escritas a máquina llenas de tachaduras y borrones y como era flaco y no gritaba mucho las pasaba humildemente de mano en mano y eran cuentos o poesías y los demás se reían su poco pero no con mala intención y las chiquillas se ponían un poco coloradas. Se le daba siempre la palabra como de común acuerdo, pero siempre se iba por las ramas, por las cosas chicas; lo que pensaría cada persona, lo que podía pasar en cada situación concreta. A nosotros nos gustaba ir al grano y cortar los quesos de golpe. Meterse en la cabeza de cada viejo o cada señora era cuento de nunca acabar. Pero en todo caso era mejor que el otro maestro de anteojos, que quería sacar documentos y discutir las bases teóricas de cada peo que nos tirábamos. Claro que no se le podía negar su formación política, aunque nunca se dignaba pegar un afiche. Pero tampoco se lo paraba y las finales las más de las veces se hacía lo que decía él. Pero todo resultaba mejor cuando lo decía el Juaco, que era medio viejón, que chupaba el cigarro, escupía unos hilos de tabaco baboso y empezaba a hablar despacito, casi al final de la reunión, y uno sentía que tenía razón porque sí, porque era el Juaco. Cuando hablaba el universitario nadie decía nada, porque tenía razón, estaba claro, pero como que no calentaba. Entonces el Juaco levantaba el índice nicotinoso y esperaba un rato y empezaba "Lo que quiere decir el compañero..." y recién entonces la cosa importaba. Era como si comenzáramos a verlo todo. No estar de acuerdo hubiera sido como decirle que no a una película, al mono de una revista. Todo aparecía tan clarito. El Juaco se perdió al comienzo. El poeta me mandó un afiche de Amsterdam. Desde que me echaron de la pega he andado al tres y al cuatro y entre esto y lo de más allá no me queda tiempo para la política.

 

Tuesday, April 8, 2025

Advertencia a televidentes, ipódeos, e

Jorge Ramón Etcheverry Arcaya



Cuando la noticias se despliegan en las pantallas o se hilvanan en los reportajes, ¿es acaso la adrenalina la que nos mantiene con los ojos fijos, recibiendo, asimilando y atesorando la ira?. Nos resistimos a que la masacre cumulativa de esas viñetas sangrientas venga a reemplazar a las películas cada vez más fomes, a la música que ya nos deja más o menos igual. Con la micropantalla en la mano cuando sentados en trenes, aeroplanos, o en el sillón frente a la tele, los espectadores se conmueven, se espantan y se enrabian cuando miran esas imágenes. En alguna parte del tejido nervioso los centros procesadores de la materia gris ya empiezan a bostezar aburridos de la repetición que atenúa, desdibuja y a lo mejor borra hasta lo más terrible. En el peor de los casos un inconsciente afán de novedades hace que los dedos cambien el canal para brindarnos nuevas cargas de atrocidades. En el mejor de los casos una voz acaso nos susurre que tengamos cuidado: no sea que las células sean las que nos piden un poco más de adrenalina y no los altos ideales que siempre profesamos.


Wednesday, April 2, 2025

Desorden, miedo, voyeurismo


Jorge Etcheverry        

 Por su constitución más bien delicada, J. no tiene ganas de pasarse el día ordenando papeles, lavando loza, barriendo o pasando la aspiradora, etc., y no contesta a veces los mensajes telefónicos, emails, imbuido como está por ese temor vago, siempre presente, que tiene sus alzas y sus bajones según cómo se vaya dando la mano micro macrocósmica. Ese miedo no es solo cosa de él y de los círculos en que se desenvuelve. Aqueja a muchísima gente, y se ve acompañado en la mayoría de las casos por una lógica bastante rigurosa de parte de los afectados.  Después de todo, esa lógica, y la razón, son formas de ordenar el caos y la aniquilación que dichos individuos sienten que los amenaza por todas partes. En general, creo que hay mucha gente que opina que esa idea de la realidad, o concepción de mundo, es acertada. A lo mejor hasta denota inteligencia, un nivel elevado de conciencia. Y no es que estemos disculpando la neurosis o la paranoia. Porque dada la finitud de la vida, sobre la que tratamos de no pensar, además de la entropía presente en todo orden de cosas, es difícil evitar que muchas personas se sientan aquejadas por una cierta angustia. Sabiéndose mortales, puede que traten de armarse un orden cotidiano que de alguna manera compense el caos que los rodea y que a la postre, y como a todos, va a terminar por aniquilarlos.

 Pero el que habla por teléfono no es uno de sus amigos—así llamados—con quien podría hablar de estas cosas, y que incluso entendería su humor intrínseco, evidente para muchos fulanos o fulanas exilados, sin complejos, aunque vivan en esta otra tierra, mentada como “de oportunidades”, y donde se han ido armando otras vidas, aunque sigan marcados por sus estigmas originales.  No era tampoco el flaco del Círculo Español, que andaba organizando un taller de literatura, para así llevar un poquito de cultura a las actividades de su asociación, el  que abarcaría los diferentes géneros; prosa, poesía, ensayo, teatro, e incluso guiones para el cine o la televisión—único campo rentable para la escritura en estos tiempos— y que de concretarse tendría seguramente un público de señoras y caballeros jubilados. Mientras contesta el teléfono, J. no puede dejar de apartar los visillos con los dedos para ver si la vecina se está vistiendo o desvistiendo. A esa hora de la mañana ella está en su departamento cuando no va al trabajo, que debe ser un part-time, como se dice por aquí. Él supone además que ella estudia en la universidad. No está muy seguro de su edad, aunque representa entre los veintitantos y los treintitantos, un poco entradita en carnes, pero muy bien hecha, torneadita. Cuando no le toca ir al trabajo o a la universidad—si suponemos que está estudiando— se la puede ver caminando, haciendo esto o lo otro, pasando por la ventana de su cuarto, o de los otros cuartos de esa casa que comparte con otra gente joven. No está seguro si se trata de amigos, o de gente que comparte el mismo lugar, roomates, sin nada en común. A lo mejor no se puede fumar, porque J. ha visto cómo ella a veces cierra la puerta de su cuarto, enciende una varilla de incienso y se pone a fumar un cigarrillo, en la noche, tras sus cortinas casi absolutamente transparentes, quizás ignorando que a unos cuantos metros se encuentra la ventana del estudio de J., a quien a esa hora precisamente le bajan las ganas de examinar unos papeles que dejó sobre el escritorio, y se levanta de la cama y va al estudio. No sabe si ella es consciente de ese hecho, de ser una niña exhibicionista o  a lo mejor simplemente descuidada, que por casualidad vive en una casa vecina a la de un voyeurista, o si inocentemente solo se deja vivir. Pero el acto furtivo de la observación sistemática u ocasional, intencional o casual, en un delito en esta sociedad un poco dura en estas cosas, más bien menores, pero que permite a los traficantes de drogas y cafiches ocupar sus esquinas del centro, hacer su negociado a vista y paciencia de todo el mundo, incluso de la policía.  No hay tampoco que olvidar algunos atenuantes: gran parte de esos protagonistas, y la mayoría de las mujeres jóvenes que explotan, son menores de edad, y si se los aprehende ocasionalmente, no tardan mucho en volver a circular.  La misma policía declara a través de sus personeros, ante las conminaciones y recriminaciones de padres angustiados, que si se deciden a apretarle las clavijas a los ratones que trabajan en las esquinas, se les van a escapar los peces gordos que los dirigen y a los que en realidad se trata de controlar.  No.  No es culpa de J..  Cuando él se mudó la situación ya esta armada así, y daba lo mismo que fuera él o un armadillo el que arrendaba el departamento.  Existe el consenso casi fanático de la privacidad personal: quizás esa cortinita que no tapa nada, sobre todo en la noche, cuando las otras luces están apagadas, es una convención, un símbolo, que hace que los naturales del país oficialmente no vean nada y que ese espectáculo quizás ni exista para ellos, ni tampoco en su, expresándolo de una manera más académica, horizonte de expectativas.

 

Monday, March 31, 2025

FAREWELL. Santiago, April 5, 1975

Gabriela Etcheverry 

Soon a great bird will take me to that strange, cold land

where you are now
a place where what we were or what we would have been no longer matters
because we must rebuild ourselves
sprouting like sculptures in the middle of the desert
made from the earth where we buried our loved ones
mud sculptures with no walls to shelter them
nor roof to protect them

My eyes are still looking beyond the now-uncurtained window
but all they see is the desolation behind me
not a single picture of yours on the walls
not a spoon in the kitchen
not a chair where to sit my sad humanity

“You will leave the hills and the ocean,
the starry skies of Coquimbo,
the sun, the moon, and the wind.”
And as if that weren't enough,
“You will leave father and mother and follow your husband.”

The wolf came, dear husband,
and with a breath he blew our house down,
or up,
he blew it into the air.

Turista y Dragón


 JORGE ETCHEVERRY

Friday, March 28, 2025

It’s at skid row

Patrick Phillmore

That I've discovered
the value of a cup of tea
a blanket
a roof over my head
a bowl of soup on winter mornings
I've shared cigarettes
and small memories
I've tried clothes for hours
at the Salvation Army

And I've seen the city at dawn
still unpolluted
by the hordes of cars
the prissy office girls
and the guys in suits
with laptops
and briefcases

Wednesday, March 26, 2025

Poesía y distorsión, distanciamiento

 


Jorge Etcheverry Arcaya

La poesía usa un lenguaje que es un acerbo común, cuyo uso con el tiempo tiende a desgastarse y a hacerse habitual. Entonces, lo que en un momento resulta novedoso, atrae la atención y muestra un aspecto inusitado, pierde esa calidad, por necesidad se hace manido, en virtud de la reiteración y repetición que justamente hacen del lenguaje un instrumento de comunicación, un conjunto de términos aplicables a objetos y situaciones análogos en variadas circunstancias. De ahí que para conseguir ser percibida, notada, y por ende "hacer aparecer" sus referentes internos (yo) y externos (mundo), la poesía—y las artes—necesitan de la alteración, la distorsión, la mutua fecundación de diversos campos genéricos, discursivos y textuales, las imágenes—poesía visual—la actuación performativa, etc., en otras palabras, de lo inhabitual que por algún momento atraiga la atención, para luego volverse a sumir en lo habitual y cotidiano. Lo que no quita que la misma reiteración de palabras e imágenes pueda ser de alguna manera un valor en sí, así como lo es en los rituales religiosos, indicando a la cofradía de los creyentes—religiosos o no—la pertenencia a un grupo o adscripción comunes.


Friday, March 21, 2025

Poesía y cebolla

Jorge Etcheverry

Hasta que vino alguien
con su montaña rusa
La poesía chilena
y no tan solo ella
Era un llanterío
Sin ser de roca
ni de ninguna otra cosa
este caballero
le metió el diente
a las comidas y bebidas de Chile
y separó a la poesía
De la ensalada de cebolla
Pero ni tanto
No le fue tan bien
que digamos
porque
en el fondo
Todos tenemos su corazoncito

Saturday, March 15, 2025

4 caras/Lo último del manifestante antes de caer en una calle de América


 

Jorge Etcheverry


La multitud se desbanda

Son las banderas

Todavía como pájaros

Sobre la cabeza de las multitudes en la calle

Dándoles sombra que es luz

O brotadas de ellas como pétalos que sacaran alas, así de repente

--No sabía que éramos tantos, nosotros, en la calle

Porque solo, en mi pieza y en mi vida sentía el corazón bullir

Solo, el cerebro marchitábase entre las paredes del cráneo

--Yo solo con mis libros de segunda mano

Buscando trabajo y leyendo las noticias, envalentonándome escuchando la radio

Hasta que me decidí a salir para encontrarme en esta marejada que avanza

--Somos tantos, invencibles

(el tatatateo de las ametralladoras interrumpe estas reflexiones)

 

Friday, March 14, 2025

El gólem

 Jorge Etcheverry

El Gólem se insinúa de muchas maneras en el teje y maneje cotidiano. Pero vamos a su origen. Formado de arcilla, sirve a su o sus maestros como es su deber, y con lealtad, pero se suele volver loco y amenaza a toda la ciudad. Hace siglos, creo que en Praga, el rabí Loew recibió en sueños la orden de cómo hacerlo. Creado pequeño, el Gólem aumenta sus dimensiones cada día y se hace gigantesco en relación incluso a sus creadores. No está desprovisto de torpeza y puede tornarse violento. Se recomienda que sólo lo dejen salir acompañado. Se crea modelándolo en arcilla. Se lo anima por un proceso de escritura al inscribir en su frente una palabra que significa dios, pero también verdad. En el alfabeto hebreo al suprimir las primeras letras, la palabra pasa a significar él (o ella) está muerto(a). Para desactivarlo, se borran los primeros caracteres y el Gólem vuelve a ser un montón de arcilla inanimada. No así en la vida real. No pude sino asociar a esta creatura con la moderna tecnología que quizás habrá de subsumir, eliminar, superar, esclavizar a sus creadores, nosotros, eso ya lo han dicho infinitos comentadores e interpretadores y extrapoladores del Gólem, eso sí que a nivel macro. Pero tengo la impresión de haber inadvertidamente dado origen a unos cuantos, en el nivel micro, el mundo de la ciudad, de todos los días. Y no crean que digo esto porque no me tomé la pastilla, a veces se me olvida y a veces lo hago a propósito para ver hasta dónde llego. Ayer me tomé la pastilla de nuevo pero todavía esto me sigue dando vueltas. A veces me basta leer el periódico, ver las noticias, o simplemente pasearme por las calles, tomarme un café ocasional, demorado, con aparente descuido. Cuando los descubro, se me erizan los pelos de la nuca. A veces los reconozco cuando pasan, con su andar más bien lento y pesado, a veces incluso irregular, pero preciso, cronométrico. Parece que el que acaba de pasar se dio cuenta de que lo miraba con el rabillo del ojo. Su cara de facciones demasiado corrientes, rayando casi en la simetría, que daban una impresión de inacabadas se fijaron por un momento en mi silueta que se escondía tras un diario en la terraza del café. Me levanté y me introduje en el local con pasos seguros y casuales, eché el diario en un basurero, que desbordaba de tazas de café de plástico o cartón, vacías, de otros diarios descartados como el mío, y me dirigí aparentemente hacia el excusado, situado al fondo del local. Pero en realidad salí por la puerta de atrás y una vez en la vereda me alejo con paso rápido, sin atreverme a mirar a mis espaldas.

 

Monday, March 10, 2025

Note On El Evasionista/The Escape Artist

 Decades ago, about my first book, in Artful Dodge Reviews, Vol. 3 No. 1

 


On El Evasionista/The Escape Artist by Jorge Etcheverry

 Let’s begin by saying that when he is at his best, Jorge Etcheverry’s poetry is full of wide-sweeping imagery, the unexpected line or metaphor that is built upon and intensified to climax. It is a dynamic poetry that takes no shortcuts in its powerful swirls as it explores the philosophical problems with which the poet is concerned.

El Evasionista/The Escape Artist is the first of three planned bilingual editions of Chilean work to be published in 1981 by Ediciones Cordillera, a publishing house established by left-wing writers in exile, living in Ottawa, Canada. In Part One of El Evasionista, Etcheverry’s verse is unfortunately at its least effective. Although the philosophical concerns of the writer are present, there is no centering point for the reader, especially one ignorant of the socio-cultural background against which the poetry is set. Part of the problem may be the translation, which, though accurate, suffers at times from being too literal and not truly effective in rendering the sound and movement of the original. This is, of course, in part unavoidable.

 In Part Two, the poetic force takes charge, when Etcheverry yields “before the ancient forces of sex.” Here Etcheverry’s poetry quits groping and he finds a focus around which his powerful imagery can revolve. In Part Three of El Evasionista, Etcheverry’s verse approaches prose-poetry as he returns to less sharply etched social themes, “linked to a revolution which is perhaps a dream.” The book ends with “Epitaph for the School of Santiago,” a poem arising from his experience of exile, where he acknowledges “the passage of time,” with dignity and resignation, and a certain sense of condescension toward the world he now finds himself in.

We at Artful Dodge look forward to further books in the series of Chilean emigre writers. Ediciones Cordillera will soon issue Historias del Reino Vigilado/Stories from a Guarded Kingdom by Nain Nomez, and an anthology of Canadian poetry on Latin America, to include poems by Al Purdy, Margaret Atwood, Patrick Lane, Susan Musgrave, and others.

—Chris Kearns & Daniel Bourne

Monday, March 3, 2025

Poemas de Carlos Pérez

Al tirano


Responsable sois
como reina de mercado
esclavos

responsable sois
como nobleza de violentos
inhumanos

responsable sois
como la hipocrita iglesia
sacrilegios

responsable sois
como llamas de rencor
versos

responsable sois
como pobreza conquistada
cerros

responsable sois
como página del testigo
tintero

responsable sois
como consignas al mediodia
proletariado

responsable sois
como martires sembrados
movimientos

responsable sois
como oleajes de conciencia
pueblo.


Algo breve


Dos palabras
algo breve
una paz
agota silencios
un amor
posos del sol
un clamor
acorrala madrugador
alguna locura
celeste bufanda
perdida sustancia
vieja borracha
cosa errática
hermana rechazada
ofreciendo nada
merecidamente apartada
amada callejera
nunca extrañada
sobreviviendo batallas
jugando cartas
con gafas
enamorado
piropos absurdos
banales cantos
perro callejero
mascota de maza
amo nuestro
realidad callada.


Aves de otoño


¿A dónde se fueron las aves este otoño?
Se rumora que volaron al sur lejano
pero sospecho que este año se quedaron
para no más saborear copos del invierno

pudiera jurar que entre tormentas invernales
cuando duermen las furias de los vientos
escucho los murmurios de sus voces en el camino
huellas de angelitos jugando en las sombras

seguro que así fue la cosa de las aves
año tras año recuerdos de aquel jardín mío
regalos de nevadas y su lejano silencio marítimo
no eran si no míos aquellos pobres angelitos

no es que sea egoísta u orgulloso
pero aquí nadie me convence que se hayan ido
hasta los pinos muestran donde esconde nidos
y cantos caen al derretirse el hielo de mis oídos.


Barbaridades


Soy el asesino de la sanguinaria noche
entre las cifras fracturadas del olvido
esperando la luz de los indiferentes autos
tratando no dormirme en tus brazos de nieve

mis lágrimas cesaron de caer hace tiempo
ya no piden tu aroma en los sueños de césped
podados por el tormento de la naturaleza madre
ametrallada en paredones junto al cristo

veamos si el amor verdaderamente existe
despellejándolo como a las ranas del norte
colocándolo como cristianos en Roma, a ver si hierven

esperemos el florecer de los jardines muertos
seamos testigos y recipientes de miles perdones
mandados por los mochos dioses celestiales, y llamarlos barbaridades.


JUAN CARLOS PÉREZ  Nacido en Venezuela, entre las calles que no paran de fajarse y los campos de pelota caribe. Toda esa música de tambor que resalta arena bautizándolos de la punta del pie hasta la cabeza, así se creció, la pelota como filosofía, dándole vueltas a las bases, de calle en calle evadiendo misas y rosarios, y aún más eso de estar metido un libro o verso.  Al Canadá, la familia se vino en el 88’, y es gracias a los inviernos y la falta de mala junta, recurrir al hermoso escape de los versos.  Y después como universitario y militante, entre congresos, tabernas, universidades, iglesias, protestas y eventos de todo tipo.  La aspiración fue siempre escribir para mi pueblo, con el alma sudando litoral central, y siempre pendientes de los maestros y hermanos del Dorado. Hoy, la poesía tiene doble filo.  Los versos son profecía que guiaron a este servidor de todos, este sencillo nadie, esta masa moldeada por sueños libertarios, indudablemente trágico-románticos aún dando paso a paso, marcando huellas recorriendo noches en los barrios de Bolivia, burlando golpistas traicioneros, noches del caribe debajo la luna roja-rojita en mi Venezuela celebrando la revuelta y la obra honesta, ahora con ustedes mis camaradas de lucha y poesía de la buena.

















Tuesday, February 25, 2025

múltiple

 


Piñones/Zarabia, los sesenta y ahora

 Jorge Etcheverry

Nota publicada hace ya tiempo a raíz de la aparición del libro  "Bellas y orates", de 2001

Hace unas semanas el poeta chileno de Chile José Ángel Cuevas me mandó un correo electrónico manifestando su intención de hacer una antología del 68. Este proyecto se legitima solo, ya que viene de uno de los más genuinos y reconocidos poetas de nuestra generación, que ha rescatado explícitamente en su obra los 60 marginales y políticos de las barricadas, las tomas de facultades, los avatares de los estudiantes en las calles, las fuentes de soda, los diversos campuses (y los bares), las concentraciones etc.

Sin embargo ése no fue un período homogéneo. Estaban las agrupaciones y tendencias poético programáticas más establecidas, favorecidas en general por los círculos académicos y críticos especializados. Sin mayores sorpresas, fueron objeto de la crítica oficial académica y política y coincidían en términos generales con lo que hacían los poetas de los sesenta en otros países de Latinoamérica. Eran una excepción Gonzalo Millán, Manuel Silvacevedo, y alguna otra valiosa figura anfibológica cuya producción se equilibraba entre los anteriores y la de agrupaciones de menor difusión, a cuyo reconocimiento llamó Gonzalo Millán en un memorable artículo de la revista Postdata de 1984, Promociones poéticas emergentes: El espíritu del valle.

Junto a los grupos que algunos críticos denominaron ‘históricos’, Trilce, Arúspice, Tebaida, había otros, cuya mención según algunos estudiosos constituía hasta hace algunos años mera ‘arqueología’. Se trataba de la tribu No, el Grupo América y la Escuela de Santiago, que destacaron por su afán experimental, de rebeldía y de claro proselitismo político en el caso del Grupo América. Lo que caracterizó a la Escuela de Santiago, a que perteneció Julio Piñones, entonces bajo su alter ego Carlos Zarabia, fue situarse a contrapelo de las voces más aceptadas y convencionales de su generación, acoger la herencia vanguardista y surrealista chilena, latinoamericana y europea que muchos contemporáneos rechazaban y tratar de alguna manera de producir un lenguaje poético urbano, cosa tampoco muy popular en esos tiempos, en que junto con un retorno a una expresión más condensada y decantada, muchos trataban de afianzar las preponderancia del habla y estilo poético de las provincias, sobre todo del ‘Sur’, en una empresa poético-programático-regional que ya es una característica de la poesía chilena.

Pero al interior de esta agrupación no había homogeneidad. Al tener que redactar los manifiestos de la Escuela de Santiago para la antología 33 nombres claves de la actual poesía chilena, de la revista Orfeo (1968),– recibida negativamente y acusada de ser fruto de una ‘toma’ de la revista por la Escuela de Santiago–, la única opción fue la de redactar cuatro manifiestos distintos, uno por cada uno de los cuatro miembros más estables del grupo (Zarabia, Nómez, Martínez y el autor de esta nota). Como Julio Piñones expresa en una entrevista con Soledad Bianchi, en La Memoria, modelo para armar (1995), el ensayo histórico literario más serio sobre los 60, “y yo le dije a los otros que no había posibilidad de escuela, por que este término significa una didáctica y supone discípulos, maestros...una cierta homogeneidad, un estilo, que tampoco hubo, si cada uno hacía lo que quería”, y “nadie fue capaz de suscribir lo que decía el otro”. Pero pese a la supuesta ausencia de maestros, el mismo Piñones señala las preferencias, que no influencias, de Zarabia: Rosamel del Valle, Neruda, Kafka, “yo dormía con el Bretón debajo de la almohada”, nos afirma Piñones en el libro de Bianchi ya citado. Reconoce que “mi esfuerzo inicial ...estuvo ligado al surrealismo francés”. Su primer libro Andadura (1982), además de elementos textuales y discursivos variados, lo que en general ha sido una constante en la poesía del autor, ostentaba trazas de antipoesía. Aunque el autor condena ciertas actitudes ético políticas de Nicanor Parra, usó elementos antipoéticos en la configuración del distanciamiento específico de su escritura.

La ciudad mágica, la ciudad-América, con visos de videncia se deja trasparentar en el manifiesto a la Escuela de Santiago de Carlos Zarabia (Orfeo, 1968) “...pues las predicciones urbanas astrales están delante de nuestra voz con los signos fijos es la fijeza oscilante de nuestra voz, y esta voluntad de ser del mundo que nace y espejea al golpe de nuestros ojos, conserva al fondo de sí mismo muy tersa nuestra esperanza, rugosa brillante perla, llegada y triste y alegre de su sangre licor astral urbano”. Piñones, entonces Carlos Zarabia es el más riguroso en términos de sus afiliaciones, surrealistas chilenos, nadaístas colombianos. En el manifiesto señalado citaba profusamente a Arango, que habla en esa cita de “...libre creación de belleza..honda responsabilidad en el oficio...una poesía insumisa, tierna, carnal, subversiva, transida de la buena historia que soñamos, de honda y cegadora belleza y sólo comprometida con la totalidad humana...total independencia de creación...ni creación dirigida...ni servilismo ni abnegación”. Por esos años, un libro en que su experimentalismo lingüístico poético llegaba a un máximo, le valió a Zarabia el premio Gabriela Mistral. Ese libro permaneció inédito, no sé si incorporaba parte de la selección de sus poemas que apareció en la ya mencionada antología de Orfeo. El siguiente poema de esa compilación, con visos metaliterarios, y rasgos caligramáticos e incluso programáticos, es una buena muestra de su poesía de entonces:

Desde entonces
enteramente culpables y atrapados
en la oleaginosa red
de cierto elemento
la tibieza de la escritura
fermentada a cierto elemento es bella
y acariciante como la pálida mujer que resplandece
bañada y ahogada y cálida en su propia sal y piel y sangre
enteramente culpables y atrapados permanecemos
con los oídos atestados de sonoros insectos labiales qué tibia
la planta negra enredada anegada al cuello
que yace atrapados aún tan tibios trazando una escritura de tumbos y acantilados ciénagas ojo adentro desde
entonces enteramente
culpables y atrapados
en la oleaginosa red
de cierto fermentado elemento

Luego Piñones cambió de estilo, con el ya mencionado Andadura, hacia una poesía que si bien sigue conteniendo una gran cantidad de mediación, incorpora elementos coloquiales, antipoéticos y se hace en gran medida intertextual, mediante la incorporación incluso de elementos en otros idiomas, elementos que diversa manera aparecen en adelante en su producción: en el libro Pecados cordiales, de 1994, que sigue a Poemares, de 1991, podemos leer el poema:

Trexilingüismo
“Love´s feeling is more soft and sensible
Than are the tender horns of cockled snail”
En clases, ¿recuerdas?
Fenêtre,
Song,
Yotarzán.
Cheveux,
Ou chevaux,
Or: apple, que confundías
Con people, cuando chica.

Yo, Trazan,
A Leoparda,
Repetir:
Con Yein, sólo
Yo luchar.
Now:
"I love you,
I love you, per sempre, for ever...",
Cantabas.
Forget it, little darling, darling-darling,
Tan ling que eras, que tanto
Darli y darii,
Todo se fue a la cresta.

*”La susceptibilidad del amor es más blanda y sensible
Que los tiernos cachos de los caracoles”.

En su último libro, Bellas y orates, la tensión para mí básica presente en la poesía del autor, entre la mediación/distanciamiento artísticos y la intención lírica tiende a resolverse un poco más hacia el lado de la expresión. En este hablante existe un atesoramiento de la humanidad herida y existencial, colectiva-política y personal, y a la vez una suerte de vergüenza íntima, proveniente quizás del reconocimiento del carácter único de la experiencia y de reluctancia a hacerla circular en un lenguaje que se presta al ‘afán de novedades’ o a las ‘habladurías’ de que hablaba Heidegger. Los elementos de esta orfebrería poética forman una especie de capullo o crisálida que oculta casi la expresión lírica, pero la hace a la vez de alguna manera patente en la coquetería ontológica de este semiocultamiento, en este objeto diseñado para la atención y lectura minuciosa, quizás para otros poetas. Pero quizás sea ésta la alternativa no de toda poesía, sino de toda expresión distanciada, mediada o artística. Este libro, aún preñado de ínter texto, citas y alusiones, cuyos poemas tendientes a la concisión muestran “ un fino trabajo, casi habría que decir de orfebrería”, representa un momento de claridad poética, del hallazgo de una cierta diríamos serenidad de la mirada, en que se hace un sutil ajuste de cuentas con la historia y con uno mismo,

Indicios
Qué digo sino que la amé tanto:
en la misma medida inversamente proporcional
al misérrimo sobre azul que hoy recibo
por los servicios prestados a su matria
sin que su majestad pueda acusarme
de haberla ilusionado
con pasiones y peripecias
tipo Príncipe Valiente
pues -según reza la crónica- hacía rato
que ella era adicta
a tales teleseries

Y pareciera que en esta búsqueda de equilibrio o pugna, el elemento formal mediador, distanciador, lo ‘significante’, se encontrara a menor distancia del significado, de lo re-presentado, manteniendo su presencia indicial y connotativa sólo lo suficiente para atrapar la mirada del lector, como en este poema

En alguna clase de submarino amarillo
We are living in a yellow submarine
(The Beatles)
Atravesamos el desierto de Atacama
embarcados en el submarino amarillo
de nuestros sueños recorriendo
inmensidades rodando
con la secreta fuerza deste delirio
inventado por un dios transparente
como alma de recién nacido
que abre sus ojos a la existencia
para vivir sus días y noches
como todos nosotros
en alguna clase
de submarino amarillo

Julio Piñones nos anuncia su quinto libro y acaba de ser publicado en una antología de tres poetas de los sesenta. Con una vasta carrera académica y docente sobre todo en el Norte del país, este poeta tan fiel a sí mismo es un ejemplo de esa intransigencia creadora que tan rara es en nuestros días.

 

video

 


Jorge Etcheverry

El joven, todavía, si se lo compara con uno, me mostró el video de las Pretty reckless en que la artista se baja a los berros con niñas que se suben de la platea pero que tienen que sacarse la ropa del torso y quedarse con los puros sostenes, entusiasmado me dijo que lo había alegrado saber que sus primas eran las dos lesbianas, pese a ser hijas de un coronel de ejército

Wednesday, February 19, 2025

Autocrítica

 Jorge Etcheverry



Estoy de vuelta a mi mesa en ese café. Reconozco que mi investigación sobre las visitantes extraterrestres o clonas que viven entre nosotros, había brotado de un impulso que tendí a seguir sin mayor reflexión. Tiendo a ver a las mujeres como una madre, una compañera, un sueño inalcanzable, pero también como un enemigo potencial, un conspirador, un testigo que calla y observa, que planea su revancha por milenios de esclavitud. Esto sigue estando presente y no solo en mí, no es muy consciente, y creo que viene de la superioridad fisiológica de la mujer — nada hay comparable a nivel del macho al alumbramiento, a ese ser por unos meses es una fábrica de vida—de ahí que suela ser inconcebible para los hombres, y que muchos, y algunas vastas religiones de oriente y occidente la vean como amenazante. Existe una convicción no confesada en todas las culturas de que hay una necesidad absoluta de la mujer para poder reproducirse, trascender en la historia y en el tiempo, replicar el material genético. De ahí los cientos y miles de brujas quemadas y torturadas, el control de la mujer y su subordinación en las tres religiones así llamadas Del Libro, que reconocen a la Biblia como inspiración fundamental. Sigamos. Las incontables niñas recién nacidas con el cráneo roto o dejadas morir de inanición en la China, que en realidad nunca fue purificada por el fuego comunista, y en la India, esos gigantes económicos que se aprestan a aportar su cuota de avance hacia el Apocalipsis ya bastante adelantado por los protestantes anglosajones mediante sus esquizofrénicas empresas económicas y políticas. Cuando las instancias fundamentalistas no occidentales también aportan con su granito de arena. Pero se trata de autocrítica y no de instalar el ventilador. Me pego en el pecho ante el desconcierto de los otros parroquianos que me miran con el rabillo del ojo y carraspean, y el recelo del administrador y los mozos del café que empiezan a rondarme como buitres revoloteando en torno a la carroña


Thursday, February 13, 2025

Comunicado de STASIS

Stasis

El capitalismo florece y se mantiene en la pluralidad de estados, naciones, territorios autónomos, etc. El sistema capitalista en su avance y consolidación, degrada y desintegra a los países en conflictos éticos, étnicos, religiosos y territoriales que pasan a reemplazar las luchas sociales de clase. Solo un "socialismo de salvación", que puede integrar acaso elementos del "socialismo reivindicativo" que existe hoy en día, representado por partidos de izquierda, asociaciones comunales, etc. podría cambia este estado de cosas, pero si bien las condiciones subjetivas se aceleran exponencialmente, las condiciones subjetivas se desvían, desaparecen o se disgregan. Entendámonos, no por culpa de los sujetos sino de las condiciones que determinan su actuar y su discurso. Sin embargo sería posible una praxis que aproveche plenamente el estado actual de la tecnología y la ciencia para ocasionar cambios en la supra e infraestructura, modestos pero cumulativos, encaminados hacia el Socialismo de salvación, que adoptará la Stasis, es decir 0 desarrollo económico, 0 aumento de la población, el control total de la interfaz hombre-naturaleza, la desaparición del modo de vida agrario mediante la introducción de la ciudad verde. Este socialismo tenderá a ser cibernético, poniendo la mayor cantidad de tareas de administración y gestión a cargo de la inteligencia artificial. El nombre “Socialismo de Salvación”, alude a la adopción o generación de este modelo de sociedad humana para evitar el desaparecimiento de la especie como entidad civilizada.

Tuesday, February 11, 2025

El ombligo oblongo

 ROLANDO REVAGLIATTI

Foto de Flavia Revagliatti

1

Alma,

si tanto me has querido,

por qué no dejaste que también tu cuerpo

me quisiera,

de vez en cuando,

una vez por mes.

 

2

 Somos todos los mismos. Los hombres se peinan, se disfrazan. E incitan al espacio. Nosotras nos aparecemos como contingencia, médano solidario. Los hombres truecan sus fichas sinuosas: apuestan porque viene de lejos que vienen de lejos; con la implacabilidad de los insoterrados, procuran la esperanza y su verde boca: el sueño; si nadie nos desdice, somos los mismos, todos. Los hombres escancian alcoholes, se adormilan, arriman los hombros, inyectan un virus, un detrito libre y proclamado. ¿Y el hambre?... Está allí..., por allí, deglutiéndose (para revertirse). El hambre es un presentimiento. (Los soldados y las meseras de otro siglo, las ochavas y los peldaños de otro siglo, imagínense, las reinas y los ancianos de otro siglo; las violaciones y los aparatos de otro siglo, de otro siglo, las plantaciones y los mostrencos de otro siglo, los circuncisos y las apestadas de otro siglo, de otro, y desde aquel, éste es un presentimiento, un hambre.) En el andarivel los hombres y nosotras, los caballeros y la historia; en el andarivel las mujeres y la seda, y en las alcantarillas, los hombres a contraluz (y sus especias); ¿o acaso no es aquello, no viene siendo el horizonte, no vienen siendo los hombres el amanecer?...

  

3

 Por un lado, morirse, sí. Eso no se cuestiona. (Por otro, uno no se muere nada; sufre como un caballo; gesticula contra la sombra, topándose; busca alguna amiga —de esas que quedaron en amigas no se sabe por qué— como para contraponerse con la sombra —sombra, fantasma, fantasmón— de la verdadera —¿verdadera? — detentadora de los piolines —sí, piolines— unidos a los cuales uno...) Por otro lado, urdir tácticas ofensivas —contraofensivas, pero que no parezcan— de esas para las que somos tan lisamente idóneos cuando no nos dejamos interesar por la persona que —persona, no mujer con la que uno.

 

4

 A ese ser como una casa, amé. Yo creía poco que habría como él alguien. Preveía poco su existencia. Y seguro que no allí, que no entonces. Allí era donde decidí estar, quedarme; entonces fue únicamente entonces, después nunca. Mientras, me estacionaba suave sobre el barro — ¿cuándo se dice decolar? —. Como yo lo amé cuando lo amé...

  

5

 a)  Dinamito el sistema de alarma.

b)  Desafilo los cuchillos que sostienen mi carne.

c)  Contrapunteo con cuerdas idiotas.

d) (...)

  

6

 Esta chiquita tiene ganas de ponerse nerviosa. Más nerviosa. No lee ni medio. Subió alterada, con chispas. Desde que sacó el boleto, tímida, con los ojos al voleo, flaquita e inquieta no logra sosegarse, no posa casi los ojos en ese libro de texto ni en esa figura o foto, no sé, en esa ilustración. Me atrae que nos mire. Podría aceptarse que hiciera el séptimo grado, pero no, ya debe estar en la secundaria, y así, la presumo justa para emborracharla con una gota. Mira, mira, los muchachos tenemos algo, los otros —nosotros— y los de su edad. Mira corto, sin conciencia, “¿qué hace este libro en mi falda?”, lo cierra, un dedo lo inserta como señalador, “¿cuándo me va a pasar algo?”, ¿cuándo le va a pasar algo? Estos huevos pétreos en un jarrito seco sobre la hornalla van a estallar, van a restallar. La restañaría, en mi clínica de muñecas reconstituiría sus pétalos, la insertaría —toda ella como señalador— en el nomenclátor de la sensualidad, le permitiría confiar, ser alguien, confiar en ella, ser ella, acuciarme, acosarme, y de ahí en más subime al cuerpo, en qué camilla querés, te bajo el alma, atravieso la foto del libro de texto con un alfiler misterioso, admitamos la guerra, bando contra bando, tu crecimiento me preocupa.

 

7

 ¿Sabés qué me dijo?... Que yo era, que toda yo era una anguila intensa, a quien no disuadía ni la muerte ni nada.

  

8

 Da terror cuando hacés uso de tus potiches y se te ve, te veo, obstinadamente dándote color, manos de colores encima de tu cara, orejas, cuello, y parece varias veces que ya está, que qué más se puede, pero no, vos sabés muy bien que el párrafo sigue, agregás eufemismos, sintagmas, trazos, ripio, añadís paréntesis... Yo te sigo, atribulado, tanta escritura, interrumpí por vos, por lo que más quieras el coito con nadie, acabá, decidí que ya estás sumamente hermosa, declarate realzada. Que venga el punto final, mirá, el consabido rebusque, yo ahora te lo escribo: punto final.

 

9

 Cerré la puerta con cuidado, casi ni la cerré,

prendí la luz del corredor, el ascensor estaba en el piso,

bajé, llegué a la esquina,

allí me puse una pastilla en la boca, recolectaban la basura,

crucé, doblé, mi casa es cerca, seguiría durmiendo, ahora yo dormiría,

no sabía que me miraría en el espejo largo del placar, que me desvestiría frente a mí, que el striptease melancólico me remataría y me daría el hachazo terminal, el colofón,

y me pal-pal-paría,

y un café con la desnuda,

y ahora sí.

 

10 

Ahora, hoy, acá, en este bar, me ocupo de mis cosas; desacrosantado me atengo, bajado de la rama, basto, limoso. Bar al que yo concurría con aquella en la que estoy pensando. ¿Y con cuántas otras asimiladas a un paisaje borroso?

Aquella en la que estoy pensando. Aquella en la que estoy pensando no alcanzó tanta historia en este bar; los mozos no la reconocían, yo estaba cansado de vivir, ella de trabajar, pero no es eso. Acaso porque es la más reciente acá (Paraguay y Suipacha). La más reciente adentro de mi bar, adentro de mi cuerpo, adentro de mis nervios; planamente, calcáreamente la evoco, sin gracia, sin calificarla. Es verdad: también camina o mira una vidriera o guía un automóvil; también algo como ella lo hace. Indefectiblemente alguien no es ella (aquella). También aspiro a que cruce por mi aliento o esquina; a que me llame, me espere, me contemple. Buenos Aires sabía mucho de ella. Digo sabía cuando sabía conmigo. Digo que surja la que estoy pensando. Aquellamente invariable que varió. Maniobró hacia el ozono, depuso la credulidad, desfascinada por un espejito corvo no se sobrepuso, me avisó que no podría con ella. Con. Ella.

 

11 

Sí, se ve que sabe, que se regocija. Sí, sabe. Se huele que sospecha. La madre lo crió así. Lo hizo educado y ubicado. Carmen, esa putita desganada, lo extraviaba de su entorno de empanadas de dulce, lo torcía. Hice esa lectura —“Upa”— hace mucho. Lo encarajinó al bicho con ayuda de sus manos. No ciegas, no. Sí, de sus manos. Si no hubiera sido por esos dedos suyos procaces, tan de estar sobre todo lo inestable. Sí, lo vi claro. Lo tuve claro cuando la mamatreto se ocupó de las fórmulas, de los requisitos: “La hago aquí depositaria...”, “Señorita, aquí la hago depositaria...”, “Aquí la hago depositaria, señorita...” Me extendió a su hijo correctamente. Yo... austeramente parpadeé una vez. Sabía que Carmen, ésa, espiaba. La mamatreto dijo... Él dijo... Yo dije: sobran las traslaciones (si simplemente nos queremos). Usted me lo cuida, se adivinaba. Yo estoy acá, ¿eh?, la otra. Y bueno, hay que sacar la cara, poner la cara, exponer la cara para recibir al sol y a la luna, para que la intemperie y el encierro se regocijen como él, mi melocotón, yo voy a ser más sabrosa que Carmen, más sensitiva, me decía, que ésa, argüía, que esa insulsa, pero... ¡Mi Dios!, nunca podré aprender a ser tan insulsa, tan... No, yo soy otra, hay que buscarme, tengo mis valores, y sin embargo nos queremos.

  

12 

Frase: “Tu Maternidad Cabalga Sobre la Montura de la Muerte”. (Además, los chicos sólo ponen a los chicos en foco.) Te reís con toda la cara, intervenís por completo, como cuando me gusta andar por allí, completamente. Entra Tal, entra Cual. Cual: virgen y atómico. Los chicos horadan desde su estatura. Mi amor: de los yiros que te conté, una estaba embarazada, muy embarazada. Me disputaban ella y otra. Ganaron las dos. Los tres asistimos al alumbramiento. En esa misma cama de cuerpos encaramados, encaramuzados, cadena pestífera, se abrió de un respingo la enchastrada; fuimos cuatro parientes atónitos, casados al parir, hervidos y arrasados. No las besé más. Ni recibí caricias ni sepulté el sabor terrible de esos huesos en mi melancolic. Hui como un hombre. Pagué más, pagué otra vez. Ellas...: las irrestituibles. Sin golondros..., mortecinas, omisas. (Golondro: familiarmente deseo, capricho.) Entra Tal, entra Cual, sin decidir no entrar otros no entran. Aplauden, alardean. Me alarmo porque siempre me alarmo. Pensamos vos y yo cómo se llamarían nuestros hijos, sentimos que serían muy nuestros. Hoy, que no te puedo ver así, no me puedo ver así. De nuestra combinatoria todo lo soñamos: color de ojos del primero, cabello del segundo, la tercera parecida a quién no y etcéteras en un jardín en una fotografía. Empalme rápido con que estuve celoso del aire que respirarías, el enrarecimiento de fragancia obscena por el que te dejarías anidar, la otra que serías si por mí no fueras, cuan beligerante con otro macho gacho, somera con un hortera, atorranta con un lavativa, sensual con uno lindo triste, más plena que conmigo con un amigo. Se cortó la leche, la buena y la mala. Yo estaba embretado otra vez con la clepsidra. Una piojosa que se paró en medio de la calle (y llovía) subió al coche, dijo que se llamaba, que no era rica, que le agradaban las medias finas, que... ¿le permitiría posar su lascivia sobre mí?, que con denuedo dejaría que lo hiciera, espeté; las mamas truculentas y el infame al palo bochornoso; desnuda era peor, vos sos divino, divino, con una como ésa te querrán muchas. Hagamos otra bacanal y gratis, propuso la grasienta, yo antes me la corto, y chupo todavía estalagmitas, una tras otra las yirantas, y chupo todavía.

  

13

Estaba flojita. Flojita y zumbona. Era un buen dolor. Un dolor bueno. A vos te gustaba mi dolor. Un dolor precioso. Miraba para atrás... y sí...: yo era otra. Un riíto a los pies de la montaña, un rulo en mi frente. Empezaba a ser mía de la mejor manera. Te posesionaste de mi cintura, me quebraste y me soldaste, y más, me tiraste lejos toda, me desparramaste, y ahí supe o entreví cuánto era, y cuánto quería constatar cuánto era; y claro, ingenuamente... Te me tirabas, me besabas, había mucho tiempo, me descompaginabas. Quizá olvidé que era mi primera vez, que alguien violovió mis sueños (...), con lágrimas, con légamo, con no certeza, con no consigo (...), sin mí.

  

14 

La gente se consuela en plena calle. Se frota. Se mima. Y hunden sus narices en solapas y pechos. Y tragan prendedores, botones, mastican amuletos, auscultan, y en plena calle se abrazan, se lamen las orejas. ¿Qué sé yo de algo?... Hicimos la calamidad.

 

15

Dime quién eres y te diré quién eres. Yo te creo, amor, yo confío en ti. Sé que ha de ser un duro reaprendizaje, que la descastada vacila, que en tu molinillo muelo mi fe, que sólo por guitarra canto, recambio y no muelo nada, y me cobijo, te doy a desconocer entre mis piernas, no quiero vacilar, quién sos, a vos no te conozco, hablá, hablá, disquemos, bailemos este vals, disquemos y por donde sea... ¡perimir la Muuuueeerrrte todavía!...

 

16

Único en el Mundo

 

Las minas que me vienen de otros tipos

tienen que hacer

                          al fin

se van

a horario

me vienen de las madres

me vienen de los hijos

de la hermana mayor

de “la muchacha”

guay de arrogarme un derecho que no tengo

guay de salpicarme con gotas de otras lluvias

las mías las produzco cuando quiero

(...)

en su cielo como trepidaciones

como rayos como huevos

como perforaciones

guay de creer que güay

guay de pensar que yo

                                    soy

                                         Fernet

                                                   Branca.

  

17 

Sudé mucho y lloré. Mi viudez, aunque no suficientemente prematura, me embargaba. Me anudaba y desanudaba. Empecé por entonces; en rigor: antes. In memoriam. “Sí, soy joven como lo parezco.” Y ese velorio resfriado, ese velorio, y la enguantada conglomeración y floreada hartura, cuánto me siento, sonidos como niños de una flauta, la grupa de la potra, lo maté de un tetazo primero, de un revés, borra y racha borracha, de un aplanamiento, como una eutanasia, como una hipodérmica con polipropileno, ni atinó a refulgir su campanilla de alarma, jamás abrió tan grande la boquita de su jeta ese morfón, vos, que apenas me merodeabas te entenebrecías, seguí de largo hasta el esófago, creo. No me opondría resistencia nunca más. ¿Y a qué pariente azoté con una cala? Y fugué. Escaleras abajo del estupor generalizado me percibí aérea y aguachenta, claro...: tanta vigilancia... Y empezaban a radiarse, a ramificarse ¡¡las Hormonas de la Libertad!! Patitas yo sé muy bien para qué las quiero, doblé varias veces varias esquinas, atravesé una plaza, un desdentado gondolero me aligeró de cierto escozor o rutilancia: y me tornó hojarasca: una viga italiana el gondolero. El aire era el ahire, así se podía, mujeresmente, yo, ¡qué agradecida! ¿Qué me estaba ocurriendo otra vez?

  

18

Fue el lunes. Hace un montón: hoy es miércoles. Y la recuerdo con una pronunciada más que alarmante —y tengo necesidades alarmantes de alarmarme— exactitud. (¿Y cuándo tanto?... Sí, otras veces. ¿Pero... tanto?) (No me hago las preguntas desvaídamente.) Ahí estaba yo: en el asiento de cinco, contra la ventanilla opuesta a la puerta de salida, en el colectivo cincuenta y nueve, desde Belgrano al centro. Y es verdad que desde que nos vimos la asolé con sobrio regocijo. Despejé toda probable brizna, de tal suerte que sólo la deletérea desesperación me granulaba. Ella y su soltura (enloquecedora), de espaldas a las ventanillas de su lado (y del mío); y así todo el tiempo (me pongo nervioso, quiero que ustedes carguen —háganlo, por favor— nuestras firmes...): intenciones, examen, dejarse por el otro. (Estoy copado, copadísimo, ustedes no saben... Sí, también el sol en la mañana y la lluvia en la ventana; la rosa en su pecho, y sus brazos. Brazos. Ella era —era, era— una mujer para apretar.) Y el tipo a mi diestra se las picó y ella enseguidísima sorteó a una mujer y estuvo junto a mí, leía “La Opinión” —los titulares—, se bajó en el obelisco casi, y yo también, y la emprendió por Lavalle, y yo detrás, cruzamos la avenida más ancha del mundo y no caminaba despacio. Se acercó a las puertas de un cine para observar los afiches y aproximándome inquirí si uno podría conocerla. Siguió caminando y yo detrás. Se acerca a otras puertas de otro cine, la campaneo desde la vereda de enfrente y al darse vuelta me ve, pero no durante sólo un instante, y esa mirada era de aquellas otras en el colectivo. Desde luego, todo volvía a ser auspicioso, recíproco, se reenhebraba el collar. Se mete en una galería comercial, yo detrás estimando desde dónde retornar, y se detiene en una vidriera. Regresa hacia Lavalle, sale, retoma hacia el bajo y yo detrás. Me acerco en el cruce con San Martín y digo algo así como que me gustaría saber si tengo chance, y ni bola, ella sigue caminando, y me hinché y furioso desaparecí y ¿qué carajo ahora el estrangulado hago yo alarmarme?...

 

19

No sabía chupar ni sabía meterse. Todo en él merecía quedarse afuera. Bien afuera que esté.

  

20

El ombligo oblongo. O. Vista apaisada del ombligo. Té canalla. Varios invitados y ninguno. Ejemplifón. Ejem solo. Casi era un chiste con él. Se hubieran, pocos, atrevido. Mientras que a nada hubiésemos llegado. (La pobre se fue con su narcisismo entre las piernas.) Desensatá tu pelo. Él resplandece con una sonrisa de pajarera. Cuando esta flor se abra... ¿Por eso me cuesta?... Tan allá no puedo con mi boca. Subida a los zapatos, sin dificultades. Las púberas pertrecheras empiezan a probar sus caras de interesantes. (Va acunado.) (La ranura genial.) Quejándote: “¡Qué esfuerzo, Dios mío, qué esfuerzo!” Y surge entonces como un anuncio, como un rastro.

 

Los muchachos de la base

  Jorge Etcheverry No había nada más que discutir. Felipe H sacaba entonces unas hojas escritas a máquina llenas de tachaduras y borrones y ...