Wednesday, April 2, 2025

Desorden, miedo, voyeurismo


Jorge Etcheverry        

 Por su constitución más bien delicada, J. no tiene ganas de pasarse el día ordenando papeles, lavando loza, barriendo o pasando la aspiradora, etc., y no contesta a veces los mensajes telefónicos, emails, imbuido como está por ese temor vago, siempre presente, que tiene sus alzas y sus bajones según cómo se vaya dando la mano micro macrocósmica. Ese miedo no es solo cosa de él y de los círculos en que se desenvuelve. Aqueja a muchísima gente, y se ve acompañado en la mayoría de las casos por una lógica bastante rigurosa de parte de los afectados.  Después de todo, esa lógica, y la razón, son formas de ordenar el caos y la aniquilación que dichos individuos sienten que los amenaza por todas partes. En general, creo que hay mucha gente que opina que esa idea de la realidad, o concepción de mundo, es acertada. A lo mejor hasta denota inteligencia, un nivel elevado de conciencia. Y no es que estemos disculpando la neurosis o la paranoia. Porque dada la finitud de la vida, sobre la que tratamos de no pensar, además de la entropía presente en todo orden de cosas, es difícil evitar que muchas personas se sientan aquejadas por una cierta angustia. Sabiéndose mortales, puede que traten de armarse un orden cotidiano que de alguna manera compense el caos que los rodea y que a la postre, y como a todos, va a terminar por aniquilarlos.

 Pero el que habla por teléfono no es uno de sus amigos—así llamados—con quien podría hablar de estas cosas, y que incluso entendería su humor intrínseco, evidente para muchos fulanos o fulanas exilados, sin complejos, aunque vivan en esta otra tierra, mentada como “de oportunidades”, y donde se han ido armando otras vidas, aunque sigan marcados por sus estigmas originales.  No era tampoco el flaco del Círculo Español, que andaba organizando un taller de literatura, para así llevar un poquito de cultura a las actividades de su asociación, el  que abarcaría los diferentes géneros; prosa, poesía, ensayo, teatro, e incluso guiones para el cine o la televisión—único campo rentable para la escritura en estos tiempos— y que de concretarse tendría seguramente un público de señoras y caballeros jubilados. Mientras contesta el teléfono, J. no puede dejar de apartar los visillos con los dedos para ver si la vecina se está vistiendo o desvistiendo. A esa hora de la mañana ella está en su departamento cuando no va al trabajo, que debe ser un part-time, como se dice por aquí. Él supone además que ella estudia en la universidad. No está muy seguro de su edad, aunque representa entre los veintitantos y los treintitantos, un poco entradita en carnes, pero muy bien hecha, torneadita. Cuando no le toca ir al trabajo o a la universidad—si suponemos que está estudiando— se la puede ver caminando, haciendo esto o lo otro, pasando por la ventana de su cuarto, o de los otros cuartos de esa casa que comparte con otra gente joven. No está seguro si se trata de amigos, o de gente que comparte el mismo lugar, roomates, sin nada en común. A lo mejor no se puede fumar, porque J. ha visto cómo ella a veces cierra la puerta de su cuarto, enciende una varilla de incienso y se pone a fumar un cigarrillo, en la noche, tras sus cortinas casi absolutamente transparentes, quizás ignorando que a unos cuantos metros se encuentra la ventana del estudio de J., a quien a esa hora precisamente le bajan las ganas de examinar unos papeles que dejó sobre el escritorio, y se levanta de la cama y va al estudio. No sabe si ella es consciente de ese hecho, de ser una niña exhibicionista o  a lo mejor simplemente descuidada, que por casualidad vive en una casa vecina a la de un voyeurista, o si inocentemente solo se deja vivir. Pero el acto furtivo de la observación sistemática u ocasional, intencional o casual, en un delito en esta sociedad un poco dura en estas cosas, más bien menores, pero que permite a los traficantes de drogas y cafiches ocupar sus esquinas del centro, hacer su negociado a vista y paciencia de todo el mundo, incluso de la policía.  No hay tampoco que olvidar algunos atenuantes: gran parte de esos protagonistas, y la mayoría de las mujeres jóvenes que explotan, son menores de edad, y si se los aprehende ocasionalmente, no tardan mucho en volver a circular.  La misma policía declara a través de sus personeros, ante las conminaciones y recriminaciones de padres angustiados, que si se deciden a apretarle las clavijas a los ratones que trabajan en las esquinas, se les van a escapar los peces gordos que los dirigen y a los que en realidad se trata de controlar.  No.  No es culpa de J..  Cuando él se mudó la situación ya esta armada así, y daba lo mismo que fuera él o un armadillo el que arrendaba el departamento.  Existe el consenso casi fanático de la privacidad personal: quizás esa cortinita que no tapa nada, sobre todo en la noche, cuando las otras luces están apagadas, es una convención, un símbolo, que hace que los naturales del país oficialmente no vean nada y que ese espectáculo quizás ni exista para ellos, ni tampoco en su, expresándolo de una manera más académica, horizonte de expectativas.

 

Monday, March 31, 2025

FAREWELL. Santiago, April 5, 1975

Gabriela Etcheverry 

Soon a great bird will take me to that strange, cold land

where you are now
a place where what we were or what we would have been no longer matters
because we must rebuild ourselves
sprouting like sculptures in the middle of the desert
made from the earth where we buried our loved ones
mud sculptures with no walls to shelter them
nor roof to protect them

My eyes are still looking beyond the now-uncurtained window
but all they see is the desolation behind me
not a single picture of yours on the walls
not a spoon in the kitchen
not a chair where to sit my sad humanity

“You will leave the hills and the ocean,
the starry skies of Coquimbo,
the sun, the moon, and the wind.”
And as if that weren't enough,
“You will leave father and mother and follow your husband.”

The wolf came, dear husband,
and with a breath he blew our house down,
or up,
he blew it into the air.

Turista y Dragón


 JORGE ETCHEVERRY

Friday, March 28, 2025

It’s at skid row

Patrick Phillmore

That I've discovered
the value of a cup of tea
a blanket
a roof over my head
a bowl of soup on winter mornings
I've shared cigarettes
and small memories
I've tried clothes for hours
at the Salvation Army

And I've seen the city at dawn
still unpolluted
by the hordes of cars
the prissy office girls
and the guys in suits
with laptops
and briefcases

Wednesday, March 26, 2025

Poesía y distorsión, distanciamiento

 


Jorge Etcheverry Arcaya

La poesía usa un lenguaje que es un acerbo común, cuyo uso con el tiempo tiende a desgastarse y a hacerse habitual. Entonces, lo que en un momento resulta novedoso, atrae la atención y muestra un aspecto inusitado, pierde esa calidad, por necesidad se hace manido, en virtud de la reiteración y repetición que justamente hacen del lenguaje un instrumento de comunicación, un conjunto de términos aplicables a objetos y situaciones análogos en variadas circunstancias. De ahí que para conseguir ser percibida, notada, y por ende "hacer aparecer" sus referentes internos (yo) y externos (mundo), la poesía—y las artes—necesitan de la alteración, la distorsión, la mutua fecundación de diversos campos genéricos, discursivos y textuales, las imágenes—poesía visual—la actuación performativa, etc., en otras palabras, de lo inhabitual que por algún momento atraiga la atención, para luego volverse a sumir en lo habitual y cotidiano. Lo que no quita que la misma reiteración de palabras e imágenes pueda ser de alguna manera un valor en sí, así como lo es en los rituales religiosos, indicando a la cofradía de los creyentes—religiosos o no—la pertenencia a un grupo o adscripción comunes.


Desorden, miedo, voyeurismo

Jorge Etcheverry           Por su constitución más bien delicada, J. no tiene ganas de pasarse el día ordenando papeles, lavando loza, bar...