Jorge Etcheverry
se alimenta metafóricamente de sangre física, y está desprovisto de une vida real, pudiendo sobrevivir solo en la penumbra. Pero la metáfora material de la sangre retrocede frente a los avances tecnológicos del aquí y ahora—la sangre física se transforma en el flujo conceptual de datos informáticos—El vampiro actual que cuenta, pese a su avanzada edad, con una seducción a todas luces extemporánea, mantiene intactas sus capacidades mentales y una personalidad y físico atrayentes. Establece una relación de amistad física pero sobre todo virtual con alguien que tiene un tercio de su edad y recorre con esa persona—guía—el universo de los medios como la Instangram, la Face, que si bien son explotables como datos en principio adquieren otro sentido si es una persona real y concreta, conocida, la que te lleva por esos laberintos virtuales y esa corriente sanguínea se absorbe no ya por la yugular física sino virtual. El neo vampiro casi virtual puede pasar meses digiriendo y quizás no sobreviva esta vez, y si lee esto se ve obligado a tocar madera,
car madera.
car madera.
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