Jorge Etcheverry Arcaya
La poesía usa un lenguaje que es un acerbo común, cuyo uso con el tiempo tiende a desgastarse y a hacerse habitual. Entonces, lo que en un momento resulta novedoso, atrae la atención y muestra un aspecto inusitado, pierde esa calidad, por necesidad se hace manido, en virtud de la reiteración y repetición que justamente hacen del lenguaje un instrumento de comunicación, un conjunto de términos aplicables a objetos y situaciones análogos en variadas circunstancias. De ahí que para conseguir ser percibida, notada, y por ende "hacer aparecer" sus referentes internos (yo) y externos (mundo), la poesía—y las artes—necesitan de la alteración, la distorsión, la mutua fecundación de diversos campos genéricos, discursivos y textuales, las imágenes—poesía visual—la actuación performativa, etc., en otras palabras, de lo inhabitual que por algún momento atraiga la atención, para luego volverse a sumir en lo habitual y cotidiano. Lo que no quita que la misma reiteración de palabras e imágenes pueda ser de alguna manera un valor en sí, así como lo es en los rituales religiosos, indicando a la cofradía de los creyentes—religiosos o no—la pertenencia a un grupo o adscripción comunes.
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