Arreglado el mundo según parece en tantas y
diversas mesas de estudio, pantallas—la incipiente inteligencia artificial
susurra desde un trasfondo imprecisable—mientras la ignota magna magma
compuesta de elementos minerales los más abundantes con mucho en las
cosmogonías que secretan los físicos desde su jurada creencia en la existencia
sí sin duda de ese mundo material que estudian—y en menor medida formado por
componentes vivos es decir vegetales y animales o compuestos o proto los ya
mencionados.
Empecemos de nuevo- El universo más bien que
se organiza en torno al centro este en que estamos y somos y que emite esa
organización tan armónica ella como un abanico de sentidos y preferencias que
casualmente tienen su vértice aquí mismo—dónde lo iba a tener pues señorita si para
eso es que estamos haciendo estas teorías para explicarnos lo que somos de
dónde venimos para dónde vamos—a través si se puede de un principio que lo
explique todo todito como quería Hawkins sobre todo ahora en estos tiempos en
que ya no hay filósofos descubridores de la conciencia y que postulan que no
hay certeza que ese espectáculo que se despliega muy parcial y perceptivamente
ante nuestros ojos.
O esas noches tachonadas de estrellas y
pensar que son quizás como mamás de otros mundos a lo mejor rebosantes de seres
sentientes y pensantes a lo mejor parecidos a la tierra. Hay que borrar de los
libros de historia a los filósofos que cuestionan la existencia nodal concreta
densa del universo qué se creen. El poeta sobre todo el de antes que sentía y
celebraba lo que llamaba la naturaleza la creación la simetría de la regla de
oro se siente hermanado con los científicos que parece que les están diciendo
que tenían razón que claro que existe esa cosa conmovedora de la materia del
universo del que somos centro y formamos parte y que nos estremece—las
cosmogonías de los más sofisticados físicos se unen a la poesía más sensiblera
a los himnos religiosos—ya nadie va a poner en duda que eso que existe existe