Rubén Sacchi responde “En cuestión: un
cuestionario” de Rolando Revagliatti
Rubén Sacchi nació el 29 de noviembre de 1955 en
la ciudad de Lanús, donde reside, provincia de Buenos Aires, la Argentina.
Además de poeta y ensayista, es periodista y fotógrafo; así como Director de
Cine y Video, egresado del Instituto de Arte Cinematográfico. Ha sido
vastamente difundido en medios gráficos y electrónicos, e incluido en
antologías. Fue codirector del periódico “La Balsa” y director de las revistas
“Impulsos”, “Restos del Naufragio”, “Lilith” y “Septiembre”. Integra el Frente
Cultural Septiembre, el colectivo CRECIDA (Coordinadora Regional de Espacios
Culturales Independientes de Autogestión) y el Grupo de Escritores Voces del
Viento. Dirige la plataforma http://desmenuzartemejor.blogspot.com/. Su obra poética se difundió entre
1977 y 2018 en los plegables de poesía “Sextavar 3”, “Sextavar 4”, “Orígenes
3”, “Poesía Estúpida” y “Brotes”. Poemario publicado: “La memoria del agua” (2019).
1: ¿Cuál fue tu primer acto de “creación”, a qué edad, de qué se
trataba?
RS: Debía
tener cuatro o cinco años. Inventé un mundo debajo del piso de mi dormitorio.
Pasaba horas con la oreja pegada a las tablas de pinotea escuchando lo que allí
pasaba… ¡y te puedo asegurar que oía cosas sorprendentes!
2: ¿Cómo te llevás con la lluvia y cómo con las tormentas? ¿Cómo con
la sangre, con la velocidad, con las contrariedades?
RS: Todo
depende de las circunstancias. Al primer interrogante, detesto la lluvia, y más
las tormentas, cuando debo salir temprano por la mañana; si se trata de estar
en la cama, no hay nada más bello y adormecedor que su repiqueteo en las chapas
de zinc.
La sangre no me inquieta, mientras se mantenga en las venas; con la
velocidad tengo algo contradictorio: no me agrada, pero me seduce.
Hay quienes dicen que las contrariedades son desafíos y están quienes
las buscan para probarse. Yo las veo como una probabilidad más en el devenir
cotidiano, no me agradan, pero están para asumirlas.
3: “En este rincón” el romántico concepto de la “inspiración”; y “en
este otro rincón”, por ejemplo, William Faulkner y su “He oído hablar de
ella, pero nunca la he visto.” ¿Tus consideraciones?...
RS: No
creo en musas inspiradoras. Es cierto que hay veces en las que surgen ideas que
nos parecen geniales, casi de la nada, pero se quedan en eso si no se trabajan.
Creo en la predisposición, en la voluntad de crear el texto, en una ardua labor
cuando el cerebro estalla en ideas. El hecho creativo no es permanente y hay
que prepararse para los tiempos en blanco.
4: ¿De qué artistas te atraen más sus
avatares que la obra?
RS: Entro
a los artistas por su obra, si me cautiva intento conocer al autor, lo que hace
de su vida algo secundario. En algunos casos, su vida es tan interesante como
su obra.
5: ¿Lemas, chascarrillos, refranes, proverbios que más veces te
hayas escuchado divulgar?
RS: “Más vale cámara en mano, que
cien volando” (de cuando estudiaba cine).
6: ¿Qué obras artísticas te han —cabal,
inequívocamente— estremecido? ¿Y ante cuáles has quedado, seguís quedando, en
estado de perplejidad?
RS: Me
estremecieron las ruinas de Tiahuanaco, en Bolivia, y la pintura de René
Magritte.
En música, la de Spinetta, Janis Joplin y King Crimson.
Muchos libros, pero destaco la novela “Desgracia”, de J. M. Coetzee.
No recuerdo que alguna obra me haya dejado perplejo. Siempre le termino
encontrando la vuelta, aunque la respuesta, al final, sea que es un bodrio y
eso ¿sería arte?
7: ¿Tendrás por allí alguna situación irrisoria de la que hayas sido
más o menos protagonista y que nos quieras contar?
RS: Cierta
vez, en 1979, estábamos con mi compañera de entonces en el Bar Los Pinos (sitio
que se llevó la modernidad, ubicado en Avenida Corrientes y Rodríguez Peña). Yo
llevaba mi morral repleto de revistas “Lilith”, que solía publicar todo lo que
la dictadura decidía prohibir. Venía, además, del Pasaje Obelisco Sur, donde
había hallado un viejo ejemplar de “A
disposición del Poder Ejecutivo”, de Samuel Schmerkin y había arrasado con
un saldo obligado del libro “Alarido”,
del poeta Tomás Rodríguez Arias; una docena de ejemplares, mínimo. Digo saldo
obligado porque era un libro de poesía urgente, que quemaba, y era peligroso
conservarlo. Recién habíamos encargado sendas ginebras, cuando uno de esos
famosos vehículos color verde con que la multinacional Ford había dotado a los
grupos de tareas clava los frenos en medio de la avenida y tres sujetos
entrajados bajan y se dirigen, sin escalas, a nuestra mesa. Lo irrisorio no fue
el viaje del que participamos sin ánimo de elegirlo, que incluyó interrogatorio
y simulacro de fusilamiento en una plaza porteña, tampoco nuestra tardía
liberación bajo la orden de ¡Corran!, que no acatamos, sino que todo ese
despliegue no incluyó la requisa del morral, que nos acompañó pegado a la
luneta trasera y me fue devuelto luego de un rápido vistazo que, evidentemente,
buscaba armas o algún otro tipo de prensa. Hoy, sobreviviente, puedo reírme.
8: ¿Qué te promueve la noción de
“posteridad”?
RS: Es
algo muy vago. La humanidad es, en términos históricos, una especie joven y, al
paso que vamos se extinguirá pronto. Como noción general, se me antoja la nada.
En lo finito personal, mis nietos, tal vez algún bisnieto que aún me nombre.
9: “¿La rutina te aplasta?” ¿Qué rutinas te aplastan?
RS: Si
fuera tan fácil como cantaba Joan Manuel Serrat: “Si la rutina te aplasta/ dile que ya basta/ de mediocridad”, pero
la supervivencia impone rutinas. Observo a mis gatos: ellos practican una vida
cargada de rutinas vitales. Aplasta la oficina, achata, mata.
10: ¿Para vos, “Un estilo perfecto es
una limitación perfecta”, como sostuvo el escritor y periodista español
Corpus Barga? Y siguió: “…un estilo es una manera y un amaneramiento”.
RS: No
creo en la perfección, sí en el estilo. Es como la manera en que caminás o
agarrás los cubiertos para comer, lo forjás durante toda tu vida y si lo querés
torcer conscientemente es una impostación. Si lo hicieras de manera inconsciente,
solamente estarías evolucionando tu estilo.
11: ¿Qué sucesos te producen mayor
indignación? ¿Cuáles te despiertan algún grado de violencia? ¿Y cuáles te
hartan instantáneamente?
RS: La
injusticia es la madre de casi todos. La inequidad, la explotación y tantos
otros son formas de la injusticia. Todos me despiertan violencia porque son
reaccionarios. Lo instantáneo del hartazgo, va de la mano del grado en que se
manifieste. Dije casi todos porque también existe la estupidez, quizás la más
difícil de solucionar.
12: ¿Qué postal (o postales) de tu niñez o de tu adolescencia
compartirías con nosotros?
}RS: Los
paseos a las ciudades de Luján y La Plata con mis padres y hermano; andando en
sulki a pedal por la Plaza Villa Obrera, de Lanús; mi perra Damita; la cuadra
donde me crié; el bar “La Mia Citta”; las movilizaciones políticas de los 70.
13: ¿En los universos de qué artistas te agradaría perderte (o
encontrarte)? O bien, ¿a qué artistas hubieras
elegido o elegirías para que te incluyeran en cuáles de sus obras como
personaje o de algún otro modo?
RS: Estoy
en la obra de Karl Marx, como sujeto histórico. Fuera de eso, en el paisaje de “Rayuela”, de Julio Cortázar, “del lado de allá”, porque del de acá,
conozco bastante. En la pseudo fantasía de Haruki Murakami.
14: El silencio, la gravitación
de los gestos, la oscuridad, las sorpresas, la desolación, el fervor, la
intemperancia: ¿cómo te resultan? ¿Cómo recompondrías lo antes mencionado con
algún criterio, orientación o sentido?
RS: Son
sustantivos que dicen mucho en sí mismos, pero con una diversidad tremenda.
Cada uno actúa de manera diferente de acuerdo a la circunstancia que lo ocupa.
La cualidad de buenos o malos los acompañan acorde a esa circunstancia. No sé
si sería posible una recomposición, todo puede ser un disparador y todo una
consecuencia. Hay, tal vez, dos categorías en el grupo; una que considero más
maleable en tanto depende de mi voluntad, en la que entran el fervor y la
intemperancia, quizás también la desolación, si se toma como sentimiento.
15: ¿A qué artistas en cuya obra prime el
sarcasmo, la mordacidad, el ingenio, la acrimonia, la sorna, la causticidad…
destacarías?
RS: Me
vienen a la cabeza Darío Fo, Federico Fellini y Antonio Dal Masetto y caigo en
la cuenta de que los tres son italianos. No creo en las casualidades.
16: ¿Qué apreciaciones no apreciás? ¿Qué
imprecisiones preferís?...
RS: Las
que se refieren a las cosas vanas. Las que surgen de la propia humanidad.
17: ¿Viste que uno en ciertos casos quiere
a personas que no valora o valora poco, y que en otros casos valora a personas
que no quiere? ¿Esto te perturba, te entristece? ¿Cómo “lo resolvés”?
RS: Lo
segundo es difícil que me ocurra, puedo valorar hechos o acciones de esa
persona puntualmente, pero no su integridad. Lo primero puede darse y es
producto de la cotidianidad. Lo que nos rodea, lo habitual nos parece dado por
naturaleza. Cuando identifico el error, que obviamente es perturbador y triste,
trato de modificar mi actitud de valoración.
18: ¿El mundo fue, es y será una porquería, como aproximadamente así
lo afirmara Enrique Santos Discépolo en su tango “Cambalache”?
RS: Discépolo
obviaba el es, porque iba de extremo
a extremo. El mundo es maravilloso, pero el ser humano se afanó en que sea una
porquería. No es toda la especie, pero son millones que, si no es por acción,
es por omisión que logran este resultado.
19: Por la fidelidad y entrega a una causa o proyecto, ¿qué personas
(de todos los tiempos y de todos los ámbitos) te asombran?
RS: No
me asombran, me inspiran respeto y admiración. Por suerte son muchísimos, pero
me quedo con tres locales: el Che Guevara, Mario Roberto Santucho y Agustín
Tosco. Que aún viven: Nora Cortiñas. Lo cierro ahí para que sea una que sepamos
todos, pero tenemos una parva de próceres y 30 mil ejemplos más, entre
muchísimos otros.
20: ¿Qué te hace “reír a mandíbula batiente”?
RS: A
veces, las cosas más absurdas. Los Tres Chiflados y Los Simpson me matan de
risa.
21: ¿Cómo afrontás lo que sea que te produzca suponerte o
advertirte, en algunos aspectos o metas, lejos de lo que para vos constituya un
ideal?
RS: Debiera
ser frustrante, pero ya estoy acostumbrado.
22: El amor, la contemplación, el dinero, la religión, la política…
¿Cómo te has ido relacionando con esos tópicos?
RS: En
ese orden: El más bello de los inventos; un alimento indispensable; el más
horrible de los inventos; el poder más grande basado en el miedo; la ciencia de
la razón. Con todos me llevo bien, menos con el dinero y la religión, pero
convivo con ellos.
23: ¿A qué obras artísticas —espectáculos
coreográficos, films, esculturas, música, pinturas, literatura, propuestas
teatrales o arquitectónicas, etc.— calificarías de “insufribles”?
RS: Como
mi bien más escaso es el tiempo, trato de informarme antes de abordar una obra
y no derrocharlo. Me sucede que, como ejerzo el periodismo cultural, alguna vez
he visto alguna obra teatral abominable y leído algún libro que merecía seguir
siendo árbol, pero sus títulos son olvidables. No me atrapan los films ni las
obras teatrales musicales; abomino de la cumbia moderna y de esa música
electrónicamente repetitiva; de la arquitectura lineal actual, tan impersonal,
poco me agrada.
24: ¿Qué calle, qué recorrido de calles, qué pequeña zona transitada
en tu infancia o en tu adolescencia recordás con mayor nostalgia o cariño, y
por qué?...
RS: La
cuadra de la calle Sitio de Montevideo, entre Luján y Deheza, de Lanús, donde
me crié; el trayecto a través de la Plaza Villa Obrera hasta la escuela Nº 1, “Juan
Bautista Alberdi”, donde cursé la primaria. Allí transcurría casi todo mi día,
casi como que vivía en la calle. En la plaza eran los árboles para trepar, el
pasto para jugar a la pelota, los juegos, dos manzanas de absoluta libertad, en
fin, todo eso que ahora ya no queda.
25: ¿Cómo reordenarías esta serie?: “La visión, el bosque, la
ceremonia, las miniaturas, la ciudad, la danza, el sacrificio, el sufrimiento,
la lengua, el pensamiento, la autenticidad, la muerte, el azar, el desajuste”.
Digamos que un reordenamiento, o dos. Y hasta podrías intentar, por ejemplo,
una microficción.
RS: Podría
intentar algo así: Bosque, miniaturas,
ceremonia, danza, visión, pensamiento, lengua, autenticidad, azar, desajuste,
ciudad, sufrimiento, sacrificio, muerte. Es un orden posible y es la
historia de la humanidad que se está contando sola.
26: “Donde mueren las palabras” es el título de un filme de 1946, dirigido
por Hugo Fregonese y protagonizado por Enrique Muiño. ¿Dónde mueren las palabras?...
RS: Buena
pregunta. Pueden morir en diferentes lugares, creo que la canción “Nocturno”,
de Rafael Alberti y Paco Ibáñez, hace una buena síntesis de esos sitios.
27: ¿Podés disfrutar de obras de artistas
con los que te adviertas en las antípodas ideológicas? ¿Pudiste en alguna época
y ya no?
RS: Disfruto
de las obras indistintamente de la ideología del artista salvo que, para forzar
una idea, ese autor sacrifique la calidad, como le está pasando a Mario Vargas
Llosa, de quien fui lector empedernido. Adoro a Jorge Luis Borges y a Salvador Dalí,
por dar dos ejemplos.
28: ¿Cómo te cae, cómo procesás la
decepción (o lo que corresponda) que te infiere la persona que te promete algo
que a vos te interesa —y hasta podría ser que no lo hubieras solicitado—, y
luego no sólo no cumple, sino que jamás alude a la promesa?
RS: El
valor de la palabra se depreció mucho. Me cae mal, pero aprendo quién es esa
persona, a veces la vida es larga y las situaciones pueden reproducirse.
29: No concerniendo al área de lo artístico, ¿a quiénes admirás?
RS: A
Ho Chi Minh.
30:
¿Tus pasiones te pertenecen o sos de tus pasiones?
Pasiones y entusiasmos. ¿Dirías que has ido consiguiendo, en general,
distinguirlos y entregarte a ellos acorde a la gravitación?
RS: Todo
lo que se genera en nuestro cerebro nos pertenece, pero no todo es manejable.
Diferencio perfectamente pasión y entusiasmo; también elijo el peso de mi
compromiso, aunque tengo mis arrebatos.
31:
¿Qué artistas estimás que han sido alabados
desmesuradamente?
RS: La
respuesta incluye una gran dosis de subjetividad, ya que depende de los
intereses del receptor. En el ámbito local, Los Chalchaleros y, para buscar
algo muy universal, The Rolling Stones. Otro ejemplo, aunque en otra expresión,
es Quentin Tarantino.
32: ¿Acordarías, o algo así, con que es, efectivamente, “El amor,
asimétrico por naturaleza”, tal como leemos en el poema “Cielito lindo” de
Luisa Futoransky?
RS: Creo
que sí, en nada que supere lo individual los aportes son equivalentes. Sin
embargo, teniendo en cuenta que el amor funde a quienes lo experimentan, pasa a
ser un todo absolutamente simétrico a sí mismo.
33: ¿El amanecer, la franca mañana, el mediodía, la hora de la
siesta, el crepúsculo vespertino, la noche plena o la madrugada?
RS: Para
escribir: el crepúsculo y la noche. Todo lo demás para el resto de las cosas.
34: ¿Qué dos o tres o cuatro “reuniones cumbres” integradas por
artistas de todos los tiempos y de todas las artes nos propondrías?
RS: Las
combinaciones son tantas, que me es imposible decidirlas. Estaría genial ver a Luis
Alberto Spinetta junto a Jimi Hendrix o a Carlos Gardel junto a Astor Piazzolla.
Saliendo de la música, J. M. Coetzee y Osvaldo Soriano darían una buena charla.
Aprovechando la cuarta, un recital de Marcos Silber y Juancito Gelman.
35: Seas o no ajedrecista: ¿qué partida estás jugando ahora?...
RS: Similar
a la de Max von Sydow en “El séptimo sello”, el film de Ingmar Bergman.
*
Cuestionario respondido a través del correo
electrónico: en las ciudades de Lanús y Buenos Aires, distantes entre sí unos
13 kilómetros, Rubén Sacchi y Rolando Revagliatti, 16 de marzo de 2020.