Fernando G. Toledo responde
‘En cuestión: un cuestionario’ de Rolando Revagliatti
Fernando G. Toledo nació el 22 de junio de 1974 en la
ciudad de Libertador General San Martín (donde reside), provincia de Mendoza,
República Argentina. Es Licenciado en Comunicación Social, egresado de la
Universidad Juan Agustín Maza. Su trayectoria periodística fue desarrollándose
en publicaciones gráficas, en radio y en televisión. Ha ejercido su tarea como
crítico teatral, cinematográfico, musical y literario. Es actualmente editor en
el diario “Los Andes” de la ciudad de Mendoza. Junto con Hernán Schillagi es
fundador y director de la editorial Libros de Piedra Infinita y de la revista
digital de poesía El Desaguadero. Es creador y autor de los sitios de internet
Razón Atea y Oído Fino. Piezas teatrales y otros espectáculos de su autoría
fueron estrenados entre 2016 y 2020. En 2013 creó y dirigió el Primer Festival
de Poesía de Mendoza, realizado en el marco de la Feria del Libro de esa
provincia, el que tuvo sucesivas ediciones entre 2014 y 2018. Participó como
invitado en encuentros de escritores de su país y de Chile. Obtuvo premios en
los géneros poesía y novela. Poemas suyos integran antologías de la Argentina,
España y Rumania. En formato electrónico se publicaron su crónica “Magia y pasión de Liliana Bodoc” y su
colección de artículos y ensayos “Cruz y
ficción”. Publicó las novelas “De
Mendoza a Tokio” y “El mar de los
sueños equivocados”, así como los poemarios “Hotel Alejamiento”, “Diapasón”,
“Secuencia del caos”, “Viajero inmóvil” y “Mortal en la noche”. También, a través de la colección Pez
Náufrago de Ediciones del Dock, fue publicado el volumen “Plano secuencia. Antología poética 1998-2018”.
1: ¿Cuál
fue tu primer acto de “creación”, a qué edad, de qué se trataba?
FGT:
Los actos en cuestión son dos y se parecen tanto
—por su distancia en el tiempo, por la precariedad del pensamiento de ese
entonces— que tiendo a confundirlos. Uno de ellos fue por la vía de la
escritura, cómo no. La composición que la maestra me pidió no era la del tema
ganadero habitual (“la vaca”) y no recuerdo, justamente, el tema. Sí, en cambio,
la sensación de hallazgo sonoro y de sentido que se abría ante mí con esa
combinación de materiales que hacía poco estaba manejando. Resultó una faena
sin sudor, pero que dejó un eco profundo que siguió sonando después cuando, al
entregar los trabajos, la maestra dijo haberse sentido sorprendida por lo que
uno de nosotros había escrito y procedió a leerlo en voz alta. Al terminar me
miró y lanzó sus felicitaciones. Una lástima que aquello se haya perdido, tal
vez sí valía la pena entre todo lo escrito.
El otro acto que recuerdo, como digo, fue
similar, aunque sin testigos. Me permitió medir por mí mismo el hecho de lo
creado cuando, tomando un juguete de mi niñez (piezas de Rasti) procedí a
desarmar un modelo creado con la ayuda de mi padre y lo reproduje con
variaciones propias. Allí entendí lo que con las palabras parecía ocultárseme:
crear es, primero que nada, destruir.
2: ¿Cómo
te llevás con la lluvia y cómo con las tormentas? ¿Cómo con la sangre, con la
velocidad, con las contrariedades?
FGT:
La lluvia y las tormentas son un mero decorado
para mí. Nada especial me sucede en cuanto a lo simbólico, no provocan un viaje
en el tiempo (una lluvia, para mí, no sucede en el pasado borgeano), ni me
asustan ni cambian radicalmente mi ánimo. La sangre me impresiona más por su
olor que por su color: cuando llega al olfato es cuando se hace real y no una
mera agua estridente. La velocidad es como la lluvia para mí: la siento al
comenzar, la siento al acabar: en medio, me acostumbro a ella. La contrariedad
y las contradicciones provocan una sola sensación: la de hartazgo. Aunque sea
la primera a la que me enfrento.
3: “En
este rincón” el romántico concepto de la “inspiración”; y “en este otro
rincón”, por ejemplo, William Faulkner y su “He
oído hablar de ella, pero nunca la he visto.” ¿Tus consideraciones?
FGT:
La inspiración en su sentido romántico —el divino
hálito soplado sobre el alma del artista a quien le es comunicado el arte que
ha de compartir con los seres inferiores a los que su obra debe iluminar— me
parece un simple mito. Sin embargo, la inspiración que no descarto es la que se
parece a una conspiración, una conspiración creativa: cuando ciertas obras,
paisajes, palabras, músicas, miradas, confusiones, o lo que sea, estimulan la
producción. Una producción que obligará al trabajo de destruir y levantar de
nuevo de entre los restos, con esfuerzo o con accidente, pero con trabajo de
por medio.
4: ¿De qué artistas te atraen más sus avatares que la obra?FGT:
Son tantos que aburriría su mención, sin contar
con el hecho de que me sentiría tentado por narrar lo que sé de sus vidas.
Artistas que van de Bedrich Smetana a Jackson Pollock, pasando por Alfonsina
Storni o Juan L. Ortiz.
5: ¿Lemas,
chascarrillos, refranes, proverbios que más veces te hayas escuchado divulgar?
FGT:
Me gusta el sentencioso: “Eres esclavo de tus palabras y dueño de tus silencios”. Debo de
haberlo dicho a menudo.
6: ¿Qué obras
artísticas te han —cabal, inequívocamente— estremecido? ¿Y ante cuáles has
quedado, seguís quedando, en estado de perplejidad?
FGT:
De muchas maneras diferentes, me he estremecido
(y sigo estremeciéndome sin ambages) con Las ruinas circulares (Jorge Luis Borges), Sinfonía Nº 6 (Gustav Mahler), El jardín de las
delicias (El Bosco), “Divina Comedia” (Dante Alighieri),
Gnossienne Nº 1 (Erik Satie), Mi hija
se viste y sale (Joaquín O.
Giannuzzi), Un día en la vida (The
Beatles), Fue sueño ayer, mañana será tierra
(Francisco de Quevedo), Cerca del abismo
(Yes), Guernica (Pablo Picasso),
la Catedral Santa María de Toledo, La casa de los aduaneros (Eugenio Montale), Las meninas
(Diego de Velázquez), Cuarteto de cuerdas Nº 15 op.132 (Ludwig van Beethoven), “A
sangre fría” (Truman Capote), Sin ti (Paul Eluard), La canción de la tierra (Gustav Mahler), “Ética demostrada según el orden geométrico” (Baruch de Spinoza),
La persistencia de la memoria (Salvador
Dalí), “Caballo en el salitral” (Antonio
Di Benedetto), El ciudadano Kane (Orson
Welles), Las babas del diablo (Julio
Cortázar), Catedral de la Sagrada Familia (Antoni Gaudí), La casada infiel (Federico García Lorca), El imperio de
las luces (René Magritte), Cantata de
puentes amarillos (Pescado Rabioso), “Hoy temprano” (Pedro Mairal), Persona
(Ingmar Bergman), La urna (Enrique
Banchs), La balsa de la Medusa (Théodore
Géricault), “La tierra baldía” (T. S.
Eliot), Réquiem (W. A. Mozart), “Edipo Rey” (Sófocles), Ys (Il Balletto di Bronzo), la Capilla
Sixtina, Sunset Boulevard (Billy
Wilder), En la corte del Rey Carmín (King
Crimson), “Leviatán” (Paul Auster),
El dios abandona a Antonio (Constantin
Kavafis), El entierro del conde de Orgaz (El
Greco), Mendiga voz (Alejandra
Pizarnik), Sinfonía N° 8 (Anton
Bruckner)...
7: ¿Tendrás por allí alguna situación
irrisoria de la que hayas sido más o menos protagonista y que nos quieras
contar?
FGT: No por ser pocas, sino por ser muchas es que no recuerdo ninguna
en particular. Ahora se me presenta la siguiente: tras alguna indisciplina en
la escuela secundaria, la preceptora y su peor cara me dijeron: “Mañana, si no
venís con tu mamá, no entrás a la escuela”. Yo le repliqué, para cambiarle la
cara: “Es que mi mamá está en el cielo”. Esperé a que su cara cambiara y cuando
iba a pronunciar algo me di vuelta y le completé: “Es azafata”. A pesar de todo
ha de haberle parecido bueno el chiste, porque no volvió a pedirme la compañía
de mis padres para seguir en el colegio.
8: ¿Qué te promueve la noción de “posteridad”?
FGT:
Dado que presupone la muerte, es algo en lo que
no puedo pensar si soy fiel a Spinoza: “El
hombre libre en nada piensa menos que en la muerte, y su sabiduría es una
meditación no sobre la muerte, sino sobre la vida”.
9: “¿La rutina te aplasta?” ¿Qué rutinas te
aplastan?
FGT:
Las rutinas no siempre aplastan, sino que ayudan,
ordenan y evitan esfuerzos inútiles. Sólo cuando estas se alargan es cuando
encorvan y aplastan. La mayoría tienen bálsamo con los descansos, así que
prefiero decir que la rutina más agobiante es la del desgaste del tiempo.
10: ¿Para vos, “Un estilo
perfecto es una limitación perfecta”, como sostuvo el escritor y periodista
español Corpus Barga? Y siguió: “…un
estilo es una manera y un amaneramiento”.
FGT:
El estilo de tal o cual autor no siempre aparece
con claridad en el propio autor. Es como el propio rostro, que sólo puede ver
uno mismo de manera indirecta: tal vez un rostro (un estilo) es tanto el que
ven los otros como el que se construye el autor de sí mismo, o el que le va
saliendo. En ese sentido, esos límites seguramente siempre van a existir, pero
pueden ser elásticos, y cambiar según la percepción. Se solidifica recién
cuando la obra acaba. Ahora bien, que un estilo tenga límites es una obviedad:
no puede haberlo sin límites, sean los que se dibuja uno mismo o dibujan los
otros. Y un estilo es una manera, pero no necesariamente un amaneramiento. Con
lo cual, pienso, lo que decía Corpus Barga era más bien un intento por decir
una frase ingeniosa. Ni siquiera lo era.
11: ¿Qué sucesos te producen mayor indignación? ¿Cuáles te
despiertan algún grado de violencia? ¿Y cuáles te hartan instantáneamente?
FGT:
No hace mucho hablaba de cuando, de joven, cuando
uno está forjando su propia personalidad, me habían hecho esa pregunta y, tras
un pequeño devaneo fundado en la intención de sonar inteligente, había
terminado diciendo lo que impulsivamente me parecía lo más irritante: la
hipocresía. Pero, ¿cómo puede ser que la mera hipocresía, practicada con
unanimidad, cause mayor indignación que males mayores? Yo diría que todo lo
peor indigna, sólo que hay cuestiones que lastiman quizá por lo obsceno de su
práctica. Hoy en día me sigue indignando la hipocresía. Y, de manera
instantánea, me parecen indignantes tantas ideologías acríticas al uso
—practicadas con una carga adicional, que es la de censurar y atacar a quien se
atreva a objetarlas— que seguramente, si me pusiera a enumerarlas, causaría
indignación.
12: ¿Qué
postal (o postales) de tu niñez o de tu adolescencia compartirías con nosotros?
FGT:
Mi adolescencia fue pronta y sucesos inesperados
o no tanto la interrumpieron rápido. No hay nada grave en esto, nada trágico.
Así que tal vez deba mirar en mi niñez en San Martín (Mendoza), donde aún vivo,
y son muchas. Pero hay una imagen que me ha perseguido por mucho tiempo: la de
un pichón de búho que murió a pedradas por la banda de amigos con las que
jugaba a diario en mi barrio. Las rapaces que cada noche aparecían sobre los
cables nos provocaban fascinación y a veces temor. Una tarde, al caer el sol,
sabiendo que pronto aparecerían, uno de los amigos —el mayor, acaso el líder—
habló de que sabía de dónde salían
los búhos. Un enorme terreno baldío que no había sido una extensión de viñas
era nuestro terreno de juego usual, y él habló de uno de los rincones donde eso
sucedía. De golpe, sin pensarlo, recuerdo que estábamos en camino hacia ese
lugar, yo, el último de la fila, ignorante del interés de esa incursión. Luego
todo pasó muy rápido: alguien gritó “ahí” y un búho, o una madre búho, salió a
defender su nido. Me distrajo la imagen de esa ave que parecía saber que venía
lo peor y ejercía su defensa como si se debatiera entre el miedo y el instinto
de protección. Al parecer, la determinación de mis compañeros de aventuras, los
que iban ya mucho más adelante, estaba clara en todos menos en mí, porque de
golpe vi que arrojaban piedras que llevaban en las manos. Cuando ese búho quedó
atrás, desde atrás vi que los cuatro o cinco amigos rodeaban algo y levantaban
sus manos para arrojar otra lluvia de pedradas. Llegué justo para ver, pequeño
y sin protección, un pichón de búho que, sin saber volar, no había podido salir
de ahí; lo vi cuando le caían las primeras piedras, aterrorizado (un terror que
sus ojos enormes parecían proyectar por delante, como único escudo) y vi,
finalmente, y con el corazón encogido cómo, piedra tras piedra, su cabeza se
escondía sobre el pecho, su ritmo de respiración se espaciaba y el pichón, muy
rápido, acababa muriendo. Esa imagen, recortada en mi recuerdo como una cabeza
de búho sobre un fondo negro, me ha acompañado por siempre, y cada vez que
aparece, mis latidos se aceleran, como si quisieran sostener los de ese búho
que moría.
13: ¿En
los universos de qué artistas te agradaría perderte (o encontrarte)? O bien, ¿a
qué artistas hubieras elegido o elegirías para que te
incluyeran en cuáles de sus obras como personaje o de algún otro modo?
FGT:
Son muchos, pero creo que en todos me gustaría
mantener esa inmunidad del lector, un espectador de lo que sucede, aunque
inmerso. Serían muchas: de la búsqueda de la inmortalidad de Gilgamesh y Enkidu
a las intrigas que animan el interés por dominar Arrakis (Dune); de los pasillos de una biblioteca borgiana a la París de
Julio Cortázar; pero también, andar por los jardines del Bosco, las arenas de
Dalí o los interiores de Velázquez o de Vermeer.
14: El silencio, la gravitación de
los gestos, la oscuridad, las sorpresas, la desolación, el fervor, la
intemperancia: ¿cómo te resultan? ¿Cómo recompondrías lo antes mencionado con
algún criterio, orientación o sentido?
FGT:
Oscuridad y silencio han sido tonalidades de una
escala que he interpretado durante gran parte de mi poesía, sobre todo la
inicial. Creo que han estado allí y, por estarlo aún, cuando se los lee de
nuevo, siguen resonando como un perturbador diapasón. Alrededor de esos
sentidos he reflexionado y escrito, así que no creo que merezca en una
respuesta a un cuestionario otra orientación, otro sentido, otra recomposición.
15: ¿A qué artistas
en cuya obra prime el sarcasmo, la mordacidad, el ingenio, la acrimonia, la
sorna, la causticidad… destacarías?
FGT:
Ese universo es tan grande que no queda más que
preferir los que primero se amontonan en la lengua al pensar en esas
características. Así, digo Quevedo, Larra, Unamuno y Borges.
16: ¿Qué apreciaciones no apreciás? ¿Qué imprecisiones
preferís?...
FGT:
Hay mucha palabrería en buena parte de la poesía
actual, por ejemplo, que consiste en apreciar como valioso una mera
enumeración, una invocación pretendidamente chamánica que se supone, por sí
misma, podría producir el artefacto poético. Así, esa clase de apreciaciones no
sólo carecen de mi aprecio, sino que merecen mi desprecio. Y si de
imprecisiones hablamos, me gustan aquellas que están puestas con total
intencionalidad, adrede.
17: ¿Viste que uno en ciertos casos quiere a personas que no
valora o valora poco, y que en otros casos valora a personas que no quiere?
¿Esto te perturba, te entristece? ¿Cómo “lo resolvés”?
FGT:
Lo he notado, ciertamente. Pero no me perturba en
demasía, no me entristece y le busco solución. Uno no puede lamentarse por lo que
no tiene remedio.
18: ¿El
mundo fue, es y será una porquería, como aproximadamente así lo afirmara
Enrique Santos Discépolo en su tango “Cambalache”?
FGT:
Son tantas las horas del día en que esa maldad
insolente nos invade que es difícil no sentirse protagonista de una letra
discepoliana. Pero también hay que decir que no tenemos término de comparación:
este es el mundo que es, quién sabe si otro podría ser peor. No quiero adherir
a Leibniz en esto, sino simplemente hacer confesión de ignorancia.
19: Por
la fidelidad y entrega a una causa o proyecto, ¿qué personas (de todos los
tiempos y de todos los ámbitos) te asombran?
FGT:
Han de ser muchas. Por aparecer primero en la
evocación, me asombra —como ha asombrado a hombres de todos los tiempos— el Sócrates
que Platón nos presenta en su inmarcesible Apología. Luego, en un plano de
mayor alcance, Alejandro Magno.
20: ¿Qué
te hace “reír a mandíbula batiente”?
FGT: Cosas sencillas y no siempre elaboradas. Sí: algunos momentos de
Seinfeld, pero también los chistes bien narrados, los juegos de palabras y,
sobre todo, la carcajada de otros.
21: ¿Cómo
afrontás lo que sea que te produzca suponerte o advertirte, en algunos aspectos
o metas, lejos de lo que para vos constituya un ideal?
FGT:
Con tozudez. Hasta que sangre la cabeza de tanto
dar contra el muro. Si ni un ladrillo se ha movido, allí me quedo, mascullando
la bronca y el orgullo. Luego, no queda otra que aceptar ese límite.
22: El
amor, la contemplación, el dinero, la religión, la política… ¿Cómo te has ido
relacionando con esos tópicos?
FGT:
Amor: en ese amplio concepto, y sin entrar en
detalles, creo que mejor que a la mayoría; no muchos pueden haberse sentido
amado como yo, aun sin merecer ese amor. Contemplación: debí contemplar más,
aun después de contemplar mucho. Dinero: jamás me ha desvelado demasiado,
excepto cuando ha sido escaso, es decir, en estos tiempos y este país, muchas
veces. Religión: mi formación fue católica, pero arribé en un ateísmo esencial
total; como muchos, por razones culturales, soy un ateo católico (como lo era,
por ejemplo, Gustavo Bueno). Política: la profesión de periodista lo obliga a
uno, muchas veces, a practicar el simulacro de lo exento en este campo; pero se
es zoon politikón, se quiera o no: me
interesan la historia y el proyecto de las izquierdas definidas y aborrezco el
progresismo de las izquierdas indefinidas, delirantes o divagantes.
23: ¿A qué obras
artísticas —espectáculos coreográficos, films, esculturas, música, pinturas,
literatura, propuestas teatrales o arquitectónicas, etc.— calificarías de
“insufribles”?
FGT:
Si fuera prolijo al responder esta pregunta me
convertiría en un insufrible más. Restrinjámonos al ámbito en que más me muevo,
la poesía y la narrativa: es insufrible gran parte de la poesía chatarrera que
dominó la escena hace unos años en la Argentina, y sobre todo sus apologistas.
Y sus peores epígonos, algunos todavía activos, incluso en mi provincia
(Mendoza).
24: ¿Qué
calle, qué recorrido de calles, qué pequeña zona transitada en tu infancia o en
tu adolescencia recordás con mayor nostalgia o cariño, y por qué?
FGT:
Ese largo pasillo de la calle Almirante Brown que
terminaba en la puerta gris del patio de mi primera casa; las mañanas o las
tardes en casa de mis abuelos paternos; mis juegos entre los yuyos de los
baldíos del barrio al que me mudé a mis nueve años. Todo eso lo recuerdo con
nostalgia y con cariño, por la simple razón de que los he perdido para siempre.
25: ¿Cómo
reordenarías esta serie?: “La visión, el
bosque, la ceremonia, las miniaturas, la ciudad, la danza, el sacrificio, el
sufrimiento, la lengua, el pensamiento, la autenticidad, la muerte, el azar, el
desajuste”. Digamos que un reordenamiento, o dos. Y hasta podrías intentar,
por ejemplo, una microficción.
FGT:
No encuentro ordenamiento posible, sino que se me
aparecen, tal vez, como títulos de poemas de un libro ajeno, imaginario, pero
que tal vez alguien escriba algún día.
26: “Donde mueren las palabras” es el título de un filme de
1946, dirigido por Hugo Fregonese y protagonizado por Enrique Muiño. ¿Dónde
mueren las palabras?
FGT:
Mueren en el ruido y en el silencio, en la
impotencia, en el error. Mueren muy seguido. Pero, ante eso, frente a esa tumba
(como he dicho en un poema) yo “Vuelvo a
escribir ¿Para mí? ¿Para un otro? / Nadie lo sabe: igual vuelvo a escribir /
Hasta escarbar Hasta desenterrar”.
27: ¿Podés disfrutar de obras de artistas con los que te
adviertas en las antípodas ideológicas? ¿Pudiste en alguna época y ya no?
FGT:
Por mucho tiempo defendí, como una cosa que
merecía su defensa, la idea de que se debía disfrutar de la obra y prescindir
de los datos biográficos desagradables de quien la producía. Pero practicarlo
lo predicado me era más fácil antes que ahora. Me cuesta un poco más en la
actualidad, o tal vez sea que no quiero hacer el esfuerzo porque lo considero
un premio para quien no lo merece. Igual, lo intento. Me convenzo de que aquel
que yo era tenía razón en su defensa.
28: ¿Cómo te cae, cómo procesás la decepción (o lo que
corresponda) que te infiere la persona que te promete algo que a vos te
interesa —y hasta podría ser que no lo hubieras solicitado—, y luego no sólo no
cumple, sino que jamás alude a la promesa?
FGT:
Si se trata de algo grave (pocas veces, de
verdad, lo es) simplemente ni lo olvido ni lo perdono.
29: No
concerniendo al área de lo artístico, ¿a quiénes admirás?
FGT:
Esas áreas son tantas que, para evitar la
prolijidad, mencionaré sólo a tres de esas áreas y sólo a tres representantes
de cada una. En el ámbito filosófico, a Platón, a Spinoza, a Gustavo Bueno. En
el histórico: a Alejandro Magno, a Adriano, a Isabel la Católica. En el
futbolístico: a Diego Armando Maradona, a Juan Román Riquelme y a Lionel Andrés
Messi.
30: ¿Tus pasiones te
pertenecen o sos de tus pasiones? Pasiones y entusiasmos. ¿Dirías que has ido
consiguiendo, en general, distinguirlos y entregarte a ellos acorde a la
gravitación?
FGT:
Una de las empresas personales ha de ser someter
a las pasiones al dominio de la razón. Eso no significa inhibir las pasiones,
sino que estas no deriven en pasiones enfermas.
31: ¿Qué artistas
estimás que han sido alabados desmesuradamente?
FGT: Muchos. Prefiero
no mencionarlos, a ver si eso contribuye a menguar la desmesura.
32: ¿Acordarías,
o algo así, con que es, efectivamente, “El
amor, asimétrico por naturaleza”, tal como leemos en el poema “Cielito
lindo” de Luisa Futoransky?
FGT:
Desde la perspectiva de Aristóteles, entiendo que
el único amor simétrico sería el de Dios. Así como su Dios es νόησις νοήσεως
(un pensamiento que se piensa a sí mismo, dado que un ser infinito no puede
dejar nunca de hacerlo), sólo podría amarse a sí mismo, dado que ningún otro
ser merecería su amor, y este sería perfecto e interminable. Lo que nos queda a
nosotros, que (a diferencia de ese Dios) somos posibles y existimos es amarnos
con imperfección y asimetría.
33: ¿El
amanecer, la franca mañana, el mediodía, la hora de la siesta, el crepúsculo
vespertino, la noche plena o la madrugada?
FGT:
No es tan fácil elegir. Como escribió Juarroz: “Las distancias no miden lo mismo
de
noche y de día. / A veces hay que esperar la noche / para que una distancia se
acorte. / A veces hay que esperar el día”.
34: ¿Qué
dos o tres o cuatro “reuniones cumbres” integradas por artistas de todos los
tiempos y de todas las artes nos propondrías?
FGT:
El Bosco y Salvador Dalí. Dante Alighieri y
Miguel Ángel. Gustav Mahler y Leonard Bernstein.
35: Seas
o no ajedrecista: ¿qué partida estás jugando ahora?
FGT:
He perdido piezas antes de tiempo. Así que juego
a resistir lo más que pueda, aunque viva en jaque.
*
Cuestionario respondido a
través del correo electrónico: en las ciudades de Libertador General San Martín
y Buenos Aires, distantes entre sí unos 1000 kilómetros, Fernando G. Toledo y
Rolando Revagliatti, noviembre 2021.