Jorge Etcheverry
Mis sueños, a la hora en que se sueña, es decir cuando uno ya casi se va a despertar, según dice la ciencia—se pueblan de escenas eróticas que duran segundos, las sensaciones son las correctas, las reales de la vida despierta, táctiles, gustativas, olfatorias—otras veces son vidas enteras las que se desarrollan—ahora sabemos que el momento o la eternidad según se trate pasan en los últimos segundos del sueño—entonces es solo al despertar cuando me vienen esas potentes, firmes, prolongadas erecciones. Cavilo que ninguna de mis ocasionales y escasas amantes conocerá esa fuerza que mi apariencia diurna desmiente—a no ser que surja una que me sea tan compatible que se venga a vivir conmigo a este ático bastante lúgubre pero con una vista panorámica sobre gran parte de la ciudad. Entonces seremos despertados por los gallos y los ladridos y haremos inmediatamente el amor