Jorge Etcheverry
Chile, como
una repisa que es que se proyecta de la cordillera sobre el abismo marino debe
garantizar su supervivencia y su ecología. La tranquilidad y productividad
oceánicas es un sine qua non al que no se le da la importancia debida. Es
sabido en algunos círculos que Ctulhu tiene una propiedad bastante grande—una
pequeña ciudad casi—en el fondo del mar a una distancia no muy considerable de
las costas de Valparaíso, y un pied-à-terre frente a
Coquimbo, donde va a veranear todos los años. Garantizar un mar calmo y
productivo, y su salvaguarda como ecosistema en su integración con la franja
costera, llevó a ciertos sectores a intentar que hubiera una participación
activa de las potencias oceánicas principales en la redacción de la Nueva
Constitución. Pero hacen falta ciertas consideraciones preliminares. El popular
y antiquísimo dicho “Chao pescao” no es análogo al “See you later alligator”,
como sostienen lingüistas e historiadores que yo diría se insertan en el
neocolonialismo. El “chao pescao” es una de las pintorescas expresiones
populares y coloquiales que usa nuestro pueblo para referirse a la muerte. Pero
un especialista a quien respeto mucho sostiene que en su origen colonial la
expresión era un conjuro para evitar o expulsar—claro que sin resultados fácticos—a
esas creaturas situadas en una concurrencia biológica ictio humana, los
servidores o medieros de Ctulhu, que solían asolar pueblos y ciudades costeros.
Para hacer la historia breve, me consta que personeros de la Recta Provincia y
la Isla Friendship se apersonaron ante las autoridades e instituciones cívicas
pertinentes con la oferta de la poderosa parte interesada arriba mencionada,
que por su intermedio pedía dos escaños reservados en la Comisión Redactora del
proyecto de Carta Magna, los que serían ocupados por expertos suyos con forma
humana. Estas negociaciones no tuvieron ningún resultado, y fueron acalladas
tanto por los medios de comunicación oficiales como en las redes sociales.
Entonces, que no nos sorprendan las consecuencias metereológicas que pudieran
tener lugar, y que podrían haber sido fácilmente evitadas si las autoridades
pertinentes se abocaran a los problemas que realmente importan, aunque no sean
pintorescos ni entretenidos, aunque no tengan espacio en la televisión a la hora
de punta.