Thursday, August 29, 2024
Monday, August 26, 2024
Conversa con la poesía como a eso de las 7:00 PM
Jorge Etcheverry
Tuesday, August 20, 2024
Relatos negros, nuevos cuentos de Luis Benítez
Prof. Dra. Susana Santos
Violencia, engaño y muerte
Tres narraciones
componen Relatos negros (1). Son “El
amigo de Paraguay”, “El chico que sabía demasiado” y “El infierno bronceado”,
según el orden del índice. Dicen de una especial destreza del autor para
componer sus mundos y de una manera no menos especial para ofrecerlos,
abiertos, a quienes lo lean. Desde la primera página la prosa de Luis Benítez
(2), poeta, novelista, ensayista argentino, nos tiene y nos hace presentes.
Uno de los rasgos
más característicos – y más amenos- del libro en su conjunto lo debe al que la
construcción de las respectivas tramas narrativas vaya estableciendo entre
dudas y preguntas un diálogo sutil pero jamás imperceptible. Que tiene como
premisa que la verdad es un enigma - sostén del género policial como de la
práctica psicoanalítica- y el que conocerla o desambiguarla es necesario sin
ser imposible. Premisa que fue el punto de partida en la década de 1940
argentina de la colección de policiales “El séptimo círculo” y de sus creadores
y directores, Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares. Este último, en
particular su novela El sueño de los
héroes, es una sombra o luz tutelar que se abre camino en la oscuridad que
los relatos de Benítez anuncian desde su título.
Los tres relatos
de Relatos negros tienen en su centro
narrativo el crimen. Pero ni sus móviles ni sus realizaciones ajustan este
libro de Benítez en la categoría genérica de narrativa policial. Antes bien
parece interesarle al autor cierta faz privada, parece seguir las reacciones de
protagonistas que no se mueven en la esfera de la familia, la amistad o las
relaciones amorosas.
Mientras yo agonizo
¿A quién le
cuenta el narrador protagonista de “El amigo de Paraguay” el episodio que ha
vivido en una provincia argentina y que recuerda agónico mientras mira por una
ventana que le ofrece la vista de la
bahía de Guanabara envuelta en la niebla? En las aguas ve un pequeño velero,
uno solo como solo está el moribundo, luchando contra la corriente, que intenta
llegar a puerto, aunque acaso no sea algo que a él interese.
En su
desarrollo, este relato, cuyo marco nos evoca tantos otros de la historia
literaria -de Faulkner, de Conrad, de Maugham, de Gide o de Martin du Gard,
para citar sólo los de un mismo temple y una misma época-, se centra en un momento de la vida de un ex
policía paraguayo, degradado de la fuerza por haber dado muerte, en defensa
propia, al Suizo, a Helmut von Schönhausen, al ‘Carnicero de Benso’, al “amigo personal de tanta gente que
tiene que ver con tu presidente” (el general Stroessner). Prófugo en Argentina,
buscará ayuda en su padrino “ojitos pequeños y celestes, fríos como un pedazo
de hielo”, un intocable que lo recomienda para una ‘tarea’.
Con un papelito
de recomendación y una 38, el ex policía se dirige a Retiro para tomar el tren
que lo llevará a destino: “El paisaje me estaba arrullando, mudo como era, y yo
me estaba durmiendo y despertando cada vez más espaciadamente, confiando ya en
que terminaría sumergido en un pozo negro y tan sin final como la llanura que
parecía moverse fuera del tren”.
Llegado a la
estación se encuentra con el Cholo, paisano de boina blanca que será el
Virgilio de una seguidilla de alucinantes peripecias a la manera de un thriller. El siguiente encuentro será
con el patrón, un hombre de pelo rojizo que le revela el propósito del contrato.
Debe matar a Segundo Gauna, tan célebre como su Winchester, una leyenda local,
un caso que “parecía asunto de otro siglo”. Los motivos del señor de esas soledades
propietario y contratante se resumían en el de vengar la muerte a traición de
su hermano, que -decía el patrón- Gauna había matado por la espalda en un
asalto.
Como termina
esta historia sólo se sabrá al final de “El amigo de Paraguay”. Sólo digamos
que los perseguidores rápidamente se vuelven también perseguidos, y que todo
mal amigo argentino puede volverse buen enemigo paraguayo. Y viceversas.
Cuento de clarividencia, de perversión y de muertes
¿A quién se
dirige el funcionario de Hacienda e investigador innominado de una misteriosa
organización que escribe el informe que relata el origen de la trama y ratifica
el desenlace de “El chico que sabía demasiado”?
En su principio
está la foto de un joven de veinticinco años muerto por su propia mano. Impone
de manera obligada la pregunta ‘¿qué lo llevó a suicidarse?’ La respuesta la
dará el vocero de una organización, en una villa al sur de la capitalina
Madrid. Quien redacta el informe, funcionario de Hacienda y miembro de una
organización, pasada ya una década, nos apela “Usted y su conciencia decidirán
qué actitud tomar una vez que le hayamos informado lo que averiguamos al
respecto, pero tome en cuenta que nuestra postura ha originado ya varias
frustraciones en nuestras filas como para que usted se tome este asunto en
solfa. No somos escritores, no estamos en condiciones de realizar ejercicios de
estilo y que, si hemos elegido este medio para comunicárselo, ha sido meramente
porque no nos ha quedado ningún otro recurso. La prensa, en su mayor parte
controlada por aquellos a los que lesiona nuestra actividad, silencia
invariablemente nuestras denuncias”.
El relato avanza
con orden cronológico. Horacio vive con sus padres, Joaquín y Marta. En ocasión
de su visita al prostíbulo acompañado por su padre para una iniciación “que
cumplió como el que más” se reveló su dotación, para la videncia. Progresivamente
codiciosos, sus padres instrumentalizaron estas dotes para ubicar objetos
perdidos, anticipar cambios climáticos, y luego conocer de antemano números de
lotería ganadores. Aquello que primero habían estimado como una monstruosidad, una
anomalía que los llevó a consultar a desde médicos hasta una una curandera
recomendada por la tía Sabina, derivaría en beneficios futuros para la familia.
En rigor, solo para los padres que aumentaron sus depósitos de dinero, que
diversificaron en variadas cuentas bancarias, para disimular la acumulación
creciente. Y aún para evitar sospechas decidieron acumular efectivo en el desván
de la casa. En ese cuarto del tesoro fueron creciendo los fajos de billetes,
cuyo origen era una suerte excesiva, imposible, un niño aislado en su
habitación, con más contactos con los hechos futuros del mundo que con las
cosas concretas de su presente.
El informante
que redacta el informe que leemos, y en el cual consiste “El chico que sabía
demasiado”, dice no ser un escritor. El autor de Relatos negros, que en la dedicatoria de su libro evoca otra, a
otro miglior fabbro, sí lo es, y el
desenlace del relato está reservado a su última, definitiva, abrumadora línea
final.
Esto
no es el paraíso
¿A quién se
dirige la confesión del adolescente autor de los asesinatos ‘en serie’ que se suceden
en “El infierno bronceado”? Un cuádruple crimen en Almejas, con su playa frente
al océano Pacífico. Y uno de los muertos es un hombre mayor, de pelo canoso.
Por sus vinculaciones con la legación diplomática italiana concita en
particular la atención de la Policía. En el lugar del crimen, un oficial de la
Fuerza se roba una cadenita de oro. El autor, Luis Benítez, lo sabe, porque
esto sostiene a su narrativa: todo restablecimiento del Orden conlleva su
contradicción. Y nos evoca tantos relatos chilenos de confesiones
de criminales, desde Hijo de ladrón
hasta Eloy o El río.
El pendejo
Simpson hablará bajo la insinuación de los golpes y de la picana en ‘El
cuartito’ con techo de lata ardiente por
el sol del verano. Dice que conoció al Vago, autor intelectual del frustrado
robo hace tres veranos cuando le compraba marihuana. Fue el Vago que planificó el
fallido robo en la casa de la familia Schenone, cuyos integrantes (el
diplomático, su hija y su anciana madre en silla de ruedas) impensadamente
regresaron de la playa.
Codas
¿A quién se
dirige el narrador de cada uno de los Relatos
Negros? No a todos en general, sino a cada lector en especial. Y su
consecuencia es su logro: un espacio para la revelación propiciado entre la
confesión y la confidencia. En las respectivas secuencias de los hechos, el
lector es menos el anónimo testigo o el casual escucha de una historia que le
cuentan a otro que interlocutor de un discurso reservado. Así nos enteramos de
las evocaciones de un hombre que agoniza “El amigo paraguayo”, la revelación de
un secreto por parte del narrador de “El chico que sabía demasiado” que es el
secreto del narrador (y de la narración) y la confesión de un asesinato sin
premeditación narrada en frío, consumada la furia sin alevosía, por el
adolescente que oímos, cuya voz leemos en “El infierno bronceado”.
El narrador de “El
amigo paraguayo” hace girar la historia: el rememorar de una conciencia lúcida
en sus próximos últimos momentos le advierte que hay cosas que no se comprenden.
“El chico que sabía demasiado” desarrolla en simultáneo a los hechos narrados
el proceso de escritura de un informe que trata la vida de un adolescente cuyo
luctuoso fin sería el suicidio pero pareciera decirnos que toda representación
del mundo no puede ser sino plural. El final “Infierno bronceado” nos dice de
que se trata. Es un episodio contemporáneo en el revés de su trama, en las
contingencias que lo constituyen una suerte de fatum, más que moderno, o posmoderno, que actualiza una ley
estética. Se trata de literatura.
Prof.
Dra. Susana Santos (3)
REFERENCIAS
(1)Ediciones
Diotima, ISBN 978-631-90320-8-6, 122 pp., Buenos Aires, 2024. https://www.diotima.ar/
(3)Doctora en Letras por la Universidad de Buenos Aires, investigadora
y docente universitaria de Literatura Hispanoamericana en grado y posgrado,
especialista en estudios andinos, Susana Santos es autora de libros y artículos
sobre la historia, las sociedades y las culturas de América Latina.
Friday, August 16, 2024
Un poeta serio
Jorge Etcheverry Arcaya
Entonces agarré mi paraguas y mi sombrero, salí del café, un poco triste por mi amigo condenado con esa maldición de ser un poco demasiado serio, no tan especial entre los intelectuales de América Latina, donde ser un escritor le puede deparar a alguien unas cuantas onzas de plomo, uno o dos metros de cuerda, algunos tatuajes gratuitos, como lo pueden atestiguar algunos escritores latinoamericanos que vieven ahora en este país (Canadá). Y no le ayudaba mucho a Arthur (Arturo) ser un tipo que no conocía el arte de la charla, de la conversación informal, la que no le es ajena a los pueblos anglófonos como pudiera creerse, y que perdura en los últimos refugios que quedan para el espíritu inglés, es decir Canadá y tal vez algunas partes de Australia y ciertas áreas pequeñas de Valparaíso, agregaría Arturo, que jura que algunos de los individuos británicos más característicos pisan los acantilados y cerros de ese puerto tan famoso, como testifica que lo haya nombrado patrimonio universal la UNESCO. Y no creo que tenga que hablar sobre él en tiempo pasado, ya que por el momento esta persona que he mencionado sigue viviendo y coleando, debido a la calidad indiscutible de su verso, y también a su extrañeza, que suele molestar a algunas de nuestras plumas más meritorias hasta el punto de que las hace fruncir el entrecejo
Thursday, August 15, 2024
Comunicado de la Stasis
El capitalismo florece y se mantiene en la pluralidad de estados, naciones, territorios autónomos, etc. El sistema capitalista en su avance y consolidación, degrada y desintegra a los países en conflictos éticos, étnicos, religiosos y territoriales que pasan a reemplazar las luchas sociales de clase. Solo un "socialismo de salvación", que puede integrar acaso elementos del "socialismo reivindicativo" que existe hoy en día, representado por partidos de izquierda, asociaciones comunales, etc. podría cambia este estado de cosas, pero si bien las condiciones subjetivas se aceleran exponencialmente, las condiciones subjetivas se desvían, desaparecen o se disgregan. Entendámonos, no por culpa de los sujetos sino de las condiciones que determinan su actuar y su discurso. Sin embargo sería posible una praxis que aproveche plenamente el estado actual de la tecnología y la ciencia para ocasionar cambios en la supra e infraestructura, modestos pero cumulativos, encaminados hacia el Socialismo de salvación, que adoptará la Stasis, es decir 0 desarrollo económico, 0 aumento de la población, el control total de la interfaz hombre-naturaleza, la desaparición del modo de vida agrario mediante la introducción de la ciudad verde. Este socialismo tenderá a ser cibernético, poniendo la mayor cantidad de tareas de administración y gestión a cargo de la inteligencia artificial. El nombre “Socialismo de Salvación”, alude a la adopción o generación de este modelo de sociedad humana para evitar el desaparecimiento de la especie como entidad civilizada.
Tuesday, August 13, 2024
De poetas y Rosas
Jorge Etcheverry
Huidobro se reencarna
Se relee se reescribe
“Poetas
no le cantéis a la Rosa
hacedla que haga un estriptís
en el poema
Que la poesía sea
un antipasto mixto
de variados quesos y cecinas
Y de postre flan
alfajores macedonia
No más esta ensalada
de miel y de cebolla
Sunday, August 11, 2024
Friday, August 9, 2024
Arpillera
Juana Petra Soler
Los pedazos de paño
del verde al pardo
La tierra que da
La que espera dar
Los pájaros de pañolensi
lo sobrevuelan todo
Esas hebras de lana que son surcos
no sé si poner pedacitos de lata
en lugar de estrellas
Un vuelo de encajes semejando olas
Un sol no muy rubicundo
es un botón de hueso
del abrigo de mi abuela
El universo de fondo
es de osnaburgo
Estos dedos rojos
Medio gordiflones
Que lo hicieron todo
No tienen velas en este entierro
Friday, August 2, 2024
Apuntes sobre “Viene junto con” de Rolando Revagliatti
Alejandro Méndez Casariego
Como quien
exhibe en una feria de atracciones un fenómeno extraordinario, Rolando
Revagliatti abre la cortina, en este libro, a una realidad cruel y fascinante.
Una posible conjetura se insinúa desde el principio: nada es más cruel y
fascinante que la existencia. Mirada desde cualquier ángulo, la presencia, la
proliferación, el comportamiento de los seres y las cosas, no resiste una
prueba de justificación, de sentido suficiente. Por el contrario, es materia de
perplejidad, estupor y consecuente sarcasmo. A partir de allí, todo será motivo
de asombro. Pase y vea.
Revagliatti
monta un laboratorio en el que, con obsesiva minuciosidad, separa los elementos
de este absurdo y vuelve a combinarlos, tomando como punto de partida elementos
del habla cotidiana: lo obvio, la frase trillada, el adjetivo erosionado por el
exceso de uso; apela a la anécdota trivial, al lugar común, a lo remanido y
perogrullesco. Con prodigioso ingenio, transforma todos esos elementos en una
rica cantera de significantes y significados. Esta materia prima le permite
armar un artefacto poético increíblemente eficaz. De este rico inventario de
elementos elegidos es, sin duda, la palabra, el vocablo en sí mismo, el
principal recurso, el escalpelo con que secciona, extirpa, mutila y modela
estos textos.
Como experto
que es en este oficio, sabe muy bien el autor, que la palabra, cuando se carga
de excesiva precisión tiende a virar hacia el grotesco; aislada, aspirado el
contexto hasta el vacío, la palabra precisa se puebla de significados
abrumadores, desmesurados, abrasivos. Es así como en el ejercicio de separar
las palabras de la profusión de eventos y circunstancias que habitualmente la
rodean y la completan, de usarla como un elemento móvil o adecuable, en medio
de cierta, muy deliberada, desolación argumental, o de arriesgarla, en un solo
texto en sus distintas acepciones, se produce, por desplazamiento, por
inversión o por contraposición, una sensación de extrañeza, al revelar sus significados
más secretos e insólitos, su más cruda y dislocada versión. Y es esta cruda,
dislocada versión lo que Viene junto con – invoco aquí el
título y, copiando el estilo del autor, utilizo la frase – estos perturbadores
y magníficos poemas.
Esta asombrosa
ingeniería demanda una exhaustiva recuperación (¿restauración?) de vocablos de
distintos orígenes: jergas de oficios, arcaísmos, habla callejera, lunfardo, y
todo territorio hablante. Ejerce sobre ellos una clasificación detallada de sus
posibilidades, aprovecha su condición ambivalente de riqueza expresiva y
vacuidad, juega con la polisemia, la paronimia y la ambigüedad. A partir de
allí nos instala frente a la palabra como sujeto: el yo implícito está,
de algún modo, desdibujado tras el protagonismo tiránico de la palabra. Yace a
su merced. Sera vapuleado por ésta, especialmente cuando se trata de adjetivos
estratégicamente dispuestos para atribuir y al mismo tiempo escamotear
cualidades de ese casi siempre conflictuado yo, que es quien predomina en estos
textos como persona narrante. Respecto al tema de la persona narrante, creo que
se justifica apelar a unos párrafos que utilicé en una reseña escrita hace unos
años, sobre otra obra de Revagliatti : “Sin juzgar - porque ese es otro de los
secretos que no se puede, ni es necesario, desentrañar – la forma en que el
poeta se involucra personalmente en los temas, considerando el uso, como
recurso o como verdadera comunión, de la primera persona en la mayoría de los
poemas – cuando hay un tercero, en general, es un tercero referido a uno - se
percibe una íntima solidaridad, no tanto en el sentido de compartir los
variados – y a veces aborrecibles – puntos de vista de los sujetos retratados,
sino en el conocimiento profundo, a veces implacable y siempre minucioso de la
condición humana.”.
Pero estemos
atentos: como un prestidigitador nos conduce, con sigilo y sin ninguna
inocencia, a una trampa magistral. Valiéndose de la fascinación a la que somos
transportados por estas piezas sonoras, dijes visuales, esquemas melódicos,
articulaciones de vocablos que tremolan y repican, construcciones que ya en sí
mismas constituyen una creación poética de altísimo valor, va colando lo que
podríamos considerar una especie de ética antitética: la confrontación, por
contraste, con aquellos personajes patéticos, desorientados, desmoralizados,
que encarna ese yo que narra, sus peripecias y cavilaciones, sus
comportamientos en los que podemos reconocernos o imaginarnos, actitudes que
nos retratan en nuestros menos confesables momentos, pensamientos que nunca
decimos en voz alta. Porque Revagliatti, como un voyeur, observa y captura
conductas, sin juzgarlas, toma nota de ellas con paciencia de entomólogo y con
sus matices, sus pliegues y singularidades elabora poemas de una llamativa
perfección: certeros, filosos, contundentes, bellos. Y si, también, y sobre
todo, conmovedores. Porque se adivina en ellos la mano severa que exhibe sin
pudores, la mano certera que describe con fidelidad, la mano amorosa que
elabora con comprensión y apenas disimulada ternura.
Viene
junto con es, en
mi opinión, un libro de poesía que se merece ser leído, pensado y vuelto a
leer. En cada lectura encontraremos siempre algo nuevo, algo que nos inquiete o
nos ponga en alerta; despejaremos una duda y se nos abrirá otra. En mi caso un
libro de consulta, que por un largo tiempo permanecerá en mi mesa de luz.
Alejandro Méndez Casariego
_____________
“Viene junto con”, Editorial Leviatán, Buenos Aires, 2023, I. S. B.
N. 978-987-8967-31-8, 112 páginas.
MUESTRA POÉTICA DEL LIBRO
El aguafiestas
Al aire puro y festivo
le aportó su lluvia de verano
esa estructura narcisista no sicótica
que vengo a ser
En algo hay que creer
¿En transpirar la camiseta?
¿En la insobornabilidad de mis delegados?
¿En un lecho clásico, de rosas?
¿En los ajustes de cuentas?
¿En el más acá?
¿En la supremacía de los recalcitrantes?
¿En los valores perdurables?
¿En lo que subyace, en lo que subsume?
¿En el expansionismo?
¿En lo que
viene-junto-con?
*
El mundo que me perdí
Despliegues que me perdí
compromisos que me perdí
aprendizajes que me perdí
equilibrios que me perdí
Demasiado enajené
y lo que enajené
echo de menos
No lloré en su momento:
salí corriendo
tras
lo que
me perdí.
*
Yo sí que tengo algo grosso con la noche
La noche me encima
me compele
la noche me vigila
¿Qué atribuyo a esa vigilancia?
¿Y qué vulnera?
¿Consigue vulnerar por un reclamo ínsito?
¿Dónde se formaliza el reclamo?
¿Es firmado e impartido por quién?
¿Hay un sello?
Está sellada
mi vigilancia
del vigilante.
*
Del claudicar
Como todos
nació sin terminar
Creció sin terminar
de hacerse
No pudo, no aguantó
renunció al infinito hacerse
Y así siguió por siempre
cumpliendo rituales, burocracias
más o menos plagado de ademanes sociales
e impromptus antisociales
cumpliendo con sumatorias onomásticas
esas inevitabilidades propias
de alguien muy cumplido:
inevitabilidades esquivas
a los procesos de terminación.
No habrá ninguneo igual, no habrá ninguneo
ninguneo con mi piel ni con mi voz
Y hasta donde se sabe
este aire tanguero me lo banca
en su indolencia
la testaferro del encono.
*
En un intento
En un intento
por burlarse de mí
objetaron
mi pavoneo
Mi pavoneo
objetaron
burlándose
¡Logrado!
en un solo intento.
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