Wednesday, February 14, 2018

Un poco en la mira


Minificción ottawense de Jorge Etcheverry

A fines de los setenta  una tarde de domingo mirábamos la tele que apaga el ruido que llega de la calle Somerset, a cuadra y media y de repente llaman por teléfono, mi señora responde,  vuelve pálida, me mira un rato con tamaños ojos, después se me sienta al lado, me dice bajito en la oreja para que no escuche la niña, “me dijeron que me iban a matar a mí, a tu marido y a tu hija”, Como ella tiene mejor inglés, llama a la policía. No dormimos mucho esa noche. En la mañana pasa a dejar a la niña a la guardería, yo me quedo tratando de estudiar, tengo que dar los comprensivos de mi máster en algunos días. Suena el timbre. Un señor joven, alto, me dice que es de la policía. “Lo estaba esperando”, digo. Se sienta y sin más preámbulo me dice que se llama XX y que quisiera que le diera información sobre unos compatriotas, N, M, O y sobre P, profesor de filosofía en la universidad donde estudio. Les interesa averiguar sobre los contactos con los Salvadoreños—que están recién llegando—y con el partido comunista de Canadá.  “Si sabe algo o se le ocurre algo, llámeme” y me pasó su tarjeta—que tengo por ahí guardada, creo. Salí y me fui a hablar con cada una de las personas nombradas, se lo mencioné a un amigo que tenía un programa comunitario en español en un canal de TV Él difundió el hecho y leyó instrucciones sobre lo que uno debía hacer en caso de esas visitas. También por ese entonces mi señora y la niña iban de vuelta por primera vez al terruño y yo debía ir a su embajada en Canadá a renovar mi pasaporte porque también tenía que viajar. Me ofrecieron asiento en una oficina lúgubre. Un señor me dijo “Mire, sabemos que su mujer y su hija están en Chile. Si tuviera alguna información que darnos sobre las actividades de la colonia chilena en la ciudad, se lo agradecería mucho”. Pero en esos tiempos uno se conseguía a cartas de ONGs, parlamentarios si podía, para que vieran que si pasaba algo allá aquí se iba a notar. Para terminar, le mostré esto que iba a mandar para que leyeran por radio a José, en el  Starbucks. “Mira Flaco” me dijo,” tai loco, eso no lo van a leer, esa radio es súper cartucha”.

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