Por Marianela Puebla
Los estudiantes rayaron la cancha,
saltaron las barreras de la indiferencia
y la evasión de la tarifa del metro fue el detonante,
la señal primera, la manifestación espontánea,
el despertar de la conciencia de todo el pueblo.
La equidad y el abuso que pedían a gritos ser escuchados,
salieron a la calle movilizando a todos los desposeídos
e invisibles, a los ojos de las autoridades,
a los oídos sordos dedicados a acumular riquezas
y a reprimir al pueblo con la miseria.
La rebelión de la juventud tomó cuerpo en todo el pueblo,
fue la explosión de tanta injusticia,
se hizo sentir alrededor del mundo.
Es una voz que no han podido acallar con Toque de Queda,
Estado de Excepción y de Emergencia, encarcelamientos, torturas,
abuso de poder, asaltos a todo movimiento de protesta.
Ya no es lo mismo de ayer, se alzó la cabeza de la resignación,
se rompió la burbuja en que nos tenían encerrados
y la juventud se atrevió a romper las barreras
de la hipocresía de los gobernantes.
La movilización asustó a la clase alta,
a los empresarios poderosos, aves de rapiña enquistados
en un país vendido al mejor postor,
las calles se llenaron de protestas, cantos, consignas, panfletos,
denuncias a los derechos elementales y a los derechos humanos,
avasallados por los poderosos.
La rebelión de la juventud es un estallido,
un despertar de las conciencias dormidas por un espejismo malévolo
que nos lleva hasta la aniquilación,
a una crisis social en todas las regiones del país
que desbordó ayer en Santiago,
25 de octubre de 2019, una marcha histórica jamás vista
y reconocida en todo el mundo por los medios internacionales:
“ ¡más de un millón doscientos mil ciudadanos!”,
como un rugido que estremeció los cimientos de la oligarquía nacional.
Chile despierta y apunta sus palabras de rechazo a No más abusos,
No más miseria en los hospitales, a recibir un sueldo de muerte,
a comer amarguras y dormir a sobresaltos,
a una educación mediocre, trabajos miserables,
mientras una clase alta y las multinacionales extranjeras
saquean las riquezas de este país llamado Chile.
Llevamos ocho días de este movimiento
que no lo amedrentan las amenazas ni la muerte.
Hasta que el gobierno escuche, haga los cambios necesarios
y nos tome en cuenta como ciudadanos en igualdad.
Hasta ese instante, los estudiantes y el resto del pueblo
podrán volver a sus hogares logrando el Chile que todos queremos.
Chile merece un cambio. ¡AHORA!