Los
años que no perdonan y un otoño frío, con una humedad casi de invierno
chilensis me mantienen encerrado en mi departamento, dubitativo--¿les gusta
esta palabra?. Creo que es primera vez que la uso--.. Pero al fin me pongo una
camiseta, una camisa, un chaleco y un cortavientos que me compré en uno de mis
viajes a Chile y que usé una vez en Angelmó, que queda bastante abajo en el Sur
de Chile al borde un brazo de mar que se cruza para pasar a Chiloé, unas islas
todavía más al sur, esto para beneficio de los hermanos hispanohablantes en
estas tierras boreales que leen esta nota. Que escribo en un local remozado y
con un personal de niñas bastantes simpáticas que atraen a nuevos clientes que
se portan muy bien, gracias a esta grata atmósfera y a un par de bouncers tan
imponentes como eficientes. Aquí se puede disfrutar de una tranquilidad
inusitada en este tipo de establecimiento, en realidad un pub que cuenta
entre su clientela crepuscular y nocturna a una fauna surtida, a varios patos
malos /creo) y a algunas niñas ‘de la vida’ como se decía en mi país cuando yo
era chico, pero independientes y orgullosas, que trabajan con internet y que
andan con matagatos en la cartera o esas bolsas artesanales a que son
aficionadas, todo por una recomendación que le hice una vez a una que me
paró en la calle y me pidió que porqué no la acompañaba unas cuadras porque
unos tipos en auto la venían siguiendo. Esto es una primicia, no se lo cuento a
todo el mundo. Eso sí, se lo mencioné al pasar a una niña nueva, que es básicamente
estriptisera y que me presentó la Guagua, fundamentalmente para que le pagara
unos tragos y se la sacara de encima, ya que por razones de competencia, cuando
se le ocurre que no se ve muy bien o anda medio de maletas, no le gusta que la
vean con otra compañía femenina muy atractiva. Como es el caso de esta niña
cuyo nom de guerre es Frou-Frou La Frog, porque es quebequense, y que
tiene unas piernas extraordinarias, que le empiezan arribita de los pies y le
llegan hasta la ingle. También frecuentan este lugar, mi nueva oficina porque
el otro boliche quebró, Feto Von Thyssen, un inmigrante alemán más o menos
reciente, chato, gordito, muy rosado, de carita redonda y manos chicas, ET
Woodsworth, un gringo flaco, de frente alta, ojos salidos, orejas enormes y medio
tirando a hidrocéfalo por el porte de la cabeza. Esos apodos justifican la
tradicional picardía del latino, parte de los habitués del otro boliche que nos
vinimos para acá en tropilla, como dicen en la otra banda (Argentina).
Y
por supuesto también llega de vez en cuando y de cuando en vez el Apocalipsis
Rivera, a veces solo, a veces con su hermano Deuteronomio, y que a vuelto un
poco a la cristiandad, o canutidad, quizás llevado de la mano por la marea
derechosa y fundamentalosa que todavía pudo elegir al Harper. Antes no me había
dado cuenta de que aquí, como en los países de donde venimos, las modas de
Estados Unidos las seguimos con varios años de atraso, como no se cansa de
afirmar el director de esta página el poeta chileno canadiense Echeverri, que
también llega a veces por acá con Patrick Phillmore, un poeta canadiense,
Arturo Méndez, otro escritor chileno casi de la edad mía, bastante poco
amistoso y que se vino de Baton Rouge en Luisiana después de lo de Catrina,
damnificado, aterrado y sin pega. Un tipo muy raro. No me gusta ni entiendo
mucho lo que escribe en general en esta misma página, pero si por algo salimos
del terruño original—por si no lo he dicho, yo también me vine por lo del golpe
del 73—es porque la democracia consiste, o debería consistir al menos, entre
otras cosas, en el derecho a pataleo. Méndez-Roca puede publicar aquí y yo
puedo decir que no me gusta lo que escribe y el Director no me va censurar lo
que escribo.
Ahora
a Apocalipsis le ha bajado una interpretación del asunto de la vida eterna, que
como se sabe es uno de los conceptos centrales de la religión cristiana. Sin ir
más lejos no hay más que acordarse de eso de “y la vida eterna amén”. Pero no
tan amén, según Apocalipsis, ya que según él no se trata de que Dios haya prometido
la vida eterna, y cita al teólogo Charles Kingsley que en 1855 escribió que el
significado de la palabra ‘AION’
(Siglo, Edad, Era) que se usa en las escrituras, jamás se usa para significar
eternidad o tiempo sin fin, sino que significa un periodo de tiempo. Entonces
pasó a explicar que eso quedaba clarito en el Antiguo y el Nuevo, por ejemplo a
Adán se le habían dado 930 años, siendo que al comienzo Dios había decidido que la vida de
los seres humanos se limitaría a 120 años. También estaba el caso de Noé que habría vivido hasta los
959 años, los 969 años de
Matusalén, pero los sorprendentemente breves 120 años de Moisés
en este contexto. Y ahí entró a
terciar Deuteronomio, que dijo con toda razón, desde ese punto de vista, que
claro está que los designios de la Divinidad son inescrutables y que las
cualidades o empresas por las que premia a algunos seres humanos con una
relativa longevidad son incomprensibles para nosotros los pobrecitos mortales.
Entonces es que miré a mi alrededor para ver si estaba por ahí Jorge o A.
Méndez, sobre todo este último, que siempre está dispuesto a discutir sobre
religión y atacar a los creyentes, como queda de manifiesto en su blog,
bastante atrasadito, Zonagris http://interzonal.blogspot.com/ (a ver si
me paga unas cervezas por la propaganda). Pero los viejos verdes estaban
hablando con las niñas y les estaban contando chistes, por la manera como se
reían. Y les dije que iba al baño y aproveché para escabullirse por la puerta
de atrás
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