Jorge Etcheverry
Si bien el
aspecto humano, psicológico, moral (o ético) y hasta si se quiere espiritual
que deja al descubierto esta pandemia no es nuevo—se manifiesta en cada
crisis—nadie mejor que los grandes exploradores literarios de la condición
humana—dizque—para volver ponerla en el tapete. Inmediatamente después de que
los filósofos mediáticos se pusieron otra vez a discutir el fin del
capitalismo, a raíz de la pandemia, los escritores y escritoras y poetas más o
menos consagrados, en sus diversas variantes, sacaron a luz sus notas,
artículos, reflexiones sobre los tiempos del virus centradas en las
inolvidables obras pertinentes de Camus y Saramago, entre otras, las que
aparecieron en revistas universitarias, de fundaciones, en periódicos virtuales
y en papel, programas de tele, etc. Los dimes y diretes, los trapitos de nuestra
idiosincracia tan acotada y repetitiva, pero que aún puede sorprender a algunos,
fueron sacados al sol, generalmente en nivel culto formal. Qué persona de mi
círculo no leyó, o dijo haber leído, La peste, y el menos conocido pero no menos importante Ensayo
sobre la ceguera de José Saramago.
Cientos de miles. Pero por otro lado, otro escritor contemporáneo, pero no totalmente,
o todavía, en el parnaso, dijo "Me pasa a menudo que hay
gente que dice “Pucha, es como que estuviéramos viviendo en un cuento de
Stephen King” Él dijo “Bueno, lo único que puedo decir es que lo siento'".
Lo que sí aparece en su novela The Stand,
que en algunas traducciones al español se nombra como Apocalipsis, es un poco
eso, en realidad. Un apocalipsis. En la novela, la pandemia trae consigo un
enfrentamiento entre los eternos polos opuestos de la representación humana,
desde los neandertales al
materialismo dialéctico, es decir el conflicto de los siglos, de los
adventistas, maniqueos, etc., entre el Bien y el Mal, lucha que se repite, que
se ve por los medios y que ahora se patentiza en las reconfortantes historias
de la creación del origen y manipulación del virus por parte del ser
humano, aunque desde las trincheras del enemigo. Teorías conspirativas que son
en el fondo la esperanza inconfesada de los que miramos hacia ese abismo y esperamos la
venganza de la naturaleza ultrajada (cómo estamos). Pero si King calza con el
estado de cosas psicosocial, Dean Koontz es quien se dice habría anticipado—no
me gusta usar la palabra “profetizado”—con cierta precisión, e incluso la
ubicación probable del inicio de la pandemia. En su novela de 1981 The
Eyes Of Darkness (Los ojos de la oscuridad”, ya mencionaba a un virus llamado “Wuhan-400”. Lo que resulta notable es que le apuntó más o menos al
lugar donde se habría iniciado la pandemia. Es innegable que el escritor serio
de ciencia ficción está dotado o empoderado para predecir o deducir fenómenos
de este tipo en el mundo contemporáneo. Al hacer ficción y para entretener, no
se mete con la cosa ideológica, entonces pueden asumir una visión más
panorámica y distanciada, aunque sea pesimista y no concuerde con la
sinvacilarmarchación de cada uno. Aunque por ejemplo King es súper progresista.
Pero lo que pasa, y volviendo a la novela de Koontz, es que en general a los
chinos les encanta la ciencia ficción estadounidense y a lo mejor decidieron
instalar su laboratorio en Wuhán después de haber leído la novela del autor. Para
saber cómo el murciélago de marras que transmitió el virus escapó del laboratorio
y se instaló en el mercado donde empezó la cosa, y bajo qué forma, habría que
hacer una sesión de ouija y preguntarle a Bram Stoker. Más ahora, ya que en uno
de los videos de OVNIS que recién dio a la luz pública el Pentágono, se puede
advertir el contorno de lo que parece ser un murciélago gigantesco.
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