En la conferencia
…En la época contemporánea me parece que hay un vacío de lo que bien podríamos llamar “cultura popular”—la niña que tengo sentada al lado cruza las piernas, se baja un poco la falda negra que con ese movimiento se había puesto a trepar por los blanquísimos muslos—en el sentido de un mundo re(de)velado para lo que, podríamos decir, sería un pueblo histórico, al menos dentro de una sociedad capitalista, que se encuentra en expansión global—me vibra el celular en el bolsillo pectoral interno de la chaqueta. Por enésima vez. Le dije que no me llamara, que no iba a andar en nada, que no me iba a pasar nada, que iba a estar en una conferencia—entonces, así viene a ocupar su lugar una nueva “cultura popular”, que me parece que está usurpando en una comercialización sin sujeto las técnicas y los discursos artísticos—la niña de negro sentada a mi lado, se aburre, juega con unos guantes de cabritilla, también negros, que no tienen ninguna utilidad práctica en esta mañana templada tirando a calurosa—y así creo que se produce una mímesis que subyuga al público, pero no devela mundo ni anuncia futuro—esto se está alargando mucho, tengo hambre, tengo que ir al baño—sino más bien liga el inconsciente de las multitudes a las convenciones semánticas, axiológicas y formales del sistema—no me puedo aguantar más, permiso señorita (estoy que me meo).
Sueño y vigila
En el sueño, las posibilidades no existen. Son—amanecí cansado y enfermo, a cada rato en la noche me despertaba para toser y vomitar bilis (creo, por el color)—podemos decir casi sin lugar a dudas de que en el mundo onírico no existe mediación, distancia entre el hombre y su objeto—lo que pasa es que a mi edad, pare evitar despertar en la noche y ponerme a pensar prefiero tomarme una botella, fumarme unos puchos antes de irme a la cama—la cualidad o cualidades del sueño derivadas de lo que decíamos constituyen lo maravilloso—es un buen ejercicio de concentración en la mañana después del primer café o tomándoselo tratar de leer en mala traducción un engorroso artículo de un autor alemán cuyo nombre omito—lo maravilloso es el acontecer, en medio de la realidad, de la coincidencia del ser humano con su objeto, es decir, consigo mismo—ahí sí que me quedé pillo, sumamente contradictoria la frase. A lo mejor soy yo, me voy a tomar otro café aunque el café es diurético y te hace ir al baño a cada rato—En el mundo de la realidad, cuya esencia es el estado de vigilia, lo maravilloso tiene carácter esporádico, fugaz y señalado—qué lata, qué grandilocuente, pero a lo mejor, como decía, es el traductor—Al juntar la máquina de coser y la mesa de disección, podemos, al sustraerlas de su medio natural, verlas a ambas—ya, me cabreaste, me voy al youtube a verme una peli de terror.
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