Jorge Etcheverry
Los humores recorrían las venas y arterias, impregnaban los tejidos de este protagonista, incluso su cerebro mismo. Su piel respondía a las variaciones de la humedad ambiente y llevaba ese mensaje a las terminaciones nerviosas ellas mismas viscosas hasta el instante y lugar mismo de la sinapsis con otras como ellas, donde por un instante florecía la energía eléctrica, pura y seca, luminosa, antes de perderse otra vez en ese miasma acuoso que identificaba ese ser con la otra infinidad de la vida a la postre marítima.
Un científico premunido de todos los adelantos y avances de la ciencia en un laboratorio intocado por las múltiples guerras debido a su auspicio por un consorcio de las mismas corporaciones que financiaban el armamento de las facciones en lucha y que a través de intermediarios les vendían productos de diversa sofisticación y poder de fuego infirió que ese momento electrónico era el que señalaba el nacimiento del espíritu.
En otro extremo del planeta el artista urbano no concilia el sueño pese a dos masturbaciones, la lectura de viejos comics, dos cigarrillos y unas uvas, y se plantea dos interrogantes ¿es acaso el despeñadero de la historia contemporánea eso que aparece en las pantallas, chicas y grandes, y se desbarranca en multitudes sin fin de fanáticos que enceguecidos por la religión se desmiembran, crucifican y decapitan entre sí, avizorando allá en lo alto multitudes de vírgenes, ríos de miel y leche? ¿O pasa simplemente que él va a tener que decidir que el único libro que lo puede entretener o divertir es ése que va a tener que escribir él mismo, pero que nunca podrá publicar?
No comments:
Post a Comment