El paciente escapa de su confinamiento

Jorge Etcheverry

La situación se me presentaba favorable. me había hecho el propósito deescapar tan `pronto como pudiera, pero me habían detenido varias consideraciones. Esa noche no me tomé el calmante. Después de un par de horas desperté con jirones de un sueño dándome vueltas en la cabeza. Había soñado con mi madre. Afuera ya no ladraban los perros. Me levanté sigilosamente y procedí a confeccionar un atillo con mis escasas pertenencias y el mejor traje gris del doctor, que era casi tan flaco como yo y más o menos de mi contextura, y que le saqué de su closet andando en puntillas. Los calmantes que como de costumbre él había tomado antes de dormirse lo mantenían roncando en un sueño comatoso. Desde la pieza de la empleada se sentían vagos murmullos y el crujido ocasional del somier del catre, en las noches yo sabía que dejaba la ventana abierta para que entrata su amante. Cuando yo era niño, casi adolescente, años ates de que me empezaran los síntomas, yo había sentido más de una vez la tentación de salir de la casa familar una mañana tmprano, con un atillo, y echar a caminar por esos caminos ignotos, como un vagabundo, silbando aires populares.