Jorge Etcheverry Arcaya
En un hipotético y muy posiblemente utópico socialismo futuro en los países desarrollados, especialmente de Norteamérica—ya que a la postre se va a tener que implantar el socialismo, o más bien la mecánica social y económica histórica lo implantará—en todas partes, para salvaguarda del hombre y el planeta— va a haber una serie de adaptaciones o particularidades. Porque los procesos socialistas no se hacen en el vacío. Por ejemplo, el color rojo, sagrado para los chinos de antes de la revolución no tuvo problema para seguir ocupando un lugar especial en la simbología cultural nacional, nada más que cambiaron sus connotaciones cuando se le agregó su referencia a la revolución marxista importada de occidente. Así, podemos esperar este tipo de cosas en un socialismo estadounidense. Esto no es tan descabellado, hay bastantes elementos políticos que conjugan teoría y una cierta militancia con décadas de experiencia, dos elecciones sucesivas de primarias demócratas que han mostrado un núcleo importante y creciente de izquierda, aunque aún bastante sectorial y básicamente formado por la pequeña burguesía blanca urbana. Hay además un cierto progresismo por causas determinadas, etno culturales, de género, que si bien no aspiran a un cambio de sistema sino a la equidad a su interior, representan una multiforme y reciente actitud de rebelión con objetivos programáticos movilizadores. Claro que no hay un discurso de izquierda tradicional social y políticamente significativo como en otros países con pasado progresista y proto revolucionario, como Chile por ejemplo. Además, podríamos indicar que por supuesto, un socialismo en Estados Unidos quizás no se enmarcaría dentro del discurso y tradición de los estados socialistas del pasado o incluso contemporáneos, o que pasan por tales, y que se impondría sin un aporte significativo de los cristianos ultra, que tienden a ser derechistas, y que pese a un histórico repunte mundial tienen un futuro no inmediato a la postre incierto, ya que parecen relegados mayormente a las áreas rurales en una tendencia general mundial hacia la urbanización, que conlleva y promueve la secularización.
Podemos suponer, siempre en un tono más bien especulativo y a nivel de sus características por así decir culturales, que un socialismo en EEUU carecería de la pacatería que caracterizó a los soviéticos, ya que sería un socialismo de país desarrollado, cuyas masas están acostumbradas en mayor o menos medida a la satisfacción, la gratificación personal y el consumo, y en un país más bien rico, que no necesitaría inculcar en las gente la necesidad de ahorrar energía erótica o sexual para ponerla en el plan quinquenal o las metas estahanovistas. Además de que los sectores que apoyarían un socialismo contarían entre sus filas a la juventud, que en la Norteamérica anglófona lleva décadas de libertad y experimentación sexual. Porque muchos de los elementos de una "moral revolucionaria" tiene origen especifico en la sociedad y cultura específicos que los producen, aunque sus personeros y voceros menos perspicaces intenten universalizar esos preceptos a todas y a cualquier forma que adapte un eventual socialismo. Es seguro que una ética del trabajo de origen protestante, fuertemente arraigada en la cultura de origen protestante anglófona y anglosajona, seguiría vigente, realzada por la consideración que tiene el socialismo en general del trabajo como una de las principales actividades humana, o la principal. Habría que equilibrar una especie de incentivo para los individuos—muy arraigado en esa cultura— con la necesidad obvia de una cultura del ‘bienestar social’ (welfare), promover el descrédito de las actividades de acumulación pura, que podría asumir la forma de la condena de la avaricia (greed) como fuerza moral y motor del avance económico y social—, e impulsar la perspectiva negativa de la explotación comercial que generalmente tiene una ideología progresista. Todo esto no sería tan descabellado. Debemos recordar que científicos, artistas y deportistas no se generan en el comercio o las finanzas, y constituyen aún hoy parte de las elites incluso en los pocos países socialistas que quedan.
Por otro lado no es condición necesaria que en el socialismo de lo que se trata sea de igualar todos los aspectos de la vida biológica, social y cultural, salvo en las burdas aseveraciones de la propaganda anticomunista. Incluso el atractivo sexual o erótico (sex appeal) determinado por la cultura y los genes, tenderá a obtener más gratificación de los otros entes sexuados de la sociedad de que se trate. Un socialismo no estorbado o deformado por restos de ideologías religiosas, tradicionales o burguesas, bajo el nombre que sea, no tendría el tiempo ni la estrechez de miras para legislar o dictaminar sobre eso. Lo mismo pasa con las calificaciones profesionales, o el talento científico o artístico. El IQ o cualquier parámetro de inteligencia y habilidad no lo nivela el socialismo, lo que sí hace es sentar bases igualitarias y salvaguardar la integridad de todos los miembros de la sociedad, y eso sí que es, por así decir sagrado. La base de los planes de bienestar social y educación y atención de salud, no es tan sólo la gratuidad, sino que también son un derecho para todos los ciudadanos de un estado socialista, que lo que hace en definitiva es administrar para la sociedad y el desarrollo del hombre/la mujer el plusvalor producto de su propio trabajo social.
Así, y esto es obvio, el por ahora utópico (pero quién sabe) socialismo norteamericano tendrá una faz multiétnica, multicultural, multilingüe hasta donde sea posible y sexualmente igualitaria, para lo que ya existe bastante camino andado y pensamiento y práctica política "radicales", como se llama en Estados Unidos a las posiciones avanzadas y progresistas en cualquier terreno, desde el pacifismo y el feminismo, hasta la defensa de los animales y el ambiente, pasando por la promoción y defensa de minorías étnicas, lingüísticas y sexuales, que han tenido múltiples y fragmentarias manifestaciones históricas en el siglo pasado y el actual en Norteamérica, bastante anteriores a su surgimiento en lo que ha dado en denominarse el ‘hemisferio sur’, básica y justamente centrado en el desarrollo y la independencia de las metrópolis, y que debería poder integrarse programáticamente en ese utópico socialismo ‘americano’.
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Paulette C Turcotte