Sunday, March 11, 2018

Cuento, respuesta a "Becas e identidad"

de la autora y traductora polaca, mexicana y canadiense María Borys

Querido Lucho:

Estuve pensando en lo que hablamos ayer. Dijiste que no sabes cómo aplicar para que te den una beca. Que eres viejo, que no tienes un historial patético, teatral o telenovelesco en que sustentar tu necesidad de apoyo económico. Y cuando discutes la problemática de género es porque no te puedes decidir entre escribir un ensayo o una novela. Pero bien lo dice el dicho, mas sabe el diablo por viejo que por diablo. Sentado en este otro bar, con un café irlandés calentándome las entrañas vislumbro el costal de oro al final del arco iris del imaginario de los seguidores de San Patricio: lo que tienes que hacer para obtener tu beca.

Ahora lo que está de moda es la vejez mi Lucho. Si quieres salir de pobre, diséñate uno de esos programas para sacar a los viejitos de su concha.

Actividad propuesta: que los viejitos bailen regetón sentados en sus sillas de ruedas viendo la pantalla – pero que sea pantalla de ordenador y el video de preferencia posteado en facebook, mejor aún si es de esos que se han convertido en virus por el dedo inquieto de los nietos y bisnietos, resultado del síndrome de likeo automático para apaciguar el molesto pingüe notificador.

Objetivos: hacer que fluya la sangre al ritmo de Despacito, que se cansen sus sombras de limitar el presente, que se olviden del hielo de las aceras que les impide, por miedo a resbalar, cruzar el umbral para salir a la fría luz de la verdad.

Metodología: Una tarde gris de primavera, en el cómodo calor chiaroscuro del auditorio de un centro comunitario, con sillas acoginadas para evitar las úlceras de las partes mas nobles y anchas de sus arrugas. Oirán su idioma y se sentirán como en esos tiempos de clarividencia juvenil cuando decidieron cruzar montañas, mares y fronteras sin pensar más que en alcanzar la libertad. Esa libertad que les prometía el norte a través de las canciones pegajosas, de las sonrisas de diamante y melenas de vaselina que invadieron para siempre el imaginario de las pantallas de los cines y las televisiones, mentores de su generación de rebeldes sin - ¿ó con? - causa. Y a cuyo encuentro, empujados por circunstancias fuera de su control, se veían ahora obligados a salir.

Problemática: Corrieron. Huyeron. Simplemente se fueron. Cortaron con lo conocido, de bagaje llevaron sueños y algún que otro recuerdo infantil. Sin pretender serlo, terminaron haciendo de nuevos Colones, seguros hasta el final de haber alcanzado las Indias sin darse cuenta que navegaban latitudes equivocadas. Como a Colón, ni siquiera les ha sido dado el derecho de nombrar su descubrimiento. Ahora que el inexorable paso de los años les encurva la espalda y encanece las rayas, viven olvidados y malinterpretados.

Así que escribe en la propuesta:
Metas a largo plazo: integrar generaciones y estrechar lazos comunitarios.

Indicadores cuantificables: los viejos utilizarán las tecnologías modernas y los jóvenes tendrán más confianza en sí mismos (como siempre han tenido – pero eso no lo menciones, a los burócratas que revisan esas solicitudes no se les permite admitir lo obvio).

No olvides concluir subrayando que el mismo programa tiene potencial de generar efectos multiplicadores, como el de los cinco panes y dos pescados que alimentó multitudes hace un par de milenios. Pero eso último tampoco lo menciones, a los burócratas se les ha prohibido recordarlo y - parafraseado - será útil para el reporte final.

Te aseguro que te darán la beca.
Y mientras esperas su respuesta, te invito a tomarte un vino conmigo en este bar.

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