Querido Lucho:
Estuve pensando en lo que hablamos ayer. Dijiste que no
sabes cómo aplicar para que te den una beca. Que eres viejo, que no tienes un
historial patético, teatral o telenovelesco en que sustentar tu necesidad de
apoyo económico. Y cuando discutes la problemática de género es porque no te
puedes decidir entre escribir un ensayo o una novela. Pero bien lo dice el
dicho, mas sabe el diablo por viejo que por diablo. Sentado en este otro bar,
con un café irlandés calentándome las entrañas vislumbro el costal de oro al
final del arco iris del imaginario de los seguidores de San Patricio: lo que
tienes que hacer para obtener tu beca.
Ahora lo que está de moda es la vejez mi Lucho. Si
quieres salir de pobre, diséñate uno de esos programas para sacar a los
viejitos de su concha.
Actividad propuesta: que los viejitos bailen regetón
sentados en sus sillas de ruedas viendo la pantalla – pero que sea pantalla de
ordenador y el video de preferencia posteado en facebook, mejor aún si es de
esos que se han convertido en virus por el dedo inquieto de los nietos y
bisnietos, resultado del síndrome de likeo automático para apaciguar el molesto
pingüe notificador.
Objetivos: hacer que fluya la sangre al ritmo de
Despacito, que se cansen sus sombras de limitar el presente, que se olviden del
hielo de las aceras que les impide, por miedo a resbalar, cruzar el umbral para
salir a la fría luz de la verdad.
Metodología: Una tarde gris de primavera, en el cómodo
calor chiaroscuro del auditorio de un centro comunitario, con sillas acoginadas
para evitar las úlceras de las partes mas nobles y anchas de sus arrugas. Oirán
su idioma y se sentirán como en esos tiempos de clarividencia juvenil cuando
decidieron cruzar montañas, mares y fronteras sin pensar más que en alcanzar la
libertad. Esa libertad que les prometía el norte a través de las canciones
pegajosas, de las sonrisas de diamante y melenas de vaselina que invadieron
para siempre el imaginario de las pantallas de los cines y las televisiones,
mentores de su generación de rebeldes sin - ¿ó con? - causa. Y a cuyo
encuentro, empujados por circunstancias fuera de su control, se veían ahora
obligados a salir.
Problemática: Corrieron. Huyeron. Simplemente se fueron.
Cortaron con lo conocido, de bagaje llevaron sueños y algún que otro recuerdo
infantil. Sin pretender serlo, terminaron haciendo de nuevos Colones, seguros
hasta el final de haber alcanzado las Indias sin darse cuenta que navegaban
latitudes equivocadas. Como a Colón, ni siquiera les ha sido dado el derecho de
nombrar su descubrimiento. Ahora que el inexorable paso de los años les encurva
la espalda y encanece las rayas, viven olvidados y malinterpretados.
Así que escribe en la propuesta:
Metas a largo plazo: integrar generaciones y estrechar
lazos comunitarios.
Indicadores cuantificables: los viejos utilizarán las
tecnologías modernas y los jóvenes tendrán más confianza en sí mismos (como
siempre han tenido – pero eso no lo menciones, a los burócratas que revisan
esas solicitudes no se les permite admitir lo obvio).
No olvides concluir subrayando que el mismo programa
tiene potencial de generar efectos multiplicadores, como el de los cinco panes
y dos pescados que alimentó multitudes hace un par de milenios. Pero eso último
tampoco lo menciones, a los burócratas se les ha prohibido recordarlo y -
parafraseado - será útil para el reporte final.
Te aseguro que te darán la beca.
Y mientras esperas su respuesta, te invito a tomarte un
vino conmigo en este bar.
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