La
Alameda que es una calle de Santiago, para que sepan, y que se esboza en
sueños, amplia y gris, surcada y acribillada de historia, que en boca de
alguien esperaba volver a abrirse, a multiplicarse. Y en una de estas,
Salvador. Mientras tanto en la noche y el sueño es un hilo más en las babas del
dormir del cuerpo que reacciona a esas andaduras del cerebro que se mueve en
esos ámbitos y moja la almohada con sus babas usando a ese mismo cuerpo. Una
luz anaranjada se nos mete entre los párpados y anuncia el día. Retrocede la
noche achicharrada pero no derrotada, nos dice “en unas horitas más nos vemos”.
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Despertar del adicto
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