Jorge Etcheverry
Un aspecto relacionado con la
democracia es, por supuesto, la cultura, que, si se pasa a concebir como
opuesta o ajena a la naturaleza—natura versus cultura— por razones lógicas,
vendría a ser equivalente de la muerte. Pero no nos salgamos del tema. Uno puede afirmar
que en cualquier país, e incluso en éste, debe haber entre 3000 a 4000 poetas
vivitos y coleando, y este número es una estimación muy cauta, conservadora. He
leído por ahí que en un año determinado—no me acuerdo exactamente—se habían
publicado unos 40.000 libros. Yo estaba hablando el otro día con un amigo poeta
chileno, que vive aquí desde hace décadas y que casi se considera escritor
profesional, aunque no mucho, a pesar de tener una cierta cantidad de seguidores
en el Glebe, sector donde reside. Se trata de un barrio que en algún momento fue más bien
artístico, de estudiantes, artistas y gente más o menos marginal o progresista
y ahora es un sector casi opulento, de sofisticado comercio, habitado
principalmente por una clase media acomodada de esta capital nacional de Canadá, Ottawa, pero que siéndolo, no es para nada una de las ciudades más grandes
del país. Bueno, cuando le mencioné a él estas cifras, casi se tambaleó, y
mirando alrededor como si buscara un punto de apoyo me dijo en inglés (por
supuesto que con su fuerte acento):..." En mi generación, a la que yo
pertenezco, eso es, la de los tipos y las chiquillas de fines de los de los años sesenta del siglo
pasado, había alrededor de 40 poetas
reconocidos y eso ya era demasiado." Y como él no
es una persona dotada de muchas gracias sociales, y por eso se lo pasa solo la
mayor parte del tiempo, a pesar de que le gusta, como a todo buen
latinoamericano, la gente y la conversación, siguió alargando su intervención..."en una
antología del cuento contemporáneo chileno--en la que dicho sea de paso yo
estoy representado, a pesar de que yo soy básicamente poeta--", continuó
con un tono bastante seco y un poco pedante " y eso que va de l973 a l983,
hay sólo 33 narradores....". Tragó saliva, tosió con tos de fumador, se
aclaró la garganta antes de continuar. Y entonces fue que yo me acordé de que
tenía una cita en el banco, sorbí apresuradamente el resto de mi café y salí
del restaurante después de pagarle ambas cuentas a la camarera, ya que mi amigo
parece andar un poco corto de fondos en estos días.