TÁNGER, Jorge Etcheverry, Ediciones Documentas/Ediciones Cordillera, Santiago-Ottawa, 1990,105 pp. NAÍN N0MEZ
Tánger es un poemario que consta de los largos textos: Tanger y La bruja. Aquí nos ocuparemos sólo del primero por motivos de espacio. Ciertos caminos y obsesiones del autor aparecen reiterados, pero de manera mucho más fragmentada que en sus otros libros, El evacionista y La calle. Esto se debe a la funcionalidad movible y a la dispersión textual enfatizada por la falta de marcas separatorias entre un "poema" y otro (Título, número u otros límites). ¿Qué nos presenta Tánger?. Se nos muestra como el escenario de un abigarrado mundo por el cual pululan ciudades exóticas, puertos, pájaros y en cuyo desplazamiento interviene un narrador que de vez en cuando marca su presencia con disquisiciones y reflexiones, como un cronista sentencioso. Las apariciones plásticas y de un cierto tinte pictórico de los escenarios, son reconversiones de esta especie de viaje onírico que emprende el narrador (o los narradores), para situar una experiencia con el mundo, aparentemente exógena (Tánger, lo exótico, los puertos), pero que interpela directamente (con ironía) a un cierto vacío de ser y de estar en el mundo: "Seamos pues como esas gaviotas, rompamos el cristal del aire con nuestros gritos agudos. Seamos pues como esas gaviotas, abarquemos todos esos espacios, al sobrevolar (que lo hacemos) los techos de las instalaciones y casas de los puertos.".
Este desplazamiento le sirve al narrador (individual o colectivo, hombre o mujer, joven o viejo), para movilizar su voz espacial y temporalmente, trabajando diferentes ejes lingüísticos: Interpelación, apelación, descripción, afección, profetización. Dos elementos le sirven a Etcheverry para recomponer estas piezas sueltas y crear un mundo movible que se diluye y reencuentra permanentemente: la enfatización y reiteración de ciertas imágenes que van fijando la dirección del mundo exterior y el doble carácter del hablante vuelto irónicamente hacia sí mismo o volcado sentenciosamente sobre la realidad del mundo externo. El primer elemento se asienta sobre un gozne abierto hacia lo otro, el plano puramente sensorial: aves, graznidos, puertos, aduanas, playas, montañas, rocas, mareas, etc. El segundo está hecho de disquisiciones y apuntaciones del narrador, tales como: A eso volveremos más adelante, I esto nos enfrenta a un serio problema humano. “Aquí también se trata de tocar lo que les importa a Uds” “Este es el sentido de este canto”, “hablo de cosas lejanas”.
El hablante señala que a pesar de no pertenecer a esta especie, el papel de cronista o fotógrafo me depara un lugar en esta sociedad y este papel es el que asume alejando los hechos que se recubren de una pátina onírica y distanciada. Tánger se hace así, un rompecabezas cuyas piezas sólo encajan de una manera marginal, casi encubierta: “Sólo podemos tocar el ángulo de las cosas con este rápido lenguaje”.
Puro pretexto de una búsqueda que aleja lo próximo para mostrar la huella de su imperfección, de su contradictoria nemotecnia de montaje. Desdoblamiento, fragmentación, ilusión de avance y retroceso. Contradictoria afirmación y negación del yo, del otro y de la realidad que sostenemos: “Hay ciertas cosas que no pueden hacerse sin decirse en el mundo de todos los días, sobre todo en un país como éste. Me parece que me imagino a esa niña, sólida y muy alta, desnuda en las mañanas como una ballena varada en la arena de las sábanas, o de pie, la piel naranja y el pelo y vello rojizos, como otra (y definitiva) estatua de la libertad. Es por eso que siempre trato de mantenerte alejado de mis mujeres”.
Obra interesante la de Etcheverry, tanto por sus búsquedas formales y temáticas, como por su buceo en las motivaciones primarias del inconsciente, desde donde afloran nuestros deseos y anhelos más auténticos y también más reprimidos.
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