Jorge Etcheverry
La razón cuando
sueña en una de estas no pare monstruos—solo incita y trae entidades a la
postre reales—enhebrando frisos de lo que algunos desde la racionalidad
económica llaman recursos naturales—entes que se dan a luz en ese sueño de la
naturaleza—y que se manifiestan en nuestro plano, perdónenme la cursilería, no
hice este lenguaje. Las alas de los pájaros cubren casi todos los sueños
últimamente. De la memoria surgen casi al despertar variados gritos de
canillitas desaforados voceando periódicos—ya no existen
Mezcladas
en torbellino con otras voces que anuncian mariscos en playas del norte —o
hilvanan coplas—mientras el tiempo se alarga como pasa en los sueños, no se
crean. El camino habitual y establecido por centurias nos fuerza a ir desde la
multiplicidad de los detalles a la en apariencia sólida abstracción que
abarcaría—dizque—todos esos detalles. Parece que hemos elegido el camino
contrario
Seguimos
la vía opuesta a la que predicaban los apóstoles de la súper conciencia—o de
esta última a secas—en lugar de fijarnos en el aquí y en el ahora
constantemente, para evitar el vagabundeo de la mente que convierte toda nueva
experiencia en rutina, nos dedicamos en nuestras horas de rodaje urbano a
componer estas líneas y otras cosas—mientras a nuestro costado y al frente se
multiplica la gente y pasan raudos los autos u otros vehículos a escasos
metros.
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