Jorge Etcheverry Arcaya
En términos filosóficos y
anticipándonos a variadas elucubraciones e interrogantes, sobre por qué prestar
atención a escatologías, concepciones de mundo, teorías conspirativas y cultos,
implicando así que tendrían cierta solvencia y que entonces tendríamos que, de
algún modo, aceptar creencias, doctrinas e incluso prácticas que no lo merecen,
sino debieran estar confinadas al desván de la historia del pensamiento y las
religiones, es que declaramos que:
Como miembros del Comité had hoc
del CRC debemos responder que muchas veces observaciones y comentarios en
términos parecidos no provienen de la así llamada “comunidad científica”, sino
de personeros o portavoces de otras concepciones tradicionalmente establecidas,
que si bien gozan de un gran prestigio institucional y económico, habiendo
llegado en momentos de la historia a dictaminar el destino no ya de los
individuos, sino de naciones enteras, tienen el dogma, por ejemplo, de una
creación del universo en siete días, muchas veces en forma no simbólica, sino
literal; el derecho a un número determinado de vírgenes después de nuestro paso
a mejor vida, etc. Incluso, y siempre en las masas de creyentes, la Divinidad
habría creado al Hombre a su imagen y semejanza, es decir que Dios tiene el
aspecto de esa cara que los enfrenta todos los días desde el espejo cuando se
lavan la cara o los dientes. Científicos
observantes de estas mismas religiones, digámoslo de frente, se atreven a decir
que esa instancia divina suprema elige impartir la racionalidad de las leyes
físicas en el universo y se reserva la prerrogativa de interrumpirlas cuando
así lo estime conveniente a través de sus milagros, instaurando así una verdadera
esquizofrenia en el seno del pensamiento científico.
Entonces, lo que distingue a las
afiebradas escatologías conspirativas u ocultistas, o cultos, de las iglesias
de las religiones preponderantes tradicionales, es que estas últimas controlan
en forma casi monopólica las instituciones religiosas, y por tanto económicas,
en gran medida políticas, culturales y educacionales a nivel mundial. De ahí
que no tenga la menor justificación la condena y el ridículo, la persecución
que esas descabelladas y acomodaticias concepciones del mundo prevalecientes,
ejercen y ha ejercido sobre esas otras, minoritarias, marginales y clandestinas,
pero que no han podido exterminar en siglos de quemas, torturas y cuasi
genocidios,.
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