Caballo de Troya

Jorge Etcheverry

“Esa mujer es la única que conoce los teje y manejes, fue un error dejar en sus manos la dirección del proyecto”, dijo uno de los asistentes en su inglés imperfecto. Era una reunión sin traductores ni intérpretes, no había mecanismos de registro, ni videos, ni web casting, ni secretarias de piernas largas. Los asistentes no tomaban notas. Alguien dijo “Teníamos que haber anticipado las consecuencias, una mujer latina de antecedentes políticos inciertos, cuya vida escolar y académica había sido apoyada por eso mismo, contando, además de su nivel de formación y antecedentes, con la gratitud que tendría hacia nosotros ella, como persona del margen, del sexo femenino, y además de una minoría étnica, a la que se le da una única oportunidad para ejercitar su inteligencia y capacidad experta en un proyecto de este tipo, se suponía que debiera haber estado agradecida de haber llegado a una situación que para millones de mujeres de minorías sería un sueño…”. Era la voz de un hombre de mucha edad, que mostraba en sus tirantes facciones innumerables intervenciones quirúrgicas de cirugía plástica, y que muchos reconocerían por haberlo visto en los medios, o en las redes alternativas, ligado en algunos sitios web a Davos, los Illuminati, incluso a los extraterrestres zoomorfos que en su vida privada vuelven a su forma de reptiles, y que además era citado como colega y compañero de Rothschild en su administración secreta del mundo, y que ahora estaba diciendo que asumir estereotipos era siempre peligroso, que también habían considerado que, dados estos antecedentes, esta promoción la haría más fiel, más manejable, ya que no representaba a ningún grupo de intereses especiales, estaba fuera de los juegos políticos que, digámoslo de frente, existían al interior del Consorcio. Pero que en realidad ellos no habían contado con que esta mujer pudiera abrigar una potencial solidaridad con los otros sectores marginalizados que ella no habría dejado de percibir en este sistema, que digámoslo de frente, reconozcámoslo, margina y discrimina. Esto había sí que había sido una ligereza imperdonable.

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