Jorge Etcheverry Arcaya
Las lecturas son sumamente personales como experiencia. Incluso suponiendo una pantalla gigante que proyecta textos institucionalmente aprobados frente a una multitud que tiene que repetir en voz alta y al unísono esos lemas, mandamientos, principios, los ojos y el cerebro que leen son individuales y no se pueden transferirs. No hay uniformización, nivelación, socialización de la lectura que pueda abolir este hecho. Para imponer un discurso valórico presente la imagen, la estatua, el muro, el retrato pueden ser eliminados del paisaje visual. La justificación, la universalización del estado de cosas ideológico actual para hacerlo proyectarse hacia el pasado y el futuro insondables tiene que ser parte de un discurso, que no tiene que ser necesariamente explicatorio. Ese discurso es imprescindible. Entonces es aparente la necesidad de ese discurso, que a su vez para ser permanente tiene que convertirse en texto, que implica la experiencia individual e intransferible de la lectura, donde todo puede pasar. Lo que rompe el ciclo tautológico de la pretensión universal y absoluta de la ideología/discurso dominante. Pero a la vez, las lecturas se hacen en un contexto social, regional, comunal, político, cultural, implican expectativas sobre tradiciones, la existencia de espacios concretos, objetos mercantilizables impresos o no, la presencia de círculos de protagonistas sociales, detentadores/otorgadores de poder, portavoces. Entonces el sentido por así decir directo o diccionográfico o léxico de la lectura se ve modificado, su importancia casi suplantada por los factores situacionales que necesita y que la cobijan, elementos de valor agregado al sentido. Entonces la lectura se encuentra como centro de un entramado institucional, entendido como una pugna/encuentro/equilibrio temporal de diversas “instancias” simbólicas/fácticas. Centro porque todo discurso emitido termina en la lectura. En general, se leen discursos que son producto y hasta cierto punto reflejan esas condiciones, Comúnmente los discursos leídos y legibles no están muy alejados de la convención, quizás solo lo suficiente como para crear un perfil, que tiene que ver cada vez en mayor medida con la constancia de un estilo o temática, una carrera prolongada y más o menos pública, etc. Los entornos sociales crean expresores/reflejadores de esas condiciones, centros de (relativa) atención social, que pueden ser intercambiables, y donde inciden elementos tales como el aspecto físico, etc.
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