Wednesday, January 26, 2022

Bibliotecas, piernas y dependencia

Jorge Etcheverry

Publicado en Herederos del caos


Cuando comencé a observar más y no vivía tan rápido, es decir cuando comencé a acercarme a la madurez, rápidos cambios empezaron a manifestarse en la geografía de mis antiguos territorios.  Que no son míos.  Es una manera de hablar.  Más exactamente, alguna vez fui expulsado de los mismos de una manera de la que prefiero no hablar.  Iba todo el tiempo a la Biblioteca Pública.  Vivía en el centro, donde la comida, el trago, las estampillas y la locomoción estaban a mano.  Yo, el mismo que en años pasados acarreó su osamenta por terrenos mucho más accidentados, por pantanos pestilentes.  Pero fue allí (no en los pantanos, en la Biblioteca), que un libro cayó en mis manos de la manera más casual.  En ese entonces hacía que trabajaba en una recopilación detallada de los títulos y temas de unos libros que me interesaban sobremanera, pero seguía cada movimiento de una niña que trabajaba allí y que arreglaba, utilizando una escalera portátil de tijera, el desorden que dejaban los estudiantes secundarios que, bajo el pretexto de hacer tareas, utilizaban la Biblioteca como un campo para su concupiscencia furtiva y marginal. En este hemisferio norte, gracias a sus ingresos y su número crecientes, estos jóvenes me han expulsado de las tabernas que frecuentaba antes.  Pero ése es otro capítulo.  En esa época yo andaba con anteojos negros y en la biblioteca, en mis mañanas de desempleo, miraba a esa niña y sus piernas, allá arriba, encaramada en la escalera portátil, cuando de repente el título en letras rojas de un volumen encuadernado en negro asaltó mi imaginación, haciendo que eruptara en mi cabeza una marejada de pasados estudios en otros Templos del Saber, como un volcán que diezmara una islas densamente pobladas.   "Dependencia y desarrollo", rezaba el título, por un autor con un nombre ustedes no podrían pronunciar, cuya fama se disolvió hace algunos años, y cuya misma existencia es negada por algunos. Estudioso de las ciencias sociales en la década de los sesenta, acostumbraba a decir que si bien el Centro se mueve lentamente, la Periferia se mueve bastante más rápido. Desde que volví a encontrar ese libro, he tratado de imprimir a los movimientos de mi vida cotidiana un ritmo frenético que hacía mucho que había desaparecido, lo que es muy duro para mi estado físico actual.  Lo soporto en silencio.  En busca de un vínculo con mi vida pasada y llevado por un espíritu de deber moral, eso es lo menos que puedo hacer.

 

 

 

 

 

Tuesday, January 25, 2022

Cronometría

Jorge Etcheverry

 

las horas en la mañana se estiran

como zarcillos lánguidos a eso de las doce

se comienzan a secar no importa cómo

tratemos de  que sigan húmedos

de hacer esas horas un

poco más fructíferas, para que sigan corriendo

llenas de contenido datos e ideas como niñas que corren corren

en sus faldas en el pelo llevan lo ya mencionado

miríadas de hojas multicolores

otoñales

Es inútil

el cuerpo pide la siesta

después las horas se van acortando recorren

con frió las calles heladas de

las neuronas y

desaparecen en la noche pero ojo

el reloj geocéntrico marca la hora

del  despertar de la otra niña

la luna que va a poblar

de minutos preñados las praderas

las ciudades del sueño


 

Paella

 Jorge Etcheverry

En la variedad está el gusto

Todas la comida por los Cuatro Costados del Mundo

Genera versiones locales según sean los recursos la naturaleza la tradición el nivel económico

Entonces no se trata de gusto sino de necesidad

La empanada la somosa hindú el pierogí polaco son tantas otras réplicas de la misma idea básica:

Una envoltura de masa frita horneada o cocida rellena con algo.

Por ejemplo pude ver en Roma que la trippa alla romana es lo mismo que en Madrid los Callos a la madrileña y en Chile las guatitas el mondongo en Colombia.

En Chile hasta donde yo sé se conserva la carne con sal, no es para menos  con esa tremenda costa, en América del Norte el charqui (Jerky) que hacen es más bien dulzón, por lo menos por donde vivo yo.

Y qué me dicen de todas esas variaciones de que hablábamos

Dictadas por las necesidades del lugar de que se trate, de la gente de que se trate.

Ahí tenemos otra vez como ejemplo a la cazuela criolla, la cassoulet francesa, la olla podrida española, más o menos el mismo principio aunque los ingredientes cambien.

En el fondo se mete en la olla lo que sea, lo que haya, lo que nos sobre, lo que podamos conseguir, desde los restos a medio podrir hasta las presas compradas en las carnicerías o pescaderías de lujo.

El Bouillabaisse francés no es más que una simple sopa de pescado.

En fin quiero hacer un paréntesis para decir que hay muchos artistas o escritores que le pegan a la cocina, no me sorprende, en el curso de las décadas me ha tocado conocer a varios.

El conejo escabechado de Raúl Ruiz que iba con champaña, las empanadas del Leutén Rojas, un cineasta chileno que vive por acá y que creo que si se digna hacerlas serían las mejores que hay en la ciudad.

Una cazuela o puchero o charquicán en el departamento de José María Memet a comienzos de los 2000, creo que en el 2003. Manuel Jofré que en paz descanse hacía un pollo asado al que le sacaba todos huesos, les juro, el Urbina tenía toda una biblioteca gastronómica invitaba gente y uno tenía que conversar con él en la cocina mientras guisaba.

Los seres vivos revolotean, surcan las praderas que quedan, se escurren por los bosques y se tapan con el agua de los mares y los ríos

Ante nuestra voracidad y no es que seamos ajenos a su tragedia

En mi caso personal y entre los platos que he tenido que cocinar no tan sólo para ocasiones sociales, culturales y políticas—llevo décadas cocinando y cocinándome—está la multifacética paella

Hay un abanico o calidoscopio de recetas para todos los gustos por todos lados, muchos dicen que su receta es la ortodoxa, la original, la verdadera.

Yo corto pollo en cuadritos, un poco de chancho, lo mismo, chorizo, por supuesto los mariscos los moluscos, hiervo los choritos, sino se abren los echo a la basura porque quiere decir que están muertos—a muchos les gusta hacer una paella en la que ponen los choros con su concha, a mí no, aunque así se pierde bastante en la presentación

Pongo las verduras picaditas, zanahoria, pimentón, por supuesto ajo y cebolla en el fondo de la olla y las frío un poco después les agrego el arroz y el agua hirviendo.

Mientras frío un poco el chancho y el pollo en otras sartenes o pailas y con diferentes aliños, infaltable el comino para el chancho, el cilantro en general. A los camarones los pelo antes de freírlos también un poco, hago un caldillo concentrado con sus cáscaras y cabezas y después se lo echo al arroz.

Depende del chorizo que sea le saco la grasa un poco en una sartén sin aceite—los calamares en tiras, los ostiones y otros mariscos se fríen un poco también con su correspondiente aliño.

A todo esto.

El arroz bulle, entonces empiezo a echar a la olla todos los componentes y un poco de vino blanco, un poco de ají, orégano, hojas de laurel, o azafrán, curry, salsa de soya, depende de para dónde quiero ir con el guiso.

Dejo que todo se vaya cociendo a fuego bajito hasta que el agua se consume, el cálculo del agua lo hago al ojo, como el de todo lo que ocupo y los ingredientes, que se pueden sustituir, disminuir, lo mismo el aliño, siempre al ojo.

La presentación no es mi fuerte, el resultado se ve como una masa de color indistinto y cuando llevo esta paella a alguna parte les digo que no la recalienten de más porque se seca, me ha pasado.

No he tenido últimamente ni creo que tenga la ocasión de cocinar esto por razones atendibles, la pandemia, vivo solo, no es que esté tocando el violín ni haciéndome la víctima.

Buen provecho

Saturday, January 8, 2022

Orígenes de un vino italiano que se toma frente a la tele

Jorge Etcheverry
Me siento frente a la tele para ver si dan alguna película europea en el canal francés con cubitos de queso a la mano, tajadas de salame, unos chocolates, y esa botella de vino italiano que me pasó a dejar Doña Chepa el otro día a la oficina, que en realidad no es “oficina”, es un cubículo. Se trata de un mosto bastante bueno comparado con otros, y quizás caro, pero de gusto más o menos nomás, un poco dulzón, parecido al que los italianos de la ciudad fabrican en sus alambiques caseros, y bastante parecido a ese un mezzo litro di vino rosso de la casa signora que había pedido cuando me había juntado con ella en ese restaurante italiano porque me queda casi al frente y entonces no tenía que estar sacando el auto, y esa vez ese fulano joven que ella había presentado como su hermano también se había sentado con nosotros por unos minutos, había intercambiado conmigo unas cuantas palabras comunes sobre el tiempo, bastante adaptado a país se lo notaba, pese a lo joven, casi no tenía acento y parecía muy natural con ese tipo de cháchara que la gente emplea aquí para sacarle el cuerpo a los temas peliagudos o a cualquier tema o simplemente para enfrascarse en una conversación neutra y así ser corteses y dejar pasar el tiempo. El tipo, harto más joven que la Chepa y con el pelo muy moreno y erizado en un corte de pelo tipo escobillón me había estado mirando todo el rato, con los dedos cruzados, y me sonreía de vez en cuando con una boca llena de dientes, muy blancos y sanos, hasta que se levantó un poco abruptamente y me tendió una mano “me tengo que ir, ya nos vemos por ahí” “Chao Chepa” y le dio un leve y apurado beso en la mejilla antes de perderse rápido con sus pasitos cortos de petiso.
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Friday, January 7, 2022

Asalto con visibilidad mediática

 Jorge Etcheverry

Cuando estoy aburrido, a veces me entretengo acordándome de situaciones divertidas o ingeniosas, diálogos, a veces meras frases, de libros o películas. Justamente se me vino a la cabeza esa frase de una novela de ciencia ficción que leí hace años; “La niña que estaba enchufada”, de James Tiptree Jr. Un piloto que ha sido raptado y a cuyo avión siguen otros de la Fuerza Aérea que le disparan preliminares, de advertencia, le dice a su captor “Mire, ¿serí…
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Thursday, January 6, 2022

TIC

 Jorge Etcheverry Arcaya

BIP, textear, iPad
nombres que deletrearemos con las yemas
desde figuras bidimensionales
en las pantallas cada vez más lisas, pequeñas y delgadas
dotadas de vida propia
Hemos elaborado un saber apto para trogloditas
bit, información, saturación, esquema.
No todos podrán entender la idea de esos nombres
sin pasar por el dolor crucial del alfabeto
cuando seamos capaces de sofocar toda vida en la tierra
a través de las manos automáticas de tanto joven
y no tanto
de ojos sin brillo,
de diminutos lóbulos frontales
que enarbolan sus pantallas portátiles
Una nueva era se abrirá para nosotros.
Puede ser arte

La poesía de Claudia Ainchil

  Luis Benítez   La poeta, escritora y periodista argentina Claudia Ainchil nació en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.  Libros de poesía p...