Jorge Etcheverry
las horas
en la mañana se estiran
como
zarcillos lánguidos a eso de las doce
se
comienzan a secar no importa cómo
tratemos de
que sigan húmedos
de hacer esas
horas un
poco más
fructíferas, para que sigan corriendo
llenas de
contenido datos e ideas como niñas que corren corren
en sus
faldas en el pelo llevan lo ya mencionado
miríadas de
hojas multicolores
otoñales
Es inútil
el cuerpo
pide la siesta
después las
horas se van acortando recorren
con frió
las calles heladas de
las
neuronas y
desaparecen
en la noche pero ojo
el reloj geocéntrico
marca la hora
del despertar de la otra niña
la luna que
va a poblar
de minutos
preñados las praderas
las
ciudades del sueño
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