María
Amelia Díaz responde ‘En cuestión: un
cuestionario’ de Rolando Revagliatti
María Amelia Díaz nació
el 24 de marzo de 1947 en la ciudad de Ituzaingó, provincia de Buenos Aires, la
Argentina, y reside en la ciudad de Castelar, en la misma provincia. Es maestra
normal y Bibliotecaria profesional. Cursó, además, estudios en el Instituto
Nacional del Profesorado. Coordina talleres literarios y ciclos de poesía, y
también dicta conferencias sobre temas de la escritura. Ejerció como Presidenta
de la Sociedad Argentina de Escritores en la sede Oeste Bonaerense. Obtuvo
premios —algunos, por su trayectoria— y menciones, entre 1977 y 2019, y entre
2008 y 2017 participó en ocho encuentros, provinciales y nacionales, de
escritores. Fue incluida, entre otras, en las antologías “Convivencias” (I, II, III), “De
gritos y silencios” (IV, V, VI, VII), “Poetas
sobre poetas” (I, II, III, IV), “Sin
fronteras” (Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, México), “Antología de poetas de Morón”, “Poesía argentina contemporánea” (Tomo
XXIV), “Palabra y misterio”, “Anthology of Argentine Poetry” (en
China). Publicó el volumen de cuentos “Historias
de mujeres desaforadas” (1ª Mención Faja de Honor de la SADE, 2015), y los
poemarios “Cien metros más allá del
asfalto”, “Para abrir el paraíso”,
“Las formas secretas”, “La dama de noche y otras sombras” (Mención
Honorífica Poesía, bienio 2008-2009, Ministerio de Cultura de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires, 2016), “Para
justificar a Caín”, “Pequeña
antología”, “Extranjeras a la
intemperie” (volumen compartido con Susana Cattaneo) y “No lugares y otros territorios”. Su libro inédito “Patio de atrás” recibió el 2° Premio de
la Fundación Argentina para la Poesía.
1: ¿Cuál fue tu primer acto
de “creación”, a qué edad, de qué se trataba?
MAD: Soy una creativa nata, mi cabeza está siempre funcionando a mil sobre cosas
que puedo hacer, lástima que el tiempo no alcanza. Como me crié en un barrio
del Gran Buenos Aires, había mucho espacio, muchos terrenos baldíos donde
inventarse una selva, muchas montañas de arena donde crear casitas, muchos
árboles donde treparse y creerse una protagonista de los cuentos de Hans
Christian Andersen o Charles Perrault que consumía a diario. La lectura me
fascinaba aun antes de saber leer, ahí mi imaginación volaba. En cuanto a
escribir, se fue dando naturalmente y de a poco, desde la primaria, poemitas
con rima, que escondía.
2: ¿Cómo
te llevás con la lluvia y cómo con las tormentas? ¿Cómo con la sangre, con la
velocidad, con las contrariedades?
MAD:
Me encanta la lluvia, me lleva a un espacio
íntimo y recogido del alma, y a la época en que con mi hermana hacíamos
barquitos de papel para que navegaran en los charcos, en las zanjas; todavía me
gusta mirar por la ventana cuando llueve y ver cómo se forman globitos sobre el
patio. Y las lluvias tienen que
ver con las tormentas, claro.
Las tormentas, con sus rayos y truenos,
me resultan un espectáculo grandioso donde se advierte a la naturaleza desplegando todos sus poderes, quizá para recordarnos que los humanos no somos
tan importantes como nos creemos. A
veces, a costa de los sufrimientos que acarrean.
La sangre puede ser el símbolo de la vida
o de la muerte —igual que las tormentas—, por eso es roja y pasional.
La velocidad me agrada, y moderada, sólo
arriba de un vehículo; aplicada a la vida, me desconcentra, igual que las contrariedades,
pero a estas hay que aceptarlas porque no nos queda otra, y tratar de
enfrentarlas, y lo mejor: vencerlas.
3: “En
este rincón” el romántico concepto de la “inspiración”; y “en este otro rincón”,
por ejemplo, William Faulkner y su “He
oído hablar de ella, pero nunca la he visto.” ¿Tus consideraciones?
MAD: No veo estas dos
posiciones subidas en el cuadrilátero. Eso que llamamos “inspiración”, creo que
viene del subconsciente, todo lo que ahí fuimos apilando a lo largo de la vida
y que nos aparece como una vocecita
que, a veces, te dicta cosas, pero después adviene el trabajo, el trabajo
consciente y profundo que define al verdadero escritor, y que es, además, una
forma de respetar al lector. “Cuando
llegue la inspiración, que me encuentre trabajando”, dijo Pablo Picasso.
4: ¿De qué artistas te
atraen más sus avatares que la obra?
MAD: Yo diría “tanto como su obra”.
Principalmente, Vincent Van Gogh, quien vivió incomprendido y habiendo vendido
sólo algunos dibujos y un par de cuadros: “El viñedo rojo cerca
de Arlés” y “El café de noche”. Giordano Bruno, sentenciado a la hoguera por atreverse a pensar
distinto. Charles Baudelaire, al que le
quemaron las ediciones de “Las flores del
mal”. Camille Claudel, la increíble escultora que a la sombra de Auguste
Rodin, pagó con la locura. Sor Juana Inés de la Cruz, impedida de escribir e
investigar y, sería interminable nombrarlas, a todas, las mujeres
artistas que fueron señaladas y demonizadas por las sociedades hasta entrado el
siglo XX. Las primeras escritoras argentinas, y también de otros países, escribían
escondidas bajo seudónimos masculinos.
5: ¿Lemas,
chascarrillos, refranes, proverbios que más veces te hayas escuchado divulgar?
MAD:
“Al mal
tiempo, buena cara”, “No hay mal que cien años dure”, “El que se fue a Sevilla, perdió su silla”, “No hagas a otros aquello que no te gustaría que te hicieran a ti, ni
te hagas a ti lo que no le harías a los demás” (Confucio). “Dejar el mundo mejor de como lo
encontramos” (Robert Baden Powell). “Siempre
que llovió, paró”.
6: ¿Qué obras artísticas
te han —cabal, inequívocamente— estremecido? ¿Y ante cuáles has quedado, seguís
quedando, en estado de perplejidad?
MAD: Me estremece la poesía de Stéphane Mallarmé, Giuseppe
Ungaretti, Giacomo Leopardi, Saint-John Perse, Olga Orozco, la narrativa de
Faulkner y Alejo Carpentier, los grabados de Piranesi, los cuadros de Remedios
Varo y Oswaldo Guayasamín, “La persistencia de la memoria” de Salvador Dalí, y,
en general, toda su obra, que permite diferentes miradas sobre un mismo cuadro, la
música de Wolfgang Amadeus Mozart y Johann Sebastian Bach. Perpleja me dejan
las creaciones de Leonardo da Vinci y los ensayos y cuentos de Jorge Luis
Borges.
7: ¿Tendrás por allí alguna situación irrisoria
de la que hayas sido más o menos protagonista y que nos quieras contar?
MAD: Bueno, irrisoria
vista desde el ahora. Una de las tantas veces que fui jurado literario, estaba
entregando premios sobre el escenario de un teatro colmado de gente junto a los
otros dos jurados, en primera fila las autoridades locales. Cuando tocó el
turno del primer premio de poesía, se le pidió al autor que leyera el poema y
se le acercó la hoja de la obra. Entonces, esa persona, muy confundida y
mirando hacia todos lados, dijo que ese no era el trabajo suyo. Gran
desconcierto, cuchicheos, las voces de todos los que acompañaban al supuesto
primer premio, las voces, digo, comenzaron a elevarse hasta convertirse en
gritos airados hacia los jurados que estábamos sorprendidos, rojos de vergüenza
y paralizados, sin saber qué hacer. Lo último que recuerdo fue a una señora
mayor que se subió al escenario, y mientras nos decía improperios, sacudía por
el mástil una bandera argentina que estaba presidiendo el acto. Resultó que los
organizadores, al momento de abrir los sobres o plicas (las obras que los
jurados elegimos estaban bajo seudónimo), no habían notado que había dos con el
mismo seudónimo, y habían tomado justo el equivocado, y con ese resultado
elaboraron las actas. El jurado, nosotros, nos llevamos la peor parte, y aquí
va otro refrán: “Sin comerla ni beberla”.
8: ¿Qué te promueve la noción de
“posteridad”?
MAD: Es donde me complacería estar para
demostrar que no pasé por la vida sin un intento de dejar huella. La literatura es una forma de vencer a la muerte.
9: “¿La rutina te aplasta?” ¿Qué rutinas te
aplastan?
MAD: Totalmente: me aplastan y me deprimen. Me aplastan
todas las rutinas innecesarias, una misma cosa puede hacerse de mil formas
diferentes. Después de la literatura, mi otra pasión es cocinar; cocinar puede
ser aburridísimo si hacés siempre lo mismo, pero un churrasco o una milanesa se
pueden preparar, acompañar y presentar de mil formas
distintas, teniendo en cuenta no solo el gusto sino también la vista, el olfato,
las texturas... ¡Hay tantas cosas lindas que podemos emprender!
10: Para
vos, ¿“Un estilo perfecto es una
limitación perfecta”, como sostuvo el escritor y periodista español Corpus
Barga? Y siguió: “…un estilo es una
manera y un amaneramiento”.
MAD: Para mí, un estilo
no es un límite: es el sello de cada escritor; claro que, con el tiempo, los
estilos se van perfeccionando, pero sólo cuando lo logramos nos convertimos en
verdaderos escritores. Es un trabajo arduo y constante. Si hay
algo que nos preocupa a los escritores, es encontrar nuestra voz, alcanzar un
estilo tan propio como nos sea posible. La concreción del estilo propio es
nuestro sello de autenticidad.
11:
¿Qué sucesos te producen mayor indignación?
¿Cuáles te despiertan algún grado de violencia? ¿Y cuáles te hartan
instantáneamente?
MAD: Deploro la violencia en todas sus formas, no justifico nada que se quiera conseguir a
través de su uso; justamente, mi libro “Para
justificar a Caín”, que como se observa tiene un título irónico, trata de
sacudir al lector mostrando los horrores que, desde la Biblia y siguiendo con
la historia humana, trajo la violencia. Así que ponerme violenta jamás,
enojarme sí, con la hipocresía, el maltrato. Me harta la vanidad.
12: ¿Qué postal (o postales)
de tu niñez o de tu adolescencia compartirías con nosotros?
MAD:
Mi libertad de chica de barrio corriendo detrás
de las mariposas a la hora de la
siesta; o los bichitos de luz, pequeñísimos faroles de la noche que encendían las calles de
tierra donde crecían margaritas silvestres. La llegada de las revistas “El Tony”, “Patoruzú”,
“Patoruzito”, “O Cruzeiro”, “Life”, “Selecciones del Reader’s Digest” y todas
las que me mandaba la abuela, pulcramente
atadas con un piolincito. Esa tremenda pasión por la lectura de todo
libro que cayera en mis manos: leía todo el tiempo que podía, a veces a
escondidas, hasta altas horas de la noche, alumbrándome con una vela, para que
mis padres no advirtieran luces encendidas. Y lo más hermoso: la mesa de Navidad o Año Nuevo, con
toda la familia reunida, en mi memoria es una postal inolvidable.
13: ¿En los universos de qué
artistas te agradaría perderte (o encontrarte)? O bien, ¿a qué artistas hubieras
elegido o elegirías para que te incluyeran en cuáles de sus obras como
personaje o de algún otro modo?
MAD: En los laberintos de Borges. Me
encantaría ser algún personaje perdido y encontrado en cualquiera de sus
laberintos.
14:
El silencio, la
gravitación de los gestos, la oscuridad, las sorpresas, la desolación, el
fervor, la intemperancia: ¿cómo te resultan? ¿Cómo recompondrías lo antes
mencionado con algún criterio, orientación o sentido?
MAD:
El silencio me fascina, porque siempre está
poblado por mi imaginación.
La oscuridad nunca me asustó, más bien me
atrae porque comulga bien con el silencio. El fervor, considero que es
necesario para ser escritor o para emprender cualquier asunto.
Y las sorpresas, si son lindas, bienvenidas.
Los gestos gravitan muchísimo en las
relaciones interpersonales: no es lo mismo una mano extendida que una mano que
se esconde.
La desolación, la intemperancia me
producen dolor, ya sean mías o del prójimo.
15: ¿A qué artistas en cuya obra prime el sarcasmo, la
mordacidad, el ingenio, la acrimonia, la sorna, la causticidad… destacarías?
MAD: Voy a nombrar libros: “Las aves” de Aristófanes, “El Quijote de la Mancha” de Miguel de
Cervantes, “Gracias y desgracias del ojo
del culo” de Francisco de Quevedo, “Cuentos
completos” de Saki (Héctor Hugh Munro), “La
abadía de Northanger” de Jane Austen, “Bajo
el volcán” de Malcolm Lowry, “Mafalda”
de Quino. El listado, obviamente, podría proseguir.
16: ¿Qué apreciaciones no apreciás? ¿Qué imprecisiones
preferís?...
MAD:
Voy a contestar con dos dichos: “Si el sabio no aprueba, malo; si el necio
aplaude, peor.” (Tomás de Iriarte); “Las cosas hay que hacerlas; hacerlas mal, pero hacerlas” (Domingo Faustino Sarmiento).
17: ¿Viste que uno en ciertos casos quiere
a personas que no valora o valora poco, y que en otros casos valora a personas
que no quiere? ¿Esto te perturba, te entristece? ¿Cómo “lo resolvés”?
MAD:
Mirá, creo que hay que separar la parte afectiva
de la valoración que nos pueda provocar la actividad o el talento de una
persona. Hay gente a la que admiro profundamente y que no me despierta ningún
afecto. Y viceversa.
18: ¿El mundo fue, es y será
una porquería, como aproximadamente así lo afirmara Enrique Santos Discépolo en
su tango “Cambalache”?
MAD:
Ni es, fue y será una porquería, ni es perfecto;
el mundo es como lo hacemos los seres humanos, y tampoco nosotros somos
perfectos. No deberíamos juzgarnos con tanta severidad. “Cambalache” es un gran
tango, eso no quiere decir que sea definitorio, como toda creación es el
producto de una visión subjetiva y como tal corresponde que lo interpretemos.
Me gusta más: “Que aunque el mundo siga girando a los tumbos, / aún vale la pena
jugarse y vivir” (letra de Mario Iaquinandi y música de Eladia Blázquez).
19: Por
la fidelidad y entrega a una causa o proyecto, ¿qué personas (de todos los
tiempos y de todos los ámbitos) te asombran?
MAD:
Me asombran quienes lograron cambios
trascendentales en la sociedad sin ejercer la violencia, como Jesús, Mahatma
Gandhi, Martin Luther King. También me asombran aquellos que pese a grandes
dificultades lograron superarse, como Stephen Hawking, Henri de
Toulouse-Lautrec, Frida Kahlo, y aquí sí la lista es interminable, porque uno
los encuentra en todos los ámbitos: estas personas me han enseñado a vivir sin
quejarme.
20: ¿Qué
te hace “reír a mandíbula batiente”?
MAD: Los chistes irónicos que te sorprenden.
21: ¿Cómo
afrontás lo que sea que te produzca suponerte o advertirte, en algunos aspectos
o metas, lejos de lo que para vos constituya un ideal?
MAD:
Lo mejor que puedo, luchando, pero reconozco
cuando algo es imposible. Siempre recuerdo lo que oí de una científica de la
NASA: le preguntaron cómo había llegado allí a un cargo importante siendo
mujer: respondió que si un camino se le cerraba totalmente no insistía, iba por otro, por el posible. Siendo
mujer, lo convertí en una norma para mi vida, no me gusta chocarme dos veces
(yo le pondría tres, para dar espacio a un segundo intento) contra la misma
pared.
22: El
amor, la contemplación, el dinero, la religión, la política… ¿Cómo te has ido relacionando
con esos tópicos?
MAD:
Tengo una hermosa familia a la que amo
profundamente. En los demás aspectos procuro ser equilibrada, el dinero va y
viene y no compra la felicidad; soy creyente, aunque las religiones me
decepcionan porque se alejan de sus dogmas; la política es necesaria, pero con
la política partidaria me pasa lo mismo que con la religión. Contemplativa sí,
siempre. No me puedo quejar, me fue bastante bien.
23: ¿A qué obras artísticas —espectáculos
coreográficos, films, esculturas, música, pinturas, literatura, propuestas
teatrales o arquitectónicas, etc.— calificarías de “insufribles”?
MAD:
Una parte del arte actual me desagrada, creo que
se alejó de la noción de “belleza” (aunque sea la belleza de lo feo), y también de la noción de inmortalidad
que descansa en el arte y que hoy nos hace deslumbrarnos, por ejemplo, ante las
pirámides y grabados de Egipto y México. Y me resulta insufrible todo lo
que sea superficial como, generalmente, los best sellers, y esas películas
horribles donde todo explota por los aires.
24: ¿Qué calle, qué
recorrido de calles, qué pequeña zona transitada en tu infancia o en tu
adolescencia recordás con mayor nostalgia o cariño, y por qué?
MAD:
Las casas con jardines, las calles arboladas y con
poco o ningún tráfico donde podía andar libremente en bicicleta en mi Ituzaingó,
cuando todavía no era ciudad, y
allí nomás la plaza de la infancia con sus juegos infantiles y la calesita,
desde la cual todavía observo a mis padres levantando la mano para saludarme en
cada vuelta.
25: ¿Cómo
reordenarías esta serie?: “La visión, el
bosque, la ceremonia, las miniaturas, la ciudad, la danza, el sacrificio, el
sufrimiento, la lengua, el pensamiento, la autenticidad, la muerte, el azar, el
desajuste”. Digamos que un reordenamiento, o dos. Y hasta podrías intentar,
por ejemplo, una microficción.
MAD:
El bosque, la visión, la lengua, la danza, el
sufrimiento, la autenticidad, el pensamiento, el sacrificio, la muerte, el
azar, la ceremonia, las miniaturas, el desajuste, la ciudad.
“Algunos
individuos, a escondidas, celebraban antiguos rituales. La ceremonia del
sacrificio se llevaba adelante en el bosque a través de la danza, mientras se
pronunciaban invocaciones en una lengua prohibida. La víctima se elegía al
azar, pero no había pensamientos de muerte o de sufrimiento, todo era un
simulacro, una autenticidad solo ritual que trataba de conjurar el desajuste
que producían los habitantes en las grandes ciudades.”
26: “Donde mueren las palabras” es el
título de un film de 1946, dirigido por Hugo Fregonese y protagonizado por
Enrique Muiño. ¿Dónde mueren las palabras?
MAD: Aunque indagando la naturaleza y
los alcances del lenguaje, algunos nominalistas llegaron a afirmar que el
hombre jamás podrá nombrar la realidad porque la mediación expresiva lo retiene
en lo ficcional, nuestra cultura está
sostenida en palabras, y si ellas desaparecen se
derrumba lo que construimos como civilización. Las palabras morirán cuando
desaparezca el último ser humano.
27: ¿Podés disfrutar de
obras de artistas con los que te adviertas en las antípodas ideológicas?
¿Pudiste en alguna época y ya no?
MAD: Insisto, hay que aprender a separar el grano de trigo de
la paja y lo que una persona crea, produce o inventa, de su ideología o de su
personalidad. Puedo disfrutar de obras cuyo autor no me agrade o me cause
rechazo como persona. La creatividad de los humanos es misteriosa.
28: ¿Cómo te cae, cómo procesás la
decepción (o lo que corresponda) que te infiere la persona que te promete algo
que a vos te interesa —y hasta podría ser que no lo hubieras solicitado—, y
luego no sólo no cumple, sino que jamás alude a la promesa?
MAD: Parte de mi educación fue enseñarme a
cumplir lo que prometo. Me cae muy mal quien no lo hace, y esa persona pasa al
grupo de quienes jamás serán mis amigos.
29: No concerniendo al área
de lo artístico, ¿a quiénes admirás?
MAD:
A todos los que se esfuerzan por ser lo mejor que
pueden, a la gente sincera, a los que aman la vida y no están todo el tiempo
quejándose, a los que intentan superarse pese a las adversidades, luchando por
sí mismos y por los demás.
30: ¿Tus pasiones te
pertenecen o sos de tus pasiones? Pasiones y entusiasmos. ¿Dirías que has ido consiguiendo,
en general, distinguirlos y entregarte a ellos acorde a la gravitación?
MAD: Soy apasionada por naturaleza, cuando emprendo algo lo hago “con todo”,
pero el paso del tiempo me enseñó a controlarme un poco.
31: ¿Qué artistas
estimás que han sido alabados desmesuradamente?
MAD: No vale la pena recordarlos, me producen lástima porque esas alabanzas
desmesuradas terminan por estafarlos; además, la historia los borra.
32: ¿Acordarías,
o algo así, con que es, efectivamente, “El
amor, asimétrico por naturaleza”, tal como leemos en el poema “Cielito
lindo” de Luisa Futoransky?
MAD:
Luisa Futoransky, en su poema conduce a la asimetría
más allá del amor, la lleva a la ciudad y, en general, a todo nuestro modo de
vida siglo XXI. Y sí, todo es asimétrico, y en las relaciones amorosas hay una
asimetría que hace que los opuestos se atraigan, pero hay otra asimetría y es
negativa: cada vez rompemos más el equilibrio del planeta que alguien nos
entregó.
33: ¿El
amanecer, la franca mañana, el mediodía, la hora de la siesta, el crepúsculo
vespertino, la noche plena o la madrugada?
MAD: El crepúsculo vespertino, ese momento
tan fugaz en que, dentro de una luz que parece líquida, las cosas se detienen y
los ruidos se asordinan, mientras pasan los pájaros hacia sus refugios. Escribí
todo mi libro inédito, “Patio de atrás”, sentándome en el jardín del
fondo de mi casa para sentir los atardeceres. Para mí, el crepúsculo vespertino
es un momento mágico.
34: ¿Qué dos o tres o cuatro
“reuniones cumbres” integradas por artistas de todos los tiempos y de todas las
artes nos propondrías?
MAD:
Una: Platón, Fidias, Sófocles, Cicerón, Lao-Tse,
Confucio.
Otra: Leonardo da Vinci, Dante Alighieri,
Antonio Vivaldi, Cervantes, Giordano Bruno, Miguel Ángel, Johann Sebastian
Bach.
Y otra, muy numerosa: Fiódor Dostoievski,
Frédéric Chopin, Mallarmé, Juana Inés de la Cruz, Luchino Visconti, Akira
Kurosawa, Faulkner, Dalí, Borges, Leopoldo Marechal, Hannah Arendt, Simone de
Beauvoir, Piotr Ilich Tchaikovsky, Homero Manzi, Marta Minujín, Herbert von
Karajan.
35: Seas
o no ajedrecista: ¿qué partida estás jugando ahora?
MAD:
No tengo idea, del ajedrez solo me preocupé por
saber los movimientos de cada pieza. Soy malísima para los juegos de cartas y
demás, porque realmente no me atraen. La vida la vivo con pasión: proyecto y me
voy adaptando a lo que esa vida,
mi vida, me va dando.
*
Cuestionario respondido a
través del correo electrónico: en las ciudades de Castelar y Buenos Aires,
distantes entre sí unos 30 kilómetros, María Amelia Díaz y Rolando Revagliatti.