Monday, June 19, 2023

Registro de los incidentes

 Jorge Etcheverry Arcaya


Por lo que se puede colegir por esa especie de diario, la segunda noche que el joven pasó solo habría sido todavía más intranquila, y de esto no hay otra constancia que la de los detalles que se entregan en el documento mencionado, que como digo forma parte de unas notas de indudable carácter autobiográfico. Los datos se pueden corroborar con posteriores entrevistas registradas al sujeto, y con otras grabaciones efectuadas sin conocimiento del individuo, no tanto las de la policía, sino sobre todo las del personal médico y los psiquiatras.  Las notas mencionan diversos hechos factuales, como el aserrar sin tregua de los grillos y el maullar de los gatos del sector que se disputaban a una gata rubia y arrepollada por los tejados, y que afirma, no lo dejaban dormir.  Estaba cayendo por fin en un sopor con las primeras luces del alba cuando lo despertaron unos ruidos casi al frente mismo de la casa.  Dice que al comienzo se quedó quieto, casi sin respirar.  Cuando sintió el estampido, seguramente un disparo, y las carreras, se despabiló y corrió hacia la ventana. Apartando la cortina con el índice pudo ver unas siluetas inidentificables que parecían debatirse luchando en el medio de la calle.  Algo, seguramente un proyectil, zumbó sobre una cabeza.  Unas figuras fugitivas efectuaban otros disparos, cuyos fogonazos estocaban la noche que retrocedía ella misma como arrancando de las primeras luces del alba, y que por los gritos que siguieron parecía que habían dado en el blanco.  Otro grupo de sombras, que habían estado comenzando a juntarse, se deshizo, corriendo las siluetas cada una para su santo.  Bajo el farol de la esquina yacía una figura boca abajo.  Ya se comenzaban a abrir las ventanas del vecindario.  Él por supuesto se abstuvo. Para mirar le bastaba con hacer a un lado el visillo con el dedo índice.  El coronel en retiro de la casa del lado salió a la calle con un desparpajo fruto de años pasados de impunidad y seguridad, oscilando sobre su panza y esgrimiendo una grosera linterna, que desparramaba a diestra y siniestra su insolente haz de luz sobre las penumbras claudicantes de la noche que se alejaba.  El joven escribe que en una de sus recorridas el haz de luz dio de lleno sobre su ventana, haciéndolo saltar a un costado.


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