Wednesday, April 10, 2024

Comentario sobre las claves del Necronomicón

 
Arturo Méndez Roca 

Lo cierto es que el Necronomicón es un texto científico (de alguna manera) entre otras cosas, y bastante difícil de leer, al menos en parte, ya que en parte está cifrado, aunque no se trate de un código tan complejo como el del manuscrito Voynich, que ha desafiado por más de un siglo los intentos de los descifradores humanos y computacionales. El Necronomicón es en parte una cosmogonía (el texto de la izquierda), con las figuras retóricas y apoyaturas rítmico vocálicas aliterativas y onomatopéyicas típicas de los textos aprendidos de memoria para ser declamados ante audiencias colectivas, lo que demuestra que alguna vez esa mitología o cosmogonía fue parte del acerbo cultural de una colectividad. Después viene el texto del centro, en código, y a la derecha viene algo que a falta de mejor nombre propondría denominar álgebra del espíritu, o álgebra cultural, lo que no es de extrañar por el papel de los árabes en el desarrollo de las matemáticas, el álgebra y la geometría. Para dar una idea, en el medio de una ecuación que se semeja a un algoritmo, se llega a una fórmula que sería, en traducción (bastante) libre del inglés (que a su vez es traducción del árabe moderno que es la versión que manejó el pobre Yusuf Nehme y que vertió al inglés), sería la ‘Fórmula de Dios’:

D = R = M+M

Es decir Dios igual Religión igual Mediación Moral,

Que más o menos implicaría que la figura de Dios (cualquier dios) vehiculiza una religión (una religión n) que implica a la vez la existencia de una moral y la necesidad de una mediación para operatividad de esa moral. Me explico. En términos cristianos o musulmanes, primero está la acepción de Cristo o Mahoma por el creyente y luego vienen normas, decálogos, disciplinas y una moral. En general, esta moral no está inmediata o directamente en el por así decir ‘horizonte de expectativas’ del creyente—como podría estar por ejemplo para un Sócrates—, sino mediada por la aceptación previa del Dios. Así, el arbusto incombustible que es Dios le pasa a Moisés un decálogo, pero podría haber sido otra cosa, con otros principios. Lo que lo valida es no su valor ético de por sí, sino el hecho que Dios lo origina u ordena. De ahí se desprende el interesante problema para el filósofo o el estudiante de la Naturaleza Humana de si es posible que el Ser Humano pueda mayoritariamente adoptar una ética o moral, cualesquiera, que no esté mediada (prestigiada) por una divinidad o su versión laica.



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