Jorge Etcheverry
Bueno, perdone, pero ya nos estamos yendo por los cerros de Úbeda, como dicen los españoles. Cosas de la edad, uno empieza a desvariar y a dar lecciones, sobre todo si ha sido profesor, como el que habla. Defecto que también tiene el Beto, un argentino casi de la edad mía, pero que se le nota más, no está tan bien conservado, que en su momento estuvo en el ERP en Argentina, después pasó a Italia y ahora vive por aquí. Bastante desilusionado de la izquierda italiana—la mayoría del electorado que vota por las diferentes izquierdas y a la postre siempre sale la derecha—, por ejemplo, las interminables discusiones, la falta de organización, el caudillismo y el personalismo, el nepotismo y el amiguismo. Me lo dice a me, pensé para mis adentros mientras lo escuchaba, dejando que se me enfriara el café, cuyo número de tazas diarias he disminuido por razones atendibles de salud. Y pasó a decirme que el socialismo científico por estos días no tenía nada de científico—Cuéntate una nueva, pensé—, y ya se había demostrado por ejemplo en Corea, Venezuela, en alguna medida Nicaragua, etc., que en todas partes menos, parece, en Cuba, toquemos madera, una de las causas del derrumbe del campo socialista es que los mandatarios y líderes, las cúpulas partidarias, empiezan de lo más bien, pero al cabo de unos años o décadas se corrompen, se les sube el poder a la cabeza, les baja la locurita y/o la persecuta y empiezan a repartirse el país con sus colaboradores, a liquidar a sus percibidos competidores y terminan convertidos en unos dictadores rodeados de una camarilla. Incluso el tata Stalin, que había llenado las oficinas del Kremlin de coterráneos y compinches y no había dejado a títere con cabeza entre las diversas posiciones y tendencias del campo socialista. “Eso es disco rayado”, le dije “ya lo dijo el Barbas de Chivo (Trotzky) en Los crímenes de Stalin y en La revolución traicionada. Además en una de éstas es cosa de la condición humana, ya que todavía ¿todavía? Somos unos animales”, le dije. Claro que sé muy bien que esto va a contrapelo con esa idea de los marxistas, o de algunos que se proclaman marxistas (¿cuáles, a estas alturas?) de que los humanos somos fundamentalmente buenitos, unos angelitos, que las masas tienen una brujulita infalible (el instinto de las masas). Eso fue más o menos lo que dije,
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