Saturday, December 2, 2023

El Necronomicón II

 

Jorge Etcheverry

Y por supuesto que en esas latitudes y entorno no podía sino haber releído a Lovecraft, cualquiera que conozca esa región estará de acuerdo que, incluso más que en su natal Providence, es aquí donde uno se encuentra con el ambiente y geografía más adecuados, hay, por así decir un mood lovecraftiano, en esas ciénagas, la melancolía y la niebla y por qué no decirlo, esa atmósfera faulkneriana, decadente, que aún se puede percibir en este siglo de la globalización. Yo, por mi parte, después de varios intentos y pese a la miríada de traducciones al español, traduje esas famosas frases que describen el sueño de Ctulhu, que se prolonga para siempre en su ciudad ciclópea de R'lyeh, sumergida en los abismos marinos y cuya geometría es de alguna manera distorsionada y extraña: That is not dead which can eternal lie. And with strange æons even death may die. Mi traducción personifica decididamente en términos humanos al ‘which’ que traduzco, en lugar de ‘que’ por ‘quien’, ya que los minerales, por ejemplo, pueden yacer por incontable eones, transmutarse, descomponerse en sus átomos constitutivos, etc. y eso no tiene nada de terrible, lo  que no es lo mismo con un quien, un sujeto vivo y personalizado: “no ha muerto quien puede yacer eternamente/y con eones extraños la misma muerte puede morir”. Así, la presencia del Reino Mineral, por ejemplo, se evita no poniendo ‘que’ por which, que también hubiera sido correcto semánticamente, pero que ya no daría la idea de esa antigua divinidad todopoderosa y monstruosa que yace bajo las aguas por un tiempo interminable. Además, si extrapolando un poco la traducción, hubiera puesto ‘él’, estaría discriminando por el lado del género, mientras que al poner ese ‘quien’ yo estoy abarcando la posibilidad de una Diosa monstruosa e incalculablemente mala y antigua que yace esperando su cuarto de hora desde la eternidad, o aludo a una entidad no genérica, que no es lo mismo que decir ‘neutra’, ya que esto último implicaría esa suerte de vacuidad o chatura que tiene el ‘it’ inglés. Así, mediante el ‘quien’ se puede aludir eventualmente a una presencia bi o multigenérica, o carente de géneros como nosotros los entendemos. 

Esto permitiría por otra parte ayudar a establecer la filiación de un culto que todavía existe en California, al que los investigadores desestiman porque no ven el él más que otro más de los innumerables surgidos en esa región a partir de los sesenta del siglo pasado. Entonces, mi versión definitiva, que introduce en realidad pocos cambios a la versión preliminar ya citada, que son más bien  cosa de matices, me parece más acorde a la sintaxis del idioma español. Dice: No ha muerto quien puede yacer eternamente y con eones extraños puede morir hasta la misma muerte. Aquí nos encontramos con el familiar y sempiterno tema de la inmortalidad, que recorre prácticamente todo el espectro de las cosmogonías, mitos y religiones. Pero esa inmortalidad del alma que nos encontramos en la más coherente de las así llamadas religiones del libro, el cristianismo, y me atrevería a decir su versión católica, no es lo que se nos presenta aquí, sino la eternidad de la preservación física de esa entidad monstruosa, enorme, ancestral y de origen extraterrestre, cuyo sueño puede ser bien una pulsión que influencia partes de la psiquis humana, la más recóndita y antigua, que se supone basada en esas partes del cerebro que son una herencia quizás de los reptiles—esto es más o menos lo que tanto Lovecraft como sus seguidores han elaborado al enhebrar esa saga literaria ya con vida propia y capacidad de reproducirse que son los Mitos de Cthulhu. La lucha maniquea que enfrenta a los dioses antiguos, que de alguna manera representan a un principio o fuerza cósmicos, los omnipotentes exteriores (mi traducción para los "Outer Ones" ), buenos, o positivos o esas otras entidades,  contra estas creaturas que son los "Great Old Ones”, los grandes antiguos. Esta concepción del universo no es nada nuevo, la oposición de estas dos fuerzas, una del bien y otra del mal, en eterno e irresoluto conflicto se repiten hasta la monotonía en infinidad de mitos, religiones y filosofías, en esta mentalidad humana reiterativa ydigámoslotan acotada. Pero el carácter oculto, hermético que el autor atribuye al Necronomicón es literariamente otro elemento agregado, que por supuesto contribuye a la tensión de esta insigne obra narrativa y aporta muchas posibilidades para el plot (argumento).

Pero hay aún otra cosa. La filiación iniciática u ocultista de Howard Phillips Lovecraft ha sido vastamente demostrada y documentada, además está el argumento de que alguien que escribe no llegaría a ese nivel de abundancia y sofisticación si solamente estuviera escribiendo ficción para el lector común. Hay muchas claves, mucho simbolismo y paráfrasis, no instrumentales necesariamente para un trabajo de ficción. Hay elementos de una tradición hermética que a la vez es literaria. Esta obra está dirigida a dos tipos de lectores, los por así decir, más o menos "iniciados" y el resto, lo que tampoco es sorprendente, por ejemplo, la obra de Juan Ramón Jiménez o William Blake son testimonio de esto. No muchos críticos han reparado en las menciones que el autor hace en su obra Supernatural Horror in Literature" al Gólem de Gustav Meyrink, en el contexto de la Cábala, párrafo que me voy a permitir citar a continuación (en mi propia traducción, naturalmente) 

“...la misma Cábala, tan prominente en la Edad Media, es un sistema de filosofía que explica que el universo es una emanación de la divinidad, implicando la existencia de extraños dominios espirituales y seres separados del mundo visible de los podemos obtener siniestras vistas mediante ciertas encantaciones secretas. Su ritual está atravesado de interpretaciones místicas del Antiguo Testamento y atribuye significación esotérica a cada letra del alfabeto hebreo—una circunstancia que le ha impartido a las letras de dicho alfabeto un glamour y potencia espectrales en la literatura popular de carácter mágico. El folclor judío ha preservado mucho del terror y el misterio del pasado, y cuando se lo estudia más en profundidad es probable que ejerza una influencia considerable en la ficción fantástica [weird fiction]. Los mejores ejemplos de este uso literario han sido hasta ahora [1927] la novela El Golem de Gustave Meyrink y la obra de teatro El Dyhhuk (español ‘alma en pena’) proveniente del infiermo hebreo, o Gehenna ], de un escritor judío que usaba el seudónimo "Ansky." 

"La primera obra, con el hechizo de sus sombrías sugerencias de maravillas y horrores casi al alcance de la mano, se ubica en Praga y describe con maestría singular el antiguo ghetto de esa ciudad con sus espectrales tejados triangulares. El nombre Gólem se deriva de un fabuloso gigante artificial supuestamente fabricado y animado por rabinos medievales según una fórmula críptica. El Dyhbuk, traducida y puesta en escena en Estados Unidos en 1925, y más recientemente producida como ópera, describe con poder singular la posesión de un cuerpo viviente por el alma perversa de un hombre muerto. Tanto los golems como los dybbuks son caracteres ya fijados y son frecuentemente ingredientes de la tradición judía posterior”.

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