Jorge Etcheverry Arcaya
Era casi necesario enarbolar casi por enésima vez los raídos estandartes pero no nos equivoquemos de trinchera, no nos dejemos engañar otra vez, una vez más, cuándo vamos a tener la certeza de que realmente estamos en la fila correcta, tratemos de tener un poco más de precisión, no tratemos de ser tan orgullosos, la humildad es la madre de todas las virtudes, dice uno, digo yo, la humildad es una especie de virtud nacional parece. O nos equivocamos, a lo mejor es el orgullo lo que nos mantiene en esta situación, siempre mirando hacia delante, tratando de hacer lo justo, de decir lo absolutamente necesario en estas circunstancias. No nos equivocamos, sólo esperamos, a lo mejor es esperar mucho, que estas consideraciones laterales no nos desvíen de esta tarea que se perfila en un futuro imprecisable, pero no tanto. La previsión es una virtud de la generación a la que pertenecemos, de quienes fuimos formados en los mismos colegios, en barrios semejantes, en años casi paralelos, por los mismos sistemas docentes, casi en los mismos establecimientos, por los mismos profesores, o unos muy parecidos. Lo que parece definirnos es a lo mejor entonces la tradición, ojalá no nos equivoquemos, aunque no tenemos la garantía absoluta. Aunque si algo nos mantiene unidos en estas circunstancias penosas es la innovación, el deseo de cambio. La tradición sin cambio no es nada, no existe, no tiene consistencia. Nuestra misma actitud, aunque pareciera a veces lo contrario, es prueba de una firmeza, de una constancia que nos ha marcado desde la más tierna infancia, casi me atrevería a decir lo mismo de quienes comparten conmigo estos momentos, aunque no quiera extrapolar. Lo más importante, lo que nos caracteriza es esa capacidad de reconocer nuestros límites, de no salirnos de madre.
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