Jorge Etcheverry
Nota publicada hace ya tiempo a raíz de la aparición del libro "Bellas y orates", de 2001
Hace
unas semanas el poeta chileno de Chile José Ángel Cuevas me mandó un correo
electrónico manifestando su intención de hacer una antología del 68. Este
proyecto se legitima solo, ya que viene de uno de los más genuinos y
reconocidos poetas de nuestra generación, que ha rescatado explícitamente en su
obra los 60 marginales y políticos de las barricadas, las tomas de facultades,
los avatares de los estudiantes en las calles, las fuentes de soda, los
diversos campuses (y los bares), las concentraciones etc.
Sin
embargo ése no fue un período homogéneo. Estaban las agrupaciones y tendencias
poético programáticas más establecidas, favorecidas en general por los círculos
académicos y críticos especializados. Sin mayores sorpresas, fueron objeto de
la crítica oficial académica y política y coincidían en términos generales con
lo que hacían los poetas de los sesenta en otros países de Latinoamérica. Eran
una excepción Gonzalo Millán, Manuel Silvacevedo, y alguna otra valiosa figura
anfibológica cuya producción se equilibraba entre los anteriores y la de
agrupaciones de menor difusión, a cuyo reconocimiento llamó Gonzalo Millán en
un memorable artículo de la revista Postdata de 1984, Promociones poéticas
emergentes: El espíritu del valle.
Junto a
los grupos que algunos críticos denominaron ‘históricos’, Trilce, Arúspice,
Tebaida, había otros, cuya mención según algunos estudiosos constituía hasta
hace algunos años mera ‘arqueología’. Se trataba de la tribu No, el Grupo
América y la Escuela de Santiago, que destacaron por su afán experimental, de
rebeldía y de claro proselitismo político en el caso del Grupo América. Lo que
caracterizó a la Escuela de Santiago, a que perteneció Julio Piñones, entonces
bajo su alter ego Carlos Zarabia, fue situarse a contrapelo de las voces más
aceptadas y convencionales de su generación, acoger la herencia vanguardista y
surrealista chilena, latinoamericana y europea que muchos contemporáneos
rechazaban y tratar de alguna manera de producir un lenguaje poético urbano,
cosa tampoco muy popular en esos tiempos, en que junto con un retorno a una
expresión más condensada y decantada, muchos trataban de afianzar las
preponderancia del habla y estilo poético de las provincias, sobre todo del
‘Sur’, en una empresa poético-programático-regional que ya es una
característica de la poesía chilena.
Pero al
interior de esta agrupación no había homogeneidad. Al tener que redactar los
manifiestos de la Escuela de Santiago para la antología 33 nombres claves de la
actual poesía chilena, de la revista Orfeo (1968),– recibida negativamente y
acusada de ser fruto de una ‘toma’ de la revista por la Escuela de Santiago–,
la única opción fue la de redactar cuatro manifiestos distintos, uno por cada
uno de los cuatro miembros más estables del grupo (Zarabia, Nómez, Martínez y
el autor de esta nota). Como Julio Piñones expresa en una entrevista con
Soledad Bianchi, en La Memoria, modelo para armar (1995), el ensayo histórico
literario más serio sobre los 60, “y yo le dije a los otros que no había
posibilidad de escuela, por que este término significa una didáctica y supone
discípulos, maestros...una cierta homogeneidad, un estilo, que tampoco hubo, si
cada uno hacía lo que quería”, y “nadie fue capaz de suscribir lo que decía el
otro”. Pero pese a la supuesta ausencia de maestros, el mismo Piñones señala
las preferencias, que no influencias, de Zarabia: Rosamel del Valle, Neruda,
Kafka, “yo dormía con el Bretón debajo de la almohada”, nos afirma Piñones en
el libro de Bianchi ya citado. Reconoce que “mi esfuerzo inicial ...estuvo
ligado al surrealismo francés”. Su primer libro Andadura (1982), además de
elementos textuales y discursivos variados, lo que en general ha sido una
constante en la poesía del autor, ostentaba trazas de antipoesía. Aunque el
autor condena ciertas actitudes ético políticas de Nicanor Parra, usó elementos
antipoéticos en la configuración del distanciamiento específico de su
escritura.
La
ciudad mágica, la ciudad-América, con visos de videncia se deja trasparentar en
el manifiesto a la Escuela de Santiago de Carlos Zarabia (Orfeo, 1968) “...pues
las predicciones urbanas astrales están delante de nuestra voz con los signos
fijos es la fijeza oscilante de nuestra voz, y esta voluntad de ser del mundo
que nace y espejea al golpe de nuestros ojos, conserva al fondo de sí mismo muy
tersa nuestra esperanza, rugosa brillante perla, llegada y triste y alegre de
su sangre licor astral urbano”. Piñones, entonces Carlos Zarabia es el más
riguroso en términos de sus afiliaciones, surrealistas chilenos, nadaístas
colombianos. En el manifiesto señalado citaba profusamente a Arango, que habla
en esa cita de “...libre creación de belleza..honda responsabilidad en el
oficio...una poesía insumisa, tierna, carnal, subversiva, transida de la buena
historia que soñamos, de honda y cegadora belleza y sólo comprometida con la
totalidad humana...total independencia de creación...ni creación dirigida...ni
servilismo ni abnegación”. Por esos años, un libro en que su experimentalismo
lingüístico poético llegaba a un máximo, le valió a Zarabia el premio Gabriela
Mistral. Ese libro permaneció inédito, no sé si incorporaba parte de la
selección de sus poemas que apareció en la ya mencionada antología de Orfeo. El
siguiente poema de esa compilación, con visos metaliterarios, y rasgos
caligramáticos e incluso programáticos, es una buena muestra de su poesía de
entonces:
Desde
entonces
enteramente culpables y atrapados
en la oleaginosa red
de cierto elemento
la tibieza de la escritura
fermentada a cierto elemento es bella
y acariciante como la pálida mujer que resplandece
bañada y ahogada y cálida en su propia sal y piel y sangre
enteramente culpables y atrapados permanecemos
con los oídos atestados de sonoros insectos labiales qué tibia
la planta negra enredada anegada al cuello
que yace atrapados aún tan tibios trazando una escritura de tumbos y
acantilados ciénagas ojo adentro desde
entonces enteramente
culpables y atrapados
en la oleaginosa red
de cierto fermentado elemento
Luego
Piñones cambió de estilo, con el ya mencionado Andadura, hacia una poesía que
si bien sigue conteniendo una gran cantidad de mediación, incorpora elementos
coloquiales, antipoéticos y se hace en gran medida intertextual, mediante la
incorporación incluso de elementos en otros idiomas, elementos que diversa manera
aparecen en adelante en su producción: en el libro Pecados cordiales, de 1994,
que sigue a Poemares, de 1991, podemos leer el poema:
Trexilingüismo
“Love´s feeling is more soft and sensible
Than are the tender horns of cockled snail”
En clases, ¿recuerdas?
Fenêtre,
Song,
Yotarzán.
Cheveux,
Ou chevaux,
Or: apple, que confundías
Con people, cuando chica.
Yo,
Trazan,
A Leoparda,
Repetir:
Con Yein, sólo
Yo luchar.
Now:
"I love you,
I love you, per sempre, for ever...",
Cantabas.
Forget it, little darling,
darling-darling,
Tan ling que eras, que tanto
Darli y darii,
Todo se fue a la cresta.
*”La
susceptibilidad del amor es más blanda y sensible
Que los tiernos cachos de los caracoles”.
En su
último libro, Bellas y orates, la tensión para mí básica presente en la poesía
del autor, entre la mediación/distanciamiento artísticos y la intención lírica
tiende a resolverse un poco más hacia el lado de la expresión. En este hablante
existe un atesoramiento de la humanidad herida y existencial,
colectiva-política y personal, y a la vez una suerte de vergüenza íntima,
proveniente quizás del reconocimiento del carácter único de la experiencia y de
reluctancia a hacerla circular en un lenguaje que se presta al ‘afán de
novedades’ o a las ‘habladurías’ de que hablaba Heidegger. Los elementos de
esta orfebrería poética forman una especie de capullo o crisálida que oculta
casi la expresión lírica, pero la hace a la vez de alguna manera patente en la
coquetería ontológica de este semiocultamiento, en este objeto diseñado para la
atención y lectura minuciosa, quizás para otros poetas. Pero quizás sea ésta la
alternativa no de toda poesía, sino de toda expresión distanciada, mediada o
artística. Este libro, aún preñado de ínter texto, citas y alusiones, cuyos
poemas tendientes a la concisión muestran “ un fino trabajo, casi habría que
decir de orfebrería”, representa un momento de claridad poética, del hallazgo
de una cierta diríamos serenidad de la mirada, en que se hace un sutil ajuste
de cuentas con la historia y con uno mismo,
Indicios
Qué digo sino que la amé tanto:
en la misma medida inversamente proporcional
al misérrimo sobre azul que hoy recibo
por los servicios prestados a su matria
sin que su majestad pueda acusarme
de haberla ilusionado
con pasiones y peripecias
tipo Príncipe Valiente
pues -según reza la crónica- hacía rato
que ella era adicta
a tales teleseries
Y
pareciera que en esta búsqueda de equilibrio o pugna, el elemento formal
mediador, distanciador, lo ‘significante’, se encontrara a menor distancia del
significado, de lo re-presentado, manteniendo su presencia indicial y
connotativa sólo lo suficiente para atrapar la mirada del lector, como en este
poema
En
alguna clase de submarino amarillo
We are living in a yellow submarine
(The Beatles)
Atravesamos el desierto de Atacama
embarcados en el submarino amarillo
de nuestros sueños recorriendo
inmensidades rodando
con la secreta fuerza deste delirio
inventado por un dios transparente
como alma de recién nacido
que abre sus ojos a la existencia
para vivir sus días y noches
como todos nosotros
en alguna clase
de submarino amarillo
Julio
Piñones nos anuncia su quinto libro y acaba de ser publicado en una antología
de tres poetas de los sesenta. Con una vasta carrera académica y docente sobre
todo en el Norte del país, este poeta tan fiel a sí mismo es un ejemplo de esa
intransigencia creadora que tan rara es en nuestros días.
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