Jorge Etcheverry
Los desayunos que en otros
países llaman americanos consisten en huevos, generalmente dos, pero que pueden
ser tres o uno, papas fritas, tocino, salchichas o jamón fritos, a veces en
alguna partes pueden ofrecer salame o porotos, las papas pueden estar
amoldadas, a veces puede haber un par de torrejas de tomate, o de melón o unas
uvas, lo que todavía y después de todos estos años aún repugna ligeramente a mi
gastronómica latina conosurística que no ve muy bien esas mezclas de lo dulce
con lo salado. La calidad de todos los ingredientes es variable, como el nivel
de grasa. Se usa aceite fresco o ya casi quemado por las sucesivas fritangas.
Las tostadas están bañadas en mantequilla líquida, en un sucedáneo, o
enmantequilladas como en casa. Los huevos pueden estar fritos o revueltos, hay
variaciones como los eggs benedict, con salsa holandesa, diversas omelettes,
los así llamados combos con tres huevos, salchichas, jamón y tocino, el
triunfante bisté con huevo que puede encaramarse tranquilamente por encima de
los veinte dólares canadienses. Pero el verdadero tomador de desayuno es el
tipo solitario de las seis-siete de la mañana, que consume lo más mínimo y
barato, las tostadas, los huevos, mermelada de esa que viene en envase de
cuadritos y cuyo mismo dulzor exagerado denota el abundante componente químico.
Miento con eso de la hora, si así fuera no habría justificación para ofrecer
desayuno, si no hay clientes no hay venta, no hace mucho cerraron cerca de aquí
un Harveys (para los lectores de fuera de Norteamérica, se trata de una cadena
de boliches nada de malos), porque su raleada clientela tempranera de
camioneros, policías, una que otra prostituta, pensionados, enfermos mentales,
no graves, ya que viven en algunas casas que se llaman half-way houses por
aquí, y tipos como yo mismo, era muy escasa para justificar los desayunos. Es
decir que en realidad, y dejando de lado el romanticismo, el desayuno se sirve
todo el día en muchas partes, es variadísimo y de consumo bastante
generalizado. Pero los que se levantan temprano, recorren las calles solos
sabrán a qué me refiero, si me llegan a ver en una mesa en un boliche de
segunda o de tercera, o en un MacDonald, a veces es lo único abierto a esa
hora, con un plato lleno de elementos no fácilmente distinguibles para el
transeúnte que mira desde fuera a través de la ventana, leyendo el diario o viendo
su pantalla a la vez que come, o a lo mejor simplemente mirando al frente,
pareciera que con un aire ajeno, a lo que lo rodea, al menos en parte. Pero lo
importante de ese desayuno para cierto tipo de constituciones tiene que ver con
el impacto en el metabolismo y en el tipo de vida psíquica que esa combinación
alimenticia provoca a esa hora en ciertos sujetos.
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