Jorge Etcheverry
Existe el "Tiempo de los sueños"
de los nativos australianos, que es el mismo en que se creó al mundo mediante
la agencia de héroes mitológicos que, dormidos en ese mundo primigenio,
despiertan y forman esta tierra, donde se largan a vivir. Está la consagración
definitiva de los sueños en la cultura contemporánea donde bajo un friso de
imágenes se arrastrarían nuestras latencias freudianas. Pero a la vez los
sueños se concatenarían y formarían un universo paralelo, al que se accede pero
que no es muy propicio a la acción o dirección voluntarias. Me ha sucedido
estar soñando algo, despertar, volver a dormirme, y seguir ese mismo sueño,
unas tres veces, me acuerdo, aunque creo que los personajes involucrados han
aparecido en otros sueños. He construido, o se me ha ido armando en ese ámbito,
un Santiago con enormes cerros casi en las cordillera aledaña, pero accesibles,
ya que el país es muy angosto, vastos funiculares te llevan a sus cumbres y en
una hay una terraza y un café con mesitas chicas, transparentes, donde a veces
me junto con un amigo. El centro de la ciudad es intrincado e imprevisible, el
transporte público es imprevisible, casi sin saber se pasa del sector
administrativo y comercial, turístico, a barriadas decadentes, pero seguros, si
uno se familiariza con ellas. En una de esas calles vive un amigo al que suelo
visitar cuando sueño por ahí. Y no es broma, como no lo es el cambio súbito que
sufres las pastosa riveras de esa Mapocho, que se llenan de deshechos, materias
fecal y caracteres amenazantes casi sin que uno, que camina distraído admirando
el paisaje, pueda darse cuenta. Pero reflexionando al escribir esta nota
concluyo que no se trata de un mundo o mundos paralelos, sino más bien de uno
en formación, o a lo mejor varios, a los que uno va agregando pedazos cada vez
que sueña.
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